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La mirada del inocente

Sebastián De la Obra

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Sábado 21 de noviembre de 2009. Diego juega con la pequeña Aitana en los columpios de un parque. Aitana se cae y se golpea. Varios días después Diego lleva a la pequeña a un centro de salud porque no para de vomitar y tiene dificultades para respirar. El médico sospecha. No se cree la versión de Diego. Realiza un informe en el que declara que la pequeña ha sido salvajemente violada. Llama a la policía. Diego es detenido. El informe se filtra a la prensa (no hay acercamiento a la verdad, solo espectáculo). Aitana muere a los dos días. La Guardia Civil anula la imputación de agresión sexual y mantiene la de asesinato. Los medios de comunicación acuden para cubrir y echar leña a la inquietud. El descrédito, zaherimiento, desprecio y difamación construyen un discurso de incontinente violencia. La jauría lo agradece...

El 28 de noviembre aparece el rostro de Diego (26 años) en la portada de un diario de tirada nacional con una leyenda: “La mirada del asesino”. La madre de la pequeña comenta (entre llantos) que no se cree que Diego le haya hecho eso a su niña... Asociaciones feministas acusan a la madre de cómplice y encubridora. Días después se hace público el informe forense-autopsia: “la pequeña Aitana murió por un coágulo que se le produjo en la cabeza al darse un fuerte golpe al caer de un columpio. No hubo maltrato, ni violación, ni asesinato”. Médicos, psicólogos, periodistas, policías, hombres y mujeres normales sólo vieron la mirada del asesino. La gente miró al cielo y llovió, al fin se relajaron (hacía falta que lloviera). Diego estuvo en silencio (y con temor).

Aún permanezco a la espera de que ese mismo diario, con la misma dimensión y la misma tipografía, coloque una imagen de Diego (¿si es que sobrevivió?) que junte las siguientes letras: “La mirada del inocente”. Pero no resuena ningún sentimiento de vergüenza.

Nota: Hace unos días alguien quiso montar una acusación falsa. Fueron quince minutos sobre el alambre. La víctima alzó los brazos para rendirse definitivamente y ese gesto se le volvió en contra. Una intención enferma convirtió el gesto en una provocación... Las consecuencias pudieron destrozar más allá de la falsa acusación. La mirada de un inocente desmontó esa deleznable maniobra (perfectamente orquestada). Aceptamos la necesidad de víctimas inocentes (como precio a pagar) para que la Historia continúe su curso de progreso y exterminio. Mientras tanto la gente mira al cielo esperando la anhelada lluvia (la lluvia es como un puerto seguro). !Ay!

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