La movilidad insostenible: caso práctico
Lo confieso: vivo en el Centro y no cojo el coche salvo para desplazamientos a las afueras de la ciudad o por carretera. Creo en otro tipo de movilidad, en que la ciudad debe ser cada vez más para el peatón o para otro tipo de transporte más sostenible: público o en bicicleta. Nadie puede negar que desde que se peatonalizó Cruz Conde y los tubos de escape abandonaron la estrechez de esta calle es un placer pasear por la zona. Pero, ojo, en el centro vive gente que quizás trabaja fuera o en algún momento tiene necesidad de ir más lejos, de salir allende la periferia, la provincia o incluso al extranjero.
Caso práctico. Un día cualquiera de agosto, a bordo de mi coche, decidí cronometrar el tiempo que tardaba en llegar desde mi pueblo (Fernán Núñez) hasta el centro (entorno de Capitulares). Era por la tarde, no había demasiado tráfico ni tampoco me topé por la Axerquía con ningún coche de caballos que hace prácticamente imposible ir en coche para llegar a casa:
Fernán Núñez-entrada al polígono industrial de la Torrecilla: 12 minutos.
Fernán Núñez-entrada a la ciudad por el centro comercial El Arcángel: 15 minutos.
Fernán Núñez-plaza de San Pedro: 18 minutos.
Fernán Núñez-Realejo: 21 minutos.
Fernán Núñez-Capitulares: 26 minutos.
Empíricamente, tardo menos en llegar de mi pueblo a la Torrecilla que del centro de la ciudad a su polígono industrial. Incluso, en momentos puntuales, tardaría menos en salir desde Fernán Núñez para llegar al centro comercial del Arcángel. Ahora, mientras dura la obra de la calle Capitulares, quizás es mejor no calcular el tiempo que nos lleva en subir en coche a cualquier punto al Norte del Vial Norte (valga la redundancia).
Insisto: la movilidad tiene que ser sostenible, pero también permeable. Es inaudito, por ejemplo, que con el corte de la calle Capitulares todos los coches de caballos que ¿pasean? a los turistas hayan decidido tomar la Axerquía. Y es complicado vivir en un sitio en el que asumimos que no es fácil moverse en coche, pero donde cada día que pasa se hace más complicado.
Si queremos un casco histórico vivo, en el que viva gente y no turistas de paso, no debemos olvidar la movilidad de sus vecinos a los que de vez en cuando se les debería facilitar la vida con aquello que decía el Plan Especial de 2003: aparcamientos accesibles en los alrededores del casco y una ronda (ay, la obra del Marrubial) similar a la que disfruta el casco histórico de Sevilla por donde intentar moverse rápido no sea una quimera.
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