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La ensoñación de Curro Romero

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Paco Merino

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Según el Tribunal Supremo el procés ha sido una “mera ensoñación”, un “artificio engañoso” usado a merced de políticos, ya oficialmente sediciosos, para culminar su proyecto segregacionista. Ayer un chaval en la tele se tuvo que remontar a su abuela para encontrar amigos de la familia “que se sintieran españoles”. Él no los tiene. Apelaba al diálogo, con esa mitad de la población que margina relacionalmente, como solución.

El 10 de marzo de 1998, José Domingo Ruíz Florencio, conductor en una empresa de saneamientos, fue despedido después de insultar a un cliente al sentirse profundamente ofendido tras un comentario sobre Curro Romero “en tono jocoso”. “Quien tenga cojones que me diga eso a la cara”, espetaba el currista encendido como una cerilla después de escuchar aquello sobre el diestro de Camas, que toreaba muy pocas corridas ese año.

Un vigilante jurado que presencio la riña evitó que la cosa llegara a las manos. José Domingo, eso sí, se despachó a gusto contra el impertinente cliente: “cabrón”, “hijo de puta” y “cornudo” fueron algunos de los calificativos que le dedicó al hombre, que, sí es cierto, tenía un gusto pésimo para elegir a sus toreros. La empresa, en virtud del artículo 54.2 del Estatuto de los Trabajadores, despidió al fervoroso currista alegando justa causa. Además, el trabajador ya había sido amonestado con anterioridad, unos años antes, por un altercado parecido.

Sin embargo, el trabajador recurrió el despido, y no solo el centro de arbitraje le dio la razón, sino que también el Juzgado de lo Social. El conflicto acabó en el TSJA, tras recurrir la empresa – Arance Sevilla S.L. –, en un tribunal presidido por don Santiago Romero de Bustillo, una reconocida personalidad de Sevilla, también currista, que blindó el currismo jurisprudencialmente con la siguiente argumentación jurídica:

(…) las personas que allí estaban, esto es, clientes habituales, sabedores de la afición del demandante y de su sentimiento currista, que es indudable y notoriamente altruista en favor del diestro, arraigado y profundo como el que más, creador de una ilusión permanente, de una esperanza incondicional y de una forma de entender la vida, por lo que exige el máximo respeto de quienes no -o sí- lo tienen y, cuando se falta a él, es previsible la reacción ardorosamente defensiva de quien lógica y naturalmente se considera ofendido, como le ocurrió al demandante durante su trabajo en la ocasión de autos que, por ende, no fue ofensor sino todo lo contrario, de ahí que su comportamiento no pueda incluirse en el art. 54.2.c) del Estatuto de los Trabajadores, dado que además no se produjo pelea ni alteración alguna en el centro de trabajo de la demandada, todo lo cual conduce a la desestimación del recurso.

Hoy, las calles de Barcelona arden a manos de miles de chavales que se toman la independencia como el currismo, seguidores de una religión creadora de una ilusión permanente, de una esperanza incondicional y de una forma de entender la vida.

La diferencia entre Torra y Curro es que Curro, cuando quería, ponía a todo el mundo de acuerdo.

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