¡Estoy rodeado de gilipollas!
“No sé qué me pasa, pero últimamente no se me juntan nada más que gilipollas”. ¿Te ha pasado alguna vez? ¿Te has preocupado al ver cómo el número de parásitos se multiplica a tu alrededor? ¿Has tenido la sensación de que la gente que se arrima a ti no te aporta nada? En un momento u otro nos pasa a la mayoría, así que tienes motivo para calmarte, pero también para preocuparte.
Sí, porque hay determinadas cuestiones básicas en nuestra vida que nadie nos enseña, ni en el colegio, ni en la universidad ni muchas veces en casa. Nadie nos enseña a alimentarnos (de eso se encarga aquí Vanesa Cortés), ni a administrar nuestro dinero (educación financiera.
Lean a Javier León, por favor), ni a gestionar nuestras emociones (inteligencia intrapersonal) ni a relacionarnos con los demás (inteligencia interpersonal). El caso es que nuestra salud, nuestro bienestar y los resultados que a lo largo de la vida recogemos en los ámbitos personal, sentimental o profesional dependen en gran parte de cuestiones en las que nunca fuimos adiestrados y que aprendemos a lo largo de los años por el tradicional método del ensayo y error, acumulando experiencias en uno u otro sentido y recibiendo palos de los que tratamos de sacar alguna enseñanza para el futuro… Que aprendemos a hostias, vamos.
Es vital entender la importancia de nuestras relaciones, de la gente que elegimos tener a nuestro lado, del tipo de persona del que nos rodeamos. Todo empieza por asumir toda la responsabilidad de mis relaciones, de a quién quiero a mi lado y a quién no, porque vuelvo a insistirte en que tus resultados están íntimamente relacionados con la gente que te rodea. Decía Jim Rohn que somos el reflejo de las cinco personas con las que pasamos más tiempo, y si no, haz la prueba. Mira si te rodeas de gente interesante, de emprendedores, de personas divertidas y a las que admiras, de buenos conversadores y generadores de relaciones nutritivas. O fíjate si pasas demasiado tiempo con personas intrascendentes y vacías, buena gente seguramente, pero que no te hacen ser mejor y cuyas conversaciones no pasan de lo rutinario, todo salpicado con un buen puñado de críticas y quejas acerca de lo mal que les va en la vida. Si es así, no te culpes. Sólo toma conciencia de ello, porque las relaciones pueden pasar en un segundo de afectar a infectar.
La cuestión es que en uno u otro caso, tus resultados se parecerán mucho a los de la gente que te rodea. Mi padre, con su filosofía del Sector Sur, siempre me decía “júntate con los ricos, que si no te dan por lo menos no te piden”, pero el caso es que relacionarte con gente que quiere crecer en cualquier sentido hará como poco que a tu alrededor surjan oportunidades. Nuestras relaciones son puertas que nos abrimos o nos cerramos, oportunidades que aparecen en nuestro camino. Elegirlas ya es cosa tuya. Pero rodearte de mediocres te convertirá en un mediocre más. Y si no, al tiempo, porque como dice Raimón Samsó, “la influencia de las personas es invisible y silenciosa, se acumula con el tiempo, pero sus efectos acaban siendo muy visibles a la larga”.
Volvamos al principio. Por una mera cuestión de seguridad, por evitar la incertidumbre que nos genera relacionarnos con gente desconocida, los seres humanos tendemos a sentirnos cómodos con la gente que más se parece a nosotros. Eso de que los polos opuestos se atraen es algo que sólo pasa en las películas de Meg Ryan y Hugh Grant. Los del Madrid tienden a juntarse con los del Madrid, los de izquierdas con los de izquierdas, los cazadores con los cazadores, las guapas con las guapas (ay, cuánto daño hizo el instituto)… y los gilipollas con los gilipollas. Por eso, cuando veas que estos proliferan a tu alrededor, preocúpate porque creen que eres de su mismo equipo, que te pareces a ellos, que tú eres un gilipollas más, al fin y al cabo. La primera idea sería pensar que están equivocados, pero lo que piensen los demás no está en nuestra mano, desafortunadamente. Así que cabría preguntarse ¿qué estoy haciendo o diciendo para que estos crean que soy de los suyos?
Hay relaciones impuestas, como la familia, amistades o determinados compañeros de trabajo, que se convierten en tóxicas. Pero incluso en esos casos lo que sí depende de nosotros es cómo decidimos relacionarnos e incluso en qué medida. Me he encontrado con muchas personas que viven atadas a lastres en forma de relaciones, losas que les impiden despegar o incluso seguir andando. Eliminar gente de nuestra vida es una de las decisiones más duras y dolorosas, pero también honestas y adultas que podemos tomar. Hay gente que fue importante en nuestra vida, pero su momento pasó, porque acompañaron a una persona que hoy ya no eres. Hay incluso amigos del alma con los que nos encanta tomarnos una cerveza, pero que son incompatibles con cualquier proyecto laboral o empresarial. Saber elegir a quién, cuándo y para qué es algo que nos puede salvar la vida, o arruinárnosla. ¿Estás satisfecho con la vida que tienes? Felicidades, tus relaciones son nutritivas. ¿No? Pues empieza a pensar que si quieres modificar tus resultados tendrás que modificar la gente de la que te rodeas “o, como mínimo, hacer un cambio de los círculos sociales”, dice Samsó.
Por cierto, estoy escribiendo este artículo antes de las elecciones. Es muy probable que desde la noche del domingo se empiece a hablar de pactos, de quién se alinea con quién, de relaciones al fin y al cabo. Aquí todo el mundo tendría que tener muy claro a quién se arrima, porque si te juntas con gilipollas, desde fuera todo el mundo va a pensar que tú también eres uno de ellos.
“El gran peligro de estar alrededor de gente no excelente es que empiezas a volverte como ellos sin siquiera darte cuenta”. Robin Sharma
“Hay esencialmente dos cosas que te harán sabio: los libros que lees y la gente que conoces”. Jack Canfield
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