Degradación de cierta inteligencia
Entre un nutrido grupo de gentes cultas (y ubicadas tradicionalmente en lo que se da en llamar izquierda y en un sector del conservadurismo “compasivo”) suele ejercerse una actitud de indiferencia frente a ciertos propios y a la mayoría de los ajenos. Se trata de una actitud de superioridad cínica (lo más parecido a la indiferencia). Durante la transición eran llamados “italianos” por su extremado conocimiento de la “estrategia” y del manejo de los cubiertos (particularmente en el de los cuchillos). Cuando los suyos ejercen cierto poder, su superioridad aumenta; cuando los suyos pierden cierto poder, su resentimiento explota. Recurren a la rima y al andamiaje literario (cuando tienen recursos para ello) o al chisme y el rumor (cuando carecen de otros recursos). Colocan las líneas de partida y de meta donde les parece (estas líneas suelen estar normalmente muy cerca, una de otra). Deciden cuándo los ajenos comenten irregularidades y cuándo los propios hacen lo que pueden (y, por ende, ejercen de manera razonable). Les gustan unas medallas y detestan las otras, a pesar de estar echas del mismo metal y ser entregadas por los mismos. Sus ventanas nunca están abiertas a la duda. Padecen, a veces, de cierta mezquindad narcisista y son muy conservadores de su pasado (en algunos casos, inédito). A pesar de su, aparente, valentía, les da miedo impugnar el destino previsto (cuando no aparecen en él). Antes de firmar algo realizan treinta y dos llamadas y, un poco más tarde, cotejan los nombres y apellidos de los firmantes para ver quién falta. Ejercen una primitiva solidaridad de la tribu, al tiempo que son capaces de dejar en la más absoluta intemperie a quién no respira a su mismo ritmo e intensidad... Se esmeran en contar las silabas que soportan su “merecido” prestigio y son cicateros en la admiración de lo ajeno. Unos trabajan desde hace tiempo por méritos propios y otros nunca trabajaron (desde hace muchísimo más tiempo). Si no estás aquí (vienen a decir), ¡no existes! Ejercen un continuo asedio, alimentando sospecha tras sospecha, sobre los que andan perdidos y solos. Todos ellos tienen una gran debilidad con los poderosos de turno (o de su turno). Su soberbia no nace del genio, nace del complejo. No saben (les falta conocimiento y soledad) que van a dejar de ser útiles dentro de poco.
Nota: estas palabras están dedicadas, con profunda admiración, a Giordano Bruno y a su soledad. Fue radicalmente abandonado por todos y cada uno de los “cultos” de su época. Parece ser que él carecía de la necesaria “estrategia”. Ay.
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