Alfonso Alba es periodista. Uno de los cuatro impulsores de Cordópolis, lleva toda su vida profesional de redacción en redacción, y de 'fregado en fregado'. Es colaborador habitual en radios y televisiones, aunque lo que siempre le gustó fue escribir.
Tenemos un problema
El 11 de septiembre de 2001 yo ya estaba trabajando en un periódico. Yo vi el atentado en Telecinco mientras le cantaba a mi jefe a través del teléfono fijo los temas en los que había estado trabajando esa mañana. Era así como se hacía entonces un periódico. Por la mañana no solías madrugar mucho (rara era la noche que salíamos antes de la 1 de la madrugada), escuchabas la radio, bajabas al kiosco, comprabas la competencia y te ponías a pensar. Ibas a un sitio o al otro, a una rueda de prensa o no, hablabas con la gente en los bares o en la cola de la carnicería, hacías llamadas y más o menos ya sabías en lo que ibas a trabajar.
“Paco, no te lo vas a creer pero un avión se acaba de estrellar en una de las Torres Gemelas”. Aquello era importante, pero tras esta interrupción seguía cantando temas. No los recuerdo (extrañamente sí que sabía exactamente en qué asunto estaba trabajando el 11-M), pero en ese momento se estrelló un segundo avión. Se lo conté a Paco Carrasco, mi jefe en Diario Córdoba y la persona que de verdad me enseñó a escribir. Hizo una pausa y me dijo: “Vente. Van a hacer falta muchas manos”.
Entonces veíamos que internet era un aliado. Recuerdo informarme por la tele pero también por las webs de El País y El Mundo. Incluso consultamos The New York Times y algunos periódicos más. Todo gratis, por supuesto. Ese día no se podía bajar al kiosco por que era materialmente imposible. Todavía no habían llegado los periódicos en papel. Y todos nos enteramos por la tele o por la radio. Pero ojo, compramos y guardamos los periódicos del 12 de septiembre. Históricos, repletos de información y, sobre todo, de un análisis en profundidad.
El 11-S cambió todo. Pero la prensa ya venía siguiendo una extraña estrategia: regalar por internet lo que cobraba en el kiosco. Y todos nos subimos en ese barco. Yo el primero. Hasta que llegaron las redes sociales y todo fue una competición en la que en el fondo los periódicos nos pusimos a trabajar para otras empresas, llamadas Google, Facebook o Twitter, que ahora son multinacionales más grandes que países.
Hoy, el periodismo está, y con razón, más denostado que nunca. En las encuestas de opinión, los periodistas tenemos solo un poquito de más credibilidad que los políticos, que está ahora mismo por los suelos. Y la verdad es que nos lo merecemos, aunque algunos más que otros. En esa competición loca por las visitas hemos perdido la cabeza. Y lo que era un lugar de reflexión (aunque siempre hubo periódicos bastante locos y los primeros de Europa del siglo XVII estaban llenos de mentiras) se ha convertido en un sumidero donde hay más ruido que otra cosa.
Va a costar mucho reparar todo el daño que nos hemos infringido. Y serán años o incluso décadas las que pasarán hasta que los lectores vuelvan a pagarnos por hacer nuestro trabajo. Algunos, pocos aún (héroes), ya lo están haciendo. Solo así podremos salir, muy poco a poco, de ese clickbait absurdo en el que lo único que importan son las visitas. Pan para hoy y hambre para mañana.
Sobre este blog
Alfonso Alba es periodista. Uno de los cuatro impulsores de Cordópolis, lleva toda su vida profesional de redacción en redacción, y de 'fregado en fregado'. Es colaborador habitual en radios y televisiones, aunque lo que siempre le gustó fue escribir.
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