Degenerando
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Don Demetrio Fernández, el de la voz tronante, escribió el otro día en su carta pastoral que las mujeres jamás podrán ejercer el sacerdocio. Hay frases aún más interesantes y cariñosas en ella: “todas las mujeres han sido llamadas en cuanto tales a la santidad, a ellas de manera especial les ha sido encomendado el cuidado del ser humano, desde su concepción hasta su muerte”.
Me ha pillado el último mensaje del obispo de Córdoba leyendo el libro de Octavio Salazar “Masculinidades y Ciudadanía. Los hombres también tenemos género”, y no dejo de pensar que deberían hacer algo juntos, una conversación en la Central, un pregón a la limón, una performance en El Arsenal, no sé. Don Demetrio dice esas cosas que dicen los sacerdotes que a ver como rebates:“las mujeres en cuanto tales han sido llamadas a la santidad”, “el sacerdocio no puede entrar en el mercado de los derechos humanos” (se ve que no le gustan), y te tienes que echar al lirismo, porque qué debate racional cabe ante eso. Supongo que me diría que si no tengo fé no lo puedo comprender, pues eso, cada uno a lo suyo.
El libro de Octavio es otra cosa, es para estar debatiendo una cuaresma entera comiendo albóndigas de bacalao. Un libraco, de los que ya no se hacen. Hay de todo en él, filosofía, sociología, derecho, experiencias personales, los titulares de prensa cotidiana, todo para explicar en qué consiste el patriarcado y la que según él ( y yo también) debería ser su sucesora, la democracia paritaria. Muy interesante su descripción de la construcción del género femenino jurídica y sociológicamente, pero más interesante aún la del masculino. Nos explica por qué somos mayormente fartuscos, autoritarios, violentos, nos gusta salir a la calle hasta para sacar la basura (hay que reconocerlo, no es que nos toque, es que nos gusta), y respondemos con un bufido ante las muestras de cariño. Está muy bien leerlo, aunque jode un poco cuando uno se reconoce y tiene que echar mano del recurso de mirar a tu alrededor y pensar “otros lo son mucho más”. Pero ahí queda el regomello.
Cambiando de registro, que no se piense que el libro es del tipo “Manual del ecologista coñazo”, el autor ( y otro/as a l@s que cita) plantea una tesis interesante. El patriarcado sería un orden que se caracteriza por su carácter binario (dominadores/dominadas), jerárquico (no igualitario), e impuesto por la violencia, que reserva el espacio público para los dominadores y el privado para las dominadas, con todos los valores y constricciones que ello conlleva. Este orden sería una especie de universal sociológico ( se da prácticamente en todas las sociedades) pero no sólo explica las relaciones entre hombres y mujeres, sino que se reproduce en otros ámbitos, nacionales/inmigrantes, explotadores/explotad@s, etc. Una gramática general que ha caracterizado universalmente a las sociedades humanas y cuya superación completaría el proyecto emancipador de la Ilustración (por la extensión temporal y espacial del patriarcado, yo diría que es mucho más que eso). El que no encuentre proyecto o relato para la modernidad es porque no quiere o no le interesa, porque haberlo, haylo. O porque le acojona.
Ostras, pero si yo iba a hablar de Don Demetrio, se me había olvidado…!
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