Existe el arte de dar nombre a cualquier cosa. Por eso el día que topé con un expositor de ‘La pomada del silencio’ en un centro comercial de Almería pensé que se habían equivocado en su bautizo: sonaba a bálsamo de Fierabrás.
“Mira, Sancho, este ungüento maravilloso acallará tus sencillas pero importantes preocupaciones, silencia el molesto ruido de las notificaciones de WhatsApp y las redes sociales ajenas, y dejaremos de escuchar a nuestras doloridas espaldas”, podría haber dicho don Quijote a su amigo (mil veces mejor dicho desde luego) tras la apócrifa aventura de los invernaderos de El Ejido.
Pero servidora no estaba en lo cierto. ‘La pomada del silencio’ ya tiene su perfecta y justísima denominación, y que así se llame toda la vida. De hecho, cruzo los dedos para que Elon Musk no se baje del yate en Mojácar y calme su fina piel con esta fórmula magistral de aloe vera, aceite de oliva y cera de abeja, porque querría comprarla y llamarla Xcream.
Nombres aparte, 'La pomada del silencio' es uno de los productos que más valoro. Hace más de 20 años que un cordobés comenzó a producir, en la tierra almeriense, esta pomada que cuida y conforta la piel. Posee los ingredientes naturales que funcionan. ¿Cuál es resultado? El silencio del bienestar. Acaban la irritación, la tirantez, la sequedad.
Vástagos de la fórmula original son nuevos productos como la crema específica para tatuajes, la pomada balsámica con CBD o el jugo de aloe vera, sobre cuyas indicaciones y características ofrece información la tienda online.
La naturaleza del silencio es realmente compleja. Uno de mis adorados silencios es el que se produce justo después de la victoria de l@s supuestamente débiles frente a cualquier tiranía, dominación, agresión o acoso. Esos segundos constituyen un tesoro.
La callada perplejidad de quien se creía inmune e invencible resulta un manjar que antes o después llega.
Nota: Las menciones a marcas y productos no llevan aparejada ninguna contraprestación
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