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Cuñados climáticos

Imagen de archivo de un grupo de agricultores preparando la tierra | MADERO CUBERO

Alfonso Alba

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Da igual que haya unanimidad en la comunidad científica, que nos caigan récords de calor a cascoporro o que estemos atravesando el periodo más seco en Córdoba desde que hay registros (por favor, lean al Colectivo Meteofreak). Da igual que los agricultores y ganaderos sean los que más estén sufriendo los estragos del cambio climático, que el ganado se haya quedado sin pasto fresco, que los embalses se estén vaciando a un ritmo alarmante. Da igual que Francia haya visto por primera vez una temperatura propia del Sáhara o que Cataluña haya sufrido uno de los peores incendios de su historia contemporánea. Da igual que los neveros de Sierra Nevada desaparezcan cada verano (algo que no pasaba nunca). Da igual que el Planeta haya alcanzado su máximo histórico de CO2 (qué más da, si eso no se ve). O que se asuma que la temperatura global subirá un grado y medio aunque se dejen de quemar combustibles fósiles.

Todo eso da igual si tu cuñado te dice que siempre hizo el mismo calor en verano, que cuando él era chico sí que se sudaba en Córdoba y la gente trabajaba en el campo sin rechistar, que mientras Francia se asfixia en Rusia hace fresquito o que los medios de comunicación son muy pesados con eso de las temperaturas extremas.

En la época de la posverdad, la cuñada negación del cambio climático tiene su público. Por mucho que los científicos se esfuercen en contar lo que le está pasando al planeta, por mucho que afirmen con los datos en la mano que somos la primera generación del homo sapiens que está experimentando un cambio de la temperatura, que lo está notando, todo eso da igual. Siempre habrá un cuñado diciendo que todo es mentira, que son unos exagerados, que no es para tanto y que la vida sigue.

Los cuñados climáticos son tan peligrosos como una bomba termonuclear. Todos juntos, haciendo ruido, negando lo que ocurre, alimentando a partidos que le compran el discurso por sus votos, pueden provocar que de verdad la gente se crea que aquí no pasa nada, que al Planeta no le pasa nada y que las generaciones futuras van a vivir estupendamente.

Negar el cambio climático es revertir una de las mejores ideas que ha tenido Madrid (y que se quedó corta) como es expulsar a los coches de su centro, es echar por tierra cualquier tipo de conciencia de que o cambiamos o el futuro será difícilmente vivible. Negar el cambio climático es como pensar que la tierra es plana porque nadie ha visto nunca la curvatura que se dibujan en los mapas, que la humanidad jamás llegó a la Luna y que todo es una conspiración de la izquierda para hacerse con el poder.

El expresidente de Uruguay Pepe Mújica dijo en Córdoba hace cuatro años que nos enfrentamos a un reto como especie no como países.

Quizás tu cuñado quiera esperar a ver cómo vuelven las restricciones de agua potable a tu casa (no hace tanto de aquellos duros años noventa), cómo le arde la parcela un verano de estos o cómo llegará un día en que tendrá que comprarse un aparato de aire acondicionado más potente y ni aún así será suficiente.

El día en el que el cambio climático sea irreversible (y estamos muy cerca de que eso ocurra) lo que piense tu cuñado dará igual. Y pensarás que escucharlo fue un error. A él y a todos los cuñados climáticos del mundo unidos, algunos presidentes de los países más poderosos de la tierra.

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