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La Primera Hora tras el Parto

María Isabel Martínez

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Imagino que todos alguna vez nos hemos intentado poner en la piel de esa madre que pare a su hijo, tratando  de imaginar qué ha podido sentir o cómo ha podido vivir la experiencia, e incluso la sometemos a un tercer grado para que nos cuente con todo lujo de detalle la vivencia, ¿a que sí?, oye...y fenomenal me parece, porque esa madre necesita ser escuchada y sostenida tras esta experiencia, que ha podido ser armoniosa y maravillosa, y estará deseando hacerte partícipe de ella o por el contrario, muy distinta de lo que había imaginado, incluso en el peor de los casos, hasta traumática, necesitando ahora más que nunca esa mano amiga que la va a escuchar y le va a dar el apoyo necesario para superarlo.

Pero...¿Y el bebé? ¿Nos hemos puesto alguna vez en su piel? ¿Hemos tratado de entender sus necesidades tras el nacimiento? Porque desde mi punto de vista, esto es tan importante como lo otro y en pocas ocasiones nos detenemos a reflexionar sobre ello.

Ya hemos hablado en alguna ocasión de lo que el bebé siente al nacer y por qué es necesario ese contacto piel con piel con su madre, pero hoy me gustaría enfocar la entrada a las sensaciones y sentimientos que el bebé puede experimentar durante el proceso de parto y en las primeras horas tras él, pues ello nos hará entender sus necesidades y nos motivará a propiciarle las condiciones óptimas para su correcta adaptación a la vida extrauterina, para que su experiencia sea integrada correctamente en su sistema nervioso.

¿QUÉ SIENTE UN RECIÉN NACIDO?

Imaginaos un paraíso en el que no te falta la comida, el calor, la respiración, los cálidos mecidos, las sensaciones placenteras, la vida contemplativa, donde no nos molestan los ruidos, las luces, ni los sentimientos negativos se apoderan de nuestra mente. No me negaréis que parece un modus vivendi perfecto, ¿no? Pues lo es. Estas son las sensaciones que el bebé experimenta intraútero y creedme, parecen más que envidiables -más de uno nos cambiaríamos por una de esas bolitas babosonas-, ¿cierto?

Pero fijaos, un buen día ese idílico “ecosistema perfecto” parece volverse hostil, ya no nos quiere allí dentro -a la sopa boba- y nos lo hace saber empujándonos  y comprimiéndonos para, de forma más que evidente e imperativa, indicarnos dónde está la salida. Y allí está ese bebé experimentando estas sensaciones nuevas, desconocidas y desconcertantes. Tras idas y venidas, tras horas de “tira y afloja” donde poco a poco va comprendiendo que no tiene nada que hacer para poder revertir la situación y volver a su remanso de calma y paz, termina por asumir inconscientemente que algo nuevo está por pasar y que ya no hay vuelta atrás.

Obviamente, el bebé no puede experimentar esas sensaciones de forma consciente, o al menos eso dice la ciencia, pero...¿Y si no fuera así? ¿Y si pudiera procesar esta información de forma real y consciente?.... Imaginaos pasando por el interior de un tubo en el que apenas cabemos, que nos comprime y nos estruja cada minuto, donde no podemos movernos ni estirarnos y donde nos encontramos sin evidencia de un destino conocido. Minutos u horas interminables donde sólo deseamos que todo termine pronto.....

Y al final termina. Una de las sensaciones que primero experimenta el bebé tras salir del cuerpo de su madre, es la gravedad, que viene a ser como si nos cayera un peso enorme encima que nos inmoviliza y nos desconcierta. Ellos dentro del útero, estaban inmersos en líquido amniótico y casi en situación de ingravidez, con lo cual, esta sensación cuando menos, le debe de resultar algo agobiante, ¿no os parece?

Dentro del útero, la temperatura a la que ha estado viviendo el bebé oscila entre 37ºC. y 39ºC. , es decir, en términos generales ha disfrutado de un calorcito bastante agradable y no ha tenido que desplegar mecanismos fisiológicos para mantener su calor corporal, pues no hacía falta alguna. ¿Cuál puede ser la temperatura media de un paritorio? Lógicamente, variará dependiendo de la época estacional en la que nos encontremos, pero pongamos como referencia la temperatura recomendada como “de confort”, es decir, unos 24ºC.-25ºC. Fijaos que ya tenemos una diferencia térmica de más de diez grados. por tanto, ¿cuál es la siguiente sensación experimentada? El Frío, además de la necesidad de poner a trabajar por primera vez los mecanismos de regulación de la temperatura corporal, que lógicamente, llevan su tiempo. De ahí su color amoratado en general, pero sobretodo en labios, pies y manos donde es especialmente evidente.

Sonidos, luces. No podemos olvidar que dentro del útero, las sensaciones vividas se experimentan de una forma atenuada, por tanto, imaginad la incomodidad de una luz completamente cegadora, que le impide abrir los ojos o el sonido atronador de todo cuanto acontece a su alrededor, voces, sonidos, que lo confunde y aturde.

El tacto. Ese bebé que acaba de nacer no había sido tocado nunca, por tanto, será la primera vez que experimente la sensación del tacto sobre su piel y la manipulación de su cuerpo. A los recién nacidos se les practica una serie de procedimientos rutinarios como la aspiración de secreciones, la  administración de vacunas y vitaminas, colirios, test de Apgar, pesado, tallaje, etc... (de lo que hablaremos despacio en otra entrada), que aunque están encaminados a su reanimación y a la prevención de complicaciones, pero que como poco intuimos que le deben incomodar, sobretodo esos dos pinchazos y la aspiración de secreciones.

Por eso los bebés lloran nada más nacer, por un lado, para abrir bien sus pulmones pues se estrenan en la respiración autónoma, pero por otro, también para hacer notar su incomodidad y miedo. El llanto actúa como una forma de reclamo para la madre, pues con él te está diciendo “que vengas a buscarle, que te necesita”.

Y para terminar, la sensación de desprotección y vulnerabilidad en todo este tiempo. Que el bebé vaya de mano en mano, a merced de todos y todo sin saber si eso es bueno para él o no, si le van a hacer daño o no, si peligra su vida o no,  eleva sus hormonas de estrés (catecolaminas y noradrenalina) que han ido aumentando a lo largo del proceso del nacimiento, a lo que unimos las que recibe vía cordón durante el proceso de parto (adrenalina y oxitocina) liberadas por su madre y que lo hacen estar por un lado, estresado, pero por otro, el bebé mantiene un estado de “alerta tranquila” que lo hará estar receptivo, con los ojos abiertos buscando la mirada de su madre, e intentando localizar y dar alcance al pezón materno, vital para su supervivencia.

LA IMPORTANCIA DEL PIEL CON PIEL

Visto lo anterior y en virtud de la necesidad de calmar y atender a ese bebé ¿Cuál os parece la actitud más respetuosa para él y para su madre? Lógicamente será la de favorecer que ese bebé vaya al pecho de su madre lo antes posible, en contacto piel con piel.

Entre los múltiples beneficios de “respetar esa primera hora sagrada” se encuentra el hecho de que cuando colocamos al bebé encima del cuerpo de la madre, éste reconocerá su olor, el latido del corazón y el calor de su piel, con lo cual se irá tranquilizando en favor de una mejor interacción entre ambos. No sabrá dónde está o qué ha pasado, pero al menos sabe que está cerca de su madre, esa que lo ha protegido y alimentado todo este tiempo dentro del útero y la única persona de la que no desconfía.

Entre ellos se produce una reacción química de amor propiciado por la oxitocina, lo que  hará que ambos sufran un proceso de “enamoramiento inmediato” que favorecerá el desarrollo precoz de los tan necesarios y potentes vínculos afectivos entre los dos.

El bebé, gracias a ese estado de “alerta tranquila”  reptará por el cuerpo de su madre intentando alcanzar el pezón y comenzando a mamar instintivamente. Este hecho favorecerá la correcta colocación del bebé al pecho y aumentará la tasa de éxito en la lactancia. La madre experimentará una subida más precoz de las hormonas que propician el inicio de la lactancia (prolactina y lactógeno placentario, entre otras) y eso hará que la leche fluya antes.

La temperatura corporal de la madre aumentará en unos dos grados para calentar a ese bebé y hacerle una especie de “efecto incubadora” que lo ayudará a mantener su temperatura corporal y a evitar la hipotermia. Por eso es muy importante que ambos estén desnudos en contacto piel con piel y el bebé tapado por su espalda con una toalla caliente para evitar enfriamientos.

Centrémonos también en la sensación del tacto. Decíamos antes que nunca antes había sido tocado y tengamos en cuenta que la piel es el mayor órgano de los sentidos y por donde más cantidad de información y estimulación recibimos. Ese bebé necesita adaptarse al tacto con respeto y de forma progresiva, pasito a pasito, suavemente y con mucha delicadeza.

Interesante sería que los sanitarios también colaborasen pues hay determinados procedimientos que podrían esperar unos minutos. Pesar o medir al bebé algo más tarde no alterará los resultados de la medición, ¿no creéis? o la necesidad de poner la vacuna de la hepatitis o la antihemorrágica tampoco es tan tan imperiosa, podría esperar un ratito. Lo ideal sería que estas inyecciones se pusieran en el bebé aprovechando que esté ya agarrado al pecho de su madre y así minimizar el dolor mediante la “tetaanalgesia”. Las aspiraciones de secreciones bien podrían hacerse encima del pecho de su madre. Todas estas medidas  (que por supuesto, son necesarias pero no de forma inminente) realizadas de forma distinta, harían que el proceso de adaptación de ese bebé a la nueva vida extrauterina fuese más armonioso, pacífico y respetuoso.

Y por último, qué decir de cuando llegamos al “momento habitación.” Todos los familiares deseando coger al bebé, explorarlo (a ver si viene completito), pasarlo de mano en mano de nuevo, y volviendo a estresarlo y a separarlo de su madre.

Cuando un bebé nace necesita, estímulos suaves. Bajamos la intensidad de la luz de la habitación, hablamos suavito y sin gritos ni conversaciones subidas de tono. Dejamos que sea la madre la única persona que toca a ese bebé, ¿Por qué? pues porque los bebés nacen casi “estériles” y al interaccionar con el medio, su piel va a ser colonizada por microorganismos que formarán su flora bacteriana habitual, pero recordemos que ellos nacen sin defensas ni sistema inmune competente aún, con lo que necesita ser colonizado sólo por la flora de su madre, que a su vez, le estará pasando vía teta las defensas necesarias para no padecer infecciones. Si la mamá no está bien, es el padre quien debería coger a ese bebé de forma exclusiva, pues dos personas que conviven habitualmente, también “comparten” flora microbiana, con lo cual el bebé estará protegido igualmente de la colonización de los gérmenes de su padre. Pero no tendrá defensas para los gérmenes de su tía, la prima, el compañero de trabajo de mamá, la abuela y su sobrino..... ¿comprendéis?

Y por último, dejemos que esa madre y ese hijo se inicien juntos y tranquilos en el ritual de la lactancia, sin miradas indiscretas, sin consejos no pedidos, sin observaciones imprudentes. Todo lo que ambos deben saber sobre la lactancia, ya lo traen integrado instintivamente, déjalos que lo exploren juntos.

En fin, aquí os dejo esta pequeña reflexión para que nos resulte más fácil ponernos en la piel del otro en momentos claves como son el proceso del parto y nacimiento.

Y en cuanto al terreno profesional, poco a poco deberíamos ir tomando nota y ser más empáticos con ese nuevo ser que necesita a su madre y unas mínimas condiciones de respeto como persona que también es.

Centro de Educación Maternal y Recuperación Puerperal

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