Ya es 2020: ¿cómo cambiará la ciudad en la próxima década?
1 de enero de 2020. Para muchos, sobre todo para los que tienen más de 40 años, es una fecha futurista. Ni Regreso al futuro ni Blade Runner imaginaron un futuro tan lejano. Ni, desde luego, que dentro de un rato no haya coches voladores por encima de Las Tendillas, cordobeses en la estación espacial internacional de Marte conquistando un nuevo mundo, o que los bares despachen salmorejo sintético. Pero en una década, y aunque no lo parezca, la vida de los cordobeses ha cambiado. Y mucho.
En 2010, Facebook y Twitter estaban en pañales, Instagram no existía y solo había un puñado de cordobeses con un teléfono en el bolsillo con internet. La democratización de los teléfonos inteligentes y la extensión de internet lo ha cambiado todo. Aunque no lo parezca. El Ayuntamiento, por ejemplo, va a ser la última administración en Córdoba en convertirse en electrónica y abandonar definitivamente el papel. Y por muchos discursos que se hagan, Córdoba dista años luz de convertirse en una smart city. Pero, como a la fuerza ahorcan, la ciudad no tiene más remedio que cambiar, y de manera radical, en la próxima década, como el resto. Pero, ¿cómo?
El 5G
De los grandes cambios de la próxima década, el más inminente será que Córdoba tenga cobertura de 5G. Actualmente ya la tienen Sevilla y Málaga, y en Córdoba llegará en cuestión de meses. La revolución no será inmediata. De momento, apenas un puñado de teléfonos móviles se podrán conectar a ultravelocidad. Pero el 5G abrirá la puerta a cambios que tienen que ser definitivos en el futuro físico de la propia ciudad. Con el 5G se podrá activar definitivamente el internet de las cosas y Córdoba, sin quererlo, se convertirá poco a poco en esa smart city tan cacareada en todos los discursos políticos.
El tráfico
Será el gran cambio del futuro: la manera en la que los cordobeses se mueven. Y es el gran reto. A corto plazo, el Ayuntamiento tiene que regular la que ha sido la gran revolución de los últimos años: los vehículos de movilidad personal, en los que el rey es el patinete eléctrico. El Consistorio tiene que adaptar la normativa que acaba de dictar la Dirección General de Tráfico (DGT) por la que ya se pueden sancionar a estos vehículos cuando incumplan las normas de tráfico. Ahora reina una especie de limbo en el que reina la ley del más fuerte.
Pero habrá muchos más cambios. A corto plazo también el Ayuntamiento tiene que ir ampliando las restricciones al tráfico en el casco histórico y tiene que decidir también si activa, o no, algún tipo de normativa que impida circular a los vehículos más contaminantes por las zonas más céntricas de la ciudad.
Poco a poco, se irán generalizando los vehículos con otro combustible. MercaCórdoba tiene que abrir en meses la gasinera que está construyendo. Y la ciudad se irá llenando de cargadores de vehículos eléctricos. No es descartable, tampoco, que en pocos años lleguen a Córdoba los primeros vehículos autónomos. Y que incluso comiencen a convivir los coches sin conductor con una inmensa mayoría de coches que nos necesitan. A buen seguro, la década concluirá con este tipo de transporte generalizado.
Pero está habiendo más. A Córdoba ya han llegado las motos eléctricas de alquiler. Pronto lo harán las empresas de patinetes y no tardarán en llegar compañías de vehículos de alquiler por horas. El coche dejará de ser una propiedad y pasará a ser algo más compartido. E incluso menos necesario.
En los próximos años, además, se resolverá la batalla entre los taxis de toda la vida y los VTC. Y eso no es futuro, ya es presente.
Las mercancías
En todos los discursos políticos, Córdoba es un nudo logístico de capital máximo. Siempre lo fue, lo sigue siendo (menos) y siempre lo será. Está por ver que así sea, pero Córdoba tiene algo de lo que carecen muchas ciudades: es un cruce de vías de tren, tiene un aeropuerto sin explotar, es centro de dos autovías de alta capacidad y está, además, en el centro del Sur de la Península.
La década tiene que marcar si finalmente explota, o no, el transporte de mercancías por ferrocarril. También si funciona, o no, la liberalización del ferrocarril de pasajeros. Lo que ocurra afectará a Córdoba, que tiene la segunda estación de España en la que más trenes paran solo superada por Atocha, y una terminal de mercancías que funciona a un ritmo muy escaso.
Pero hay más. El casco histórico de Córdoba se ha convertido en un experimento. Una empresa ya trabaja en la gestión de las mercancías de vecinos y negocios con vehículos más pequeños y nada contaminantes. Si funciona, el modelo se extendrá por otras ciudades históricas, en las que la manera de llevar las cosas a las casas y negocios es un problema.
Ya es presente que muchos ciudadanos no salen de casa para comprar. Los mensajeros y las empresas de paquetería han tomado las calles en una carrera loca por ser el primero en llevar un paquete. Amazon ya reparte en Córdoba los domingos. El futuro dirá si finalmente hay drones repartiendo mercancías, si la ciudad se llena de locales ahora vacíos a los que la gente irá a recoger sus cosas. O si en los supermercados deja de haber cajeros (y cajeras) físicos, y los clientes se hacen la cuenta, se pagan y se dan el cambio.
El cambio climático
Las previsiones más pesimistas señalan que en 2030 el tiempo en Córdoba puede ser una pesadilla. La temperatura media puede subir hasta tres grados, según los peores pronósticos, lo que convertirá en insoportables los veranos y hará que nos olvidemos de los inviernos... salvo cuando llegue un temporal de frío y nieve histórico.
A falta de confirmación oficial, los expertos apuntan a que la década 2010-2019 ha sido la más cálida desde que hay registros. Las temperaturas han ido subiendo casi todos los años, con oscilaciones, y casi cada verano ha ido cayendo un récord tras otro en la ciudad. Imaginar una temperatura máxima en verano cercana a los 50 ºC no es ciencia ficción. Pero es un ejercicio insoportable, que de alcanzarse hará la vida en Córdoba muy difícil.
El reto del futuro es adaptar la ciudad de manera inmediata a este cambio climático. Intentar reducir su impacto creando más vegetación en casi cualquier punto que refresque la sensación térmica, adaptar los edificios para que los ciudadanos no perezcan refugiados en su interior y tomar medidas drásticas cuando el calor apriete. No descarten que en un futuro haya llamamientos a la población de confinamiento inmediato y obligado.
El Aeropuerto
Córdoba no tiene vuelos porque el Aeropuerto aún no está preparado. Ni tiene una terminal capaz de acoger pasajeros, ni dispone de una carta de aproximación aérea que haga que los grandes aviones puedan llegar. De momento, en la ciudad solo pueden aterrizar vuelos chárters. Cuando todo esté listo, es probable que la ciudad tenga que aprender a convivir con el ruido de grandes aviones aterrizando, ya que tiene uno de los aeropuertos más cercanos a un gran casco urbano de toda España.
La llegada de aviones de pasajeros hará que el turismo siga multiplicándose. Y que los turistas necesiten más espacio. Lo que llevará a ensanchar la ciudad de una u otra manera.
El ladrillo
El PGOU del año 2001 se diseñó pensando que algún día Córdoba alcanzaría el medio millón de habitantes. Los pronósticos han fallado estrepitosamente. La ciudad no solo no ha alcanzado esa población sino que empieza a perder habitantes. Por eso, el casco urbano no puede seguir creciendo. O sí.
En el futuro, la ciudad cambiará también físicamente. Pero está por ver si el planeamiento sigue funcionando, si la ciudad se sigue ensanchando al oeste y si este crecimiento hace el efecto de una sábana que destapa otra parte. La fuga de habitantes a los nuevos barrios puede provocar el progresivo abandono de otros puntos de la ciudad.
La cultura
En la última década, Córdoba se ha quedado sin cine en el centro. Ahora, los cordobeses tienen que coger el coche si quieren ir al estreno de una película. Está por ver si los cines aguantarán como hasta ahora y si la cultura y el ocio seguirá siendo la misma. El Festival de la Guitarra tiene que llegar al medio siglo de vida y decidir qué quiere ser de mayor, Cosmopoética se consolidará como un festival clave, y es hasta probable que poco a poco la plaza de toros se adapte más como un auditorio de música que como el recinto para el que fue construido.
El fin del dinero
En una década, Córdoba ha perdido casi un tercio de sus sucursales bancarias. En la próxima década es probable que pierda casi todas. En los próximos años, los bancos dejarán de despachar dinero. Y poco a poco el dinero físico desaparecerá, como ya ha ocurrido en países como Suecia. Las sucursales bancarias se tendrán que transformar en otra cosa y muchas seguirán cerrando.
La administración electrónica
En los próximos años, sí o sí, el Ayuntamiento se convertirá en virtual. Dejará de haber colas en atención ciudadana, y dejará de haber impresos y papeles físicos a entregar en la administración. Pero el sistema, sí o sí, tendrá que avanzar. Y los ciudadanos podrán hacer todos los trámites necesarios sin tener que acudir físicamente a ningún sitio.
Eso hará que los históricos edificios públicos se vayan transformando. Aquellos en los que ya no haya despachos u oficinas podrán ser reusados para otros destinos, como lugares expositivos o culturales.
En definitiva, la próxima década transformará, quiera o no, a la ciudad. Lo que está por ver es cuánto y a qué ritmo, y si habrá ciudades que como siempre cambien más que otras.
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