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La niña sueca

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Paco Merino

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Greta Thunberg es la niña sueca con síndrome de Asperger que las Naciones Unidas han elegido para salvar el mundo en un nuevo caso de telegenia. “¿Cómo se atreven? Me han robado mis sueños”, espetaba la joven activista desde un altar, sermoneando como Labordeta, sin bigote y sin años, a la plana mayor de los líderes mundiales en la cumbre del clima celebrada en Nueva York esta semana.

La imagen de la jornada fue la expresiva cara de odio –ceño fruncido, boquita piñonera y ojos achinados– que mostraba la chica ante el paso de Trump en esta cumbre importantísima que dejará todo como estaba. Ahora se enseña a odiar desde muy pronto, cuando todavía no se sabe lo que es odiar. El histriónico presidente americano, después del emotivo discurso de la niña, con la entrecortada voz de a quien le han robado la infancia, contestaba con una niñería irónica a través de un tuit: “Parece una niña muy feliz”. La controversia la ha marcado el tuit.

Es este un caso muy siniestro, coactivo, en el que unos padres, una sociedad y unas instituciones globales irresponsables convierten a una niña con problemas psíquicos en una mitinera con impacto global, alimentando los motivos de su infelicidad –como así dice ella que se siente– y sus obsesiones. Una McCaully Culkin de la causa que no sabremos cómo llevará no estar en el centro del huracán: tiene seis millones de seguidores en Instagram.

La performance fue brutal: una flotilla de catorce barcos de la ONU escoltó su nave, ecológicamente sostenible, desde Suecia hasta Nueva York, donde se bajó con sus toyss luciendo un anorak con su nombre, como Mourinho. El equipo de los buenos. Coger un avión contamina, pero robarle dos semanas de clase a una chica no importa cuando ya la han promocionado al primer equipo del activismo profesional.

La política ha llevado el infantilismo a cotas tan altas que ya solo puede ser interpretada por niños, almas puras y por corromper, blanquísimas, y con buen nivel de inglés desde la guardería. Este cyberactivismo posmodernista es capaz de corromper una causa noble como el cambio climático con una maniobra propia de Frank Underwood.

El mensaje sufriente de Greta ha sido difundido masivamente. Ahora la niña corre el riesgo de morir, como John Coffey en La Milla Verde, contaminada por todos nosotros. Ella no tiene la culpa.

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