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Santorini, isla azul

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Fidel Del Campo

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Santorini es a día de hoy una de las mecas cruceriles del Egeo y por ende de Grecia. No es lugar tranquilo en verano, pero como el resto de islas griegas es absolutamente bella y muy recomendable fuera de temporada. Detallo algunas pistas para su visita. Hay mucho blog suelto con buena información.

Paraíso de vulcanólogos. Lo que hoy pisamos en esta isla de las Cícladas, en el ombligo del Egeo, son restos de una de las explosiones volcánicas más conocidas por el hombre. Deflagración mítica a la que algunos identifican como origen de la leyenda de la Atlántida. La isla arcaica saltó por los aires, creando trozos de tierra desgarrada sobre el mar con una enorme caldera inundada a manera de laguna que baña la isla principal, donde está la capital, Thira, para entendernos Fira. Tambíen están Palea Kameni y Nea Kameni, dos islas bañadas por la caldera y la hermana mayor Thirasia.

Subir a Fira.

Aunque llegues a Santorini por avión debes bajar al puerto que hay justo debajo de Thira para subir de nuevo hacia el pueblo, que está colgado en lo más alto, como una terraza abierta. Hay tres vías para ascender: a pie, en burro y en teleférico. Me inclino por la primera y la última pues confieso que me dio pena subir a lomos de uno de los pollinos que de forma autómata sube por el camino de piedras que en zig zag te deja en el centro de pueblo.

Callejeo por Fira. La primera sensación al pisar Fira es de estar en un laberinto cúbico de casas azules, techos y cúpulas de azul intenso. Azul que se repite con el del cielo y el mar en una imagen que no se escapará ya hasta que no te marches. Metidos en Fira no queda más que explorar sin guía previa. Hay que dejarse llevar por este pueblo encaramado entre rocas. La ciudad de hoy es producto del último terremoto destructivo, en 1956. Es retorcido como manda el urbanismo mediterráneo, pero resulta facilón patearlo, dado que siempre tenemos de referencia el enorme barranco de varios cientos de metros de altura que la separan del puerto y del mar. Se trata de curiosear por entre sus casas encaladas, de notar la brisa que sale de sus portones pintados de azul y de acceder a azoteas y terrazas accesibles desde la calle al estar todo construído en un endiablado juego de niveles. La parte más espectacular está en uno de los extremos, camino del vecino pueblo de Oia. Allí se suceden casas, restaurantes y pequeños hotelitos escalonados, colgados sobre el monte mirando al mar.

Playas. Más de una quincena de playas y calas coronan los bordes de la isla principal, sin contar con las adyacentes. Las hay rojizas, blancas, negras y rocosas pero siempre bañadas por las aguas a veces azules a veces turquesas de un Egeo aún limpio.

Huir a Thirasia. Es la pequeña isla frente a Santorini, unidas en una sola hace miles de años, ahora hermana pequeña independiente. En la misma Fira hay agencias que facilitan excursiones y en el puerto barcos que pueden llevarte hasta allí para disfrutar de un día de paseos y relax entre playitas casi vacías, incluso en verano.

Comer. No voy a descubrir aquí la cocina griega, esencialmente marinera en esta isla pero que no olvida básicos de este extremo balcánico de Europa. Cremosas mousakas, berenjenas rellenas, hojas de parra con delicias en su interior, salsas de yogur... cocina natural, fresca y contundente. Indispensable formarse un poco en ella antes de disfrutarla.

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