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Me duele la barriga

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Isabel Galindo

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Llega la hora del cole por la mañana, y dice que no puede ir porque le duele mucho la tripa. Vais al pediatra, le manda pruebas, no tiene nada. Y esto no solo ocurre un día, al siguiente pasa lo mismo. Pruebas con muchos medicamentos,  otros pediatras, remedios caseros, y nada. Y viene la desesperación. No sabes qué ocurre pero ves que el niño está sufriendo y no tienes forma de remediarlo.

Cuando no hay un diagnóstico médico que justifique el dolor físico, es posible que esté somatizando. Este proceso se da por algún malestar psicológico que no sabe o no puede abordar, y lo traduce en algo físico.  Esto no se da únicamente en la infancia, también nos pasa a los adultos. Puede manifestarse de diferentes formas: desde dolor de cabeza, de tripa e incluso con problemas en la piel.

Cuando en repetidas ocasiones y durante periodos largos de tiempo el niño o adolescente muestra malestar, y además deja de realizar cosas que antes hacía y son divertidas, es necesario prestar atención a lo que está evitando e indagar en por qué lo está haciendo.

Por ejemplo, si ocurre durante el colegio, puede que un examen, su relación con los compañeros, o incluso algo que en principio no sea muy llamativo o que no nos hayamos dado cuenta le esté afectando y creando ansiedad. Si el problema persiste, es importante estar en contacto con los profesores del niño para saber qué puede ir mal.

Son muchas las causas que pueden generar la psicosomatización, entre ellas se encuentra la personalidad, el entorno, la relación con familiares y amigos más cercanos, etc.

En cuanto a la forma de ser, el nerviosismo, ser autoexigente o muy perfeccionista son características que están implicadas en que los síntomas aparezcan con mayor frecuencia.

Otros hechos relacionados son situaciones puntuales que le ocurren a él o a la familia, y que resultan una fuente de estrés: desde un cambio de domicilio, donde el menor se tiene que adaptar a una vida nueva, una pérdida de un ser querido, desaparición de una mascota,etc.

No se trata de “una llamada de atención”. Verdaderamente el niño está sufriendo por algo que le incomoda, y no sabe cómo solucionarlo, por eso es fundamental el apoyo de los padres para ayudarle a abordar los problemas.

Es muy importante ponerse en su lugar. Lo que a ti te puede parecer algo no muy complicado, a él le puede resultar un mundo. Escúchale, plantéale lo que piensas, y juntos buscad soluciones que le resulten convincentes y que le tranquilicen.

Dale pie a que hable de sus problemas con tranquilidad, al igual que tú cuentas los tuyos. Si él ve que no es el único que en ocasiones está en apuros, y encuentra en su familia un refuerzo y ayuda cuando lo necesita, podrá expresar mejor lo que piensa y siente, evitando que “se le quede dentro” y no sepa manejarlo.

Es importante que aprenda el “lenguaje o expresión emocional”, que sepa identificar tanto sus emociones como las de otras personas y ponerles nombre.  Conocerlas y saber distinguirlas ayudará a que sepa regularlas mejor.

Por supuesto, hay que diferenciarlo de las ocasiones en las que el niño “utiliza” un dolor momentáneo para evitar realizar tareas que le parecen desagradables, como por ejemplo cuando le mandas recoger sus juguetes o ponerse a estudiar, y cuando acaba de hacerlo el dolor ya se le ha pasado.

Y sobretodo, no lo dejes pasar porque no exista una causa médica. Si esto se mantiene durante mucho tiempo o no sabéis cómo abordarlo, un profesional os podrá ayudar en el proceso para manejar la situación y que ésta mejore.

¡ Nos leemos la próxima semana!

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