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Google Maps y las cosas por su nombre

Alfonso Alba

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El debate sobre cómo llamar a la Mezquita de Córdoba debería estar zanjado desde hace casi tres décadas. Entonces, poco después de que la Unesco reconociera al monumento cordobés como Patrimonio Mundial de la Humanidad el Pleno del Ayuntamiento de Córdoba (el lugar donde están, o deberían estar, representados todos los cordobeses) aprobó por unanimidad que al monumento había que llamarlo Mezquita-Catedral en toda su cartelería, señalética y documentación. Lógico. Nadie niega que la Mezquita no habría llegado en un excelente estado de conservación de no haber tenido un uso ininterrumpido desde el siglo XII, ni que en su interior exista una Catedral.

Por eso, es tan absurdo lo que esta semana ha pasado con el Google Maps. Según el Cabildo, no han sido ellos los que un buen día se levantaron, abrieron la aplicación, se echaron las manos a la cabeza y dijeron que qué era eso de llamar Mezquita a la Mezquita, que eso es sólo y exclusivamente una Catedral. No debería sorprendernos. Desde hace años, dentro de la Mezquita es imposible leer esta palabra. El Cabildo, no podrá negarlo ahora, ha sustituido todos los carteles y los folletos que reparte al turista, para dejar bien clarito que aquello es una Catedral, que fue una mezquita hace muchos años. Tampoco que presionó al Ayuntamiento, y éste aceptó, para diseñar una visita nocturna que es una catequesis y en la que se manipula la historia del monumento de una manera infantil y burda.

Esta semana, cuando Google Maps ha rectificado, todos han corrido a ponerse la medalla de haber presionado tanto tanto a la multinacional estadounidense como para lograrlo. El primero en hacerlo fue el alcalde, que dijo que gracias a su llamada al presidente de Google España, el cordobés José Javier Rodríguez Zapatero, se subsanó el error (porque en eso coinciden todos, que el monumento se llama Mezquita Catedral). El consejero de Turismo, que el día antes de la rectificación anunció que iba a enviar una carta a Google, también aseguró que la presión había funcionado a su manera. Sabemos que no fue así, que Google no cambió por eso si no por la avalancha de reportes de error que le llegaron de internautas anónimos. Los nuevos tiempos son así. En este periódico, por ejemplo, no sólo recibimos las llamadas de las altas instancias para rectificar algo cuando nos equivocamos. Al contrario, suelen ser los lectores los que vía correos electrónicos o mensajes en redes nos alertan de un error que intentamos corregir lo antes posible.

No obstante, tanto el alcalde como el consejero de Turismo sí que tienen poder y responsabilidad para arreglar un gran error que está dañando la marca Córdoba: mediar ante el Cabildo, esa institución del siglo XIX que hace prácticamente lo que quiere con la Mezquita, que para eso es suyo, dirán, para que: cambien la cartelería para volver a llamar al monumento Mezquita Catedral, reorientar el espectáculo nocturno (financiado con dinero público, que no se olvide) y que deje de ser una catequesis (¿se le olvida al Cabildo que no todos los que visitan la Mezquita son católicos?), relajar la estricta vigilancia en el Mihrab para evitar que los musulmanes puedan orar y abrir el monumento más a la ciudad.

Lo contrario es no saber qué tiempos corren ni en qué mundo se vive. Por muchos carteles que pongan, la Mezquita seguirá siendo la Mezquita, igual que en Córdoba el Carrefour sigue siendo el Pryca.

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