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México celebra la muerte con tradición y alegría

Marian Castro

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Estos días nos acecha la nostalgia, el recuerdo... o para algunas personas el olvido, como forma de coexistir en panteones, cementerios de ciudades y pueblos de España. Pero aún cuando ha llegado la moda importada de yankilandia del disfraz y el muerto viviente, es una celebración triste en el mundo occidental.

Contrasta con la celebración alegre de la tradición del Día de Muertos, este 1 y 2 de noviembre en México (una de las cosas que más me sorprendieron de esta cultura cuando llegué hace unos años). La muerte, siendo una tragedia diaria en este país tomado por el narcotráfico, es motivo de alegría y festejo en estos días en que se recuerda a esos que ya no están. Pero justamente porque visitarles en los panteones, montar sus ofrendas y altares con todo aquello que más le gustaba al fallecido, para que -según dicen- bajen por una noche a hacernos compañía y compartir con los vivos, es una ocasión de júbilo. Es la tradición más típicamente mexicana, herencia de la cultura maya y azteca donde la muerte era un rito de respeto a los dioses, de un pueblo guerrero y en constante lucha, como es el mexicano. Mestizaje y tradición.

Las “calacas”, esas calaveras adornadas de tan alegres colores, se convirtieron en una forma también de reivindicación durante el siglo XIX contra la represión del régimen de Porfirio Díaz, llevadas a los periódicos por un caricaturista mexicano llamado José Guadalupe Posada y que poco después, el grandioso artista Diego Rivera reinventó esa calavera garbancera en lo que hoy conocemos como Catrinas. Esas señoras elegantemente vestidas, risueñas, que conservan su belleza pese a su complexión huesuda, ya saben, la muerte hecha mujer de vida alegre, de opulencia, de aparentar algo que ya no es.

El ritual de celebrar la muerte en México para festejar aún con más alegría la vida es de manual. Reír, dar color al blanco y negro de la tristeza del adiós y el recuerdo al ser querido, convertir un cementerio en una fiesta llena de color, flores, velas, música... ¿Quién dijo que la vida ha de ser todo alegría y la muerte todo tristeza? Es de las mejores lecciones que podemos aprender del pueblo mexicano y algo que sí merece importar como tradición. No una simple fiesta de disfraces, un carnaval.

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