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Reivindicación del periodista

Alfonso Alba

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Escribo esta entrada de madrugada. Acabo de llegar a casa. Estaba con unos amigos tomándome unas cervezas cuando el iPhone ha empezado a arder. A partir de las 22.30, han comenzado a entrarme whatsapp, menciones en Twitter y llamadas de teléfono. Todo a la vez y para lo mismo: un accidente de tráfico en la avenida de Carlos III que ha puesto el vello de punta a todo el que lo ha visto.

El título de este post es una auténtica declaración de intenciones de a donde quiero llegar con este escrito. En 10 minutos, entre fotografías y llamadas, he tenido hasta cinco versiones distintas de lo que había pasado. Me han llegado a hablar de varios muertos e incluso se han atrevido a dar por cierta una versión de los hechos que al parecer dista mucho de ser real: los dos coches que han chocado venían echando una carrera desde la avenida de América.

Hasta hace no mucho, no existían los smartphone, ni el Twitter ni el whatsapp. Enterarte de estos sucesos era, digamos, más difícil. Pero creo que saber bien lo que había pasado era entonces más fácil. Durante diez minutos de esta noche he estado a punto de volverme loco. No sabía qué estaba pasando ni tampoco qué me estaban contando. Evidentemente, en las redes sociales muchos usuarios daban por hecho cualquier barbaridad escrita por algún testigo presencial, alguien que conocía a un policía, no sé quién que había escuchado hablar a un bombero. Rumores, rumores, rumores.

El oficio del periodista no es otro que el de separar la paja del grano e intentar acercarse a la verdad de los hechos. Levantar el teléfono, llamar a los bomberos, a la Policía Nacional y al 061 y que sean estos, los que están allí sobre el terreno, los que te digan lo que de verdad ha pasado, para luego poder escribirlo.

Es decir, en esta sociedad tan pluriinformada, en la que cualquiera con un teléfono móvil y una conexión a internet puede comunicar en tiempo real lo que quiera, se hacen más necesarios que nunca los periodistas, los profesionales que ante una avalancha de información sean capaces de darle un orden, un sentido. De traducir esa amalgama de datos y rumores. De intentar contar las cosas lo más fieles posible a la realidad.

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