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La Mezquita como símbolo

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Redacción Cordópolis

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Córdoba es la Mezquita. Y la Mezquita es Córdoba. Y lo será así por los siglos de los siglos, vengan los que vengan, y hagan lo que hagan. Igual que Granada es la Alhambra, o Sevilla La Giralda. Monumentos internacionales y únicos que trascienden hasta a los habitantes que los rodean.

Esta semana ha reabierto sus puertas la Alhambra de Granada. La ciudad se ha despertado así de un cierre total de tres semanas, en la que no ha habido ni bares, por la altísima incidencia del coronavirus. En un día se han vendido 500 entradas. Todas de granadinos, ya que la ciudad no puede recibir turistas. En Sevilla, la Giralda está cerrada. En Córdoba, la Mezquita está cerrada. Los dos monumentos solo están abiertos para misas en un larguísimo puente en el que las instituciones se han quebrado la cabeza para mantener vivos los monumentos que gestionan.

La Junta de Andalucía, por ejemplo, no ha cerrado ni Medina Azahara, ni la Sinagoga, ni sus museos, y ha programado más de 100 actividades para el puente. El Ayuntamiento, igual. ¿Ganarán dinero? Probablemente no. Vamos, lo más seguro. Pero conseguirán levantar el ánimo de quien se decida a visitar su patrimonio, cumpliendo siempre las medidas de seguridad, en un larguísimo puente en el que no se pueden hacer muchas más cosas.

La Mezquita es Córdoba y por eso a veces es poco comprensible el enorme silencio que como un velo cae sobre la gestión del monumento. ¿Se imaginan la que estaría cayendo si la Mezquita estuviese abierta y otros monumentos de la ciudad cerrados? ¿Cómo era aquello de los museos que tanto se atizó años atrás?

Dar un paseo por la Judería de Córdoba es ahora mismo una experiencia. El turismo ha vaciado las calles de lo que hasta no hace mucho era un barrio bastante popular. Algunos bares y restaurantes han decidido mantener abiertas sus puertas. No les faltan clientes. Claro que no tienen ese aluvión insoportable que nos expulsó a muchos cordobeses de esos locales. Ese es uno de los grandes motivos que tenemos para volver a pisar esas calles que también son nuestras, para contemplar la belleza inigualable de la ciudad. Pero claro, es que no podemos entrar ni al Patio de los Naranjos.

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