En la mente de una mujer que anticipó los movimientos que experimentó la fotografía del siglo XX

Es, sin duda, el plato fuerte del decano de los festivales de fotografía de España, la Bienal de Fotografía de Córdoba: Margaret Watkins, Black Light, que se puede ver en la Sala Vimcorsa hasta el 25 de mayo, es, además de un testimonio sobre la imagen del siglo XX, una inmersión en la mente de una mujer pionera, que se adelantó a muchos de los movimientos y corrientes que iban a acabar definiendo su profesión, mucho antes, además, de que ésta se convirtiera en un arte digno de ser expuesto en los museos.
Eso opina Óscar Fernández, coordinador de la Bienal, que explica a Cordópolis que la muestra de Watkins encaja perfectamente en la filosofía del festival, que busca combinar una sección oficial con fotógrafos internacionales y una sección paralela dedicada a recuperar a autores que han quedado apartados de la historia de la fotografía o del arte y que realmente merecen la pena reivindicar.
La oportunidad de traer esta exposición, que en España se ha podido ver un par de veces, surgió a través de una productora de exposiciones de fotografía europea reconocida como una de las mejores del sector. Esta empresa francesa, con sede y actividad internacional, posee una excelente red de contactos con galerías de Estados Unidos y colecciones privadas, lo que les permite llevar a Europa obras de fotógrafos que de otra manera serían difíciles de ver. DiCroma, responsable también de la exitosa exposición de Vivian Maier, propuso la obra de Margaret Watkins por reunir varias características clave que la Bienal tenía en mente.
La obra de Watkins cumplía con creces estos requisitos. El proceso para concretar la exposición ha sido complejo, si bien el resultado ha sido altamenta satisfactorio, tanto por la alta calidad de las fotografías como por el aliciente de presentar originales de época,realizados hace casi un siglo en Nueva York.

Misterio y anticipación
Óscar Fernández describe la obra de Watkins como poseedora de un halo de misterio y una capacidad sugerente interesantísima. Se perciben distintas fases en su trabajo, anticipando tendencias futuras. Al llegar a Nueva York, Watkins, originaria de Canadá, buscó conectar su trabajo con el ambiente que la rodeaba. Sus primeras fotografías muestran una inteligencia y delicadeza fantástica en composiciones con objetos cotidianos como elementos de baño o cocina, revelando un estudio de la forma cercano al bodegón cubista.
Posteriormente, su obra evoluciona hacia una estética más surrealista, con una conexión evidente con la obra de Man Ray y la estética de la revista Harper's Bazaar, jugando con el misterio y la ambigüedad en imágenes aparentemente sencillas pero evocadoras. Al trasladarse a Europa, Watkins se adentra en la fotografía constructivista, realizando estas fotografías simultáneamente o incluso antes de que se popularizaran como tendencia, lo que demuestra su sensibilidad especial y su intuición para captar lo que estaba sucediendo en su momento.

Todo ello está presente en una exposición que plantea una reflexión sobre el reconocimiento histórico de los fotógrafos y, en particular, de las mujeres. Como señala Fernández, la fotografía no fue considerada arte e incorporada a los museos hasta los años 50 o 60. Antes de eso, la fotografía era principalmente un trabajo por encargo para revistas, publicaciones o publicidad. Watkins montó su propio estudio en Nueva York, dedicándose a la fotografía de producto, comercial y de retrato, una práctica común en la época. Su identidad como artista no necesariamente se correspondía con la imagen contemporánea del artista.
Sin embargo, el auge de la fotografía en el mercado del arte en los años 70 y 80 llevó a la revalorización de muchos autores de épocas anteriores, que comenzaron a ser considerados artistas más allá de su labor profesional. En el caso de las mujeres, su reconocimiento a menudo se vio afectado por diversas circunstancias, incluyendo la pérdida o el almacenamiento de su obra, como ocurrió con Vivian Maier y la propia Watkins.

La historia del arte contada por los hombres
Aunque la guerra no fue el factor directo en el caso de Watkins (la Segunda Guerra Mundial la sorprendió en Europa), su vida cambió, y eventualmente dejó la fotografía, quedando su material guardado en una maleta que le entregó a un vecino, y que ha estado oculto hasta su redescubrimiento. Para Fernández, esto tiene mucho que ver con que la historia del arte tradicionalmente ha sido contada por hombres, relegando a menudo a la mujer a roles de musa o inspiración.
“La realidad es que las mujeres tuvieron una presencia significativa en la vida social y cultural desde finales del siglo XIX hasta el auge de los fascismos”, explica el comisario, que recuerda que, entre finales del siglo XIX y mediados del siglo XX, las mujeres de familias acomodadas aprovecharon las oportunidades para estudiar y formarse, siendo incluso impulsoras del arte de vanguardia, como las hijas de los grandes millonarios americanos que llevaron el arte moderno a Nueva York.

Sin embargo, la historia del arte se ha contado de forma sesgada, invisibilizando a muchas creadoras.La exposición Margaret Watkins, Black Light en la Bienal de Fotografía de Córdoba se presenta así como una oportunidad crucial para reconocer la visión de una fotógrafa que no solo dominó las técnicas y estéticas de su tiempo, sino que también anticipó las transformaciones que la fotografía experimentaría a lo largo del siglo XX
Esta exposición retrospectiva de su obra, muestra 150 fotografías de la artista que datan entre 1914 y 1939, e incluyen retratos y paisajes, bodegones modernos, escenas callejeras, trabajos publicitarios y diseños comerciales. La exposición, comisariada por Anne Morin, se estructura en cinco bloques y ofrece una visión retrospectiva desde los orígenes del trabajo de Watkins, a sus retratos pasando por su trabajo en Nueva York entre 1915 y 1928, sus trabajos en Europa y sus fotomontajes.

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