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Plazas burguesas, plazas revolucionarias

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Fidel Del Campo

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Dicen que son el alma de las ciudades. Nacidas como meros recuadros para el desahogo muchas, otras para el mercadeo y las menos para el simple deleite estético. Europa es continente de plazas casi por genética, desde los foros clásicos. Ahora, por mor del descontento social y las ganas de ocupar las calles vuelven a estar de moda como sitio para desarrollar eso que llamaban los antiguos la “res pública” y algunas han vivido, de nuevo, alguna que otra revolución. Repaso algunas:

Plaza Bessarabska. Plaza mercado y cruce de caminos hacia el centro de Kiev, que es ciudad de destrucciones, invasiones y revueltas. Este espacio callejero de Ucrania no tiene la fama de sus hermanas mayores, como la plaza de la Independencia (los oriundos la llaman simplemente Plaza “maidan”)  donde se ha vivido la caída de la URSS  y revueltas posteriores, de la revolución naranja a los vientos de guerra actuales. Rezuma nostalgia. Fue lugar de paso de Zares, de Stalin, de las tropas de Hitler, de guardianes de Lenin…siempre adaptada a los tiempos. Metida en el casco viejo, la Kiev histórica, y rodeada de un ornato imperial no demasiado retocado. Pateada por los ciudadanos como encrucijada  y como sede de uno de sus mercados, Besarabsky, construido a inicios del siglo XX en honor de los mercaderes de Besarabia que hasta aquí llegaban para vender sus productos. Una puerta de Kiev donde estuvo hasta nada una gran estatua de Lenin, que ni siquiera la caída de la URSS había tumbado y las últimas y tan oscuras revueltas han echado finalmente abajo. Y es que eso de borrar la Historia y hacer que nunca ha sido es una manía muy europea…(así nos va).

Plaza de la Ciudad Vieja, Praga. Este espacio abierto y próximo al río Moldova es lugar de mercado y tiendas desde el siglo XI.  Tiene el impronunciable nombre en Checo de Staromestské Namesti y aunque ahora es lugar para el turismo, el ocio y el simple paseo guarda historias turbulentas, ejecuciones y guerras urbanas desde el revuelto siglo XVII. Es como tantas otras plazas de Europa un símbolo nacional por haber dado ubicación a periodos históricos de su pueblo, de un fuerte nacionalismo, hasta lograr salir de los Habsburgo y de su unión malograda con Eslovaquia. Impresiona su dimensión y la profusión de fachadas barrocas aunque el viejo Ayuntamiento y su reloj astronómico sigue siendo parada obligatoria, como lo es también su inconfundible silueta con la mirada de las torres gemelas de la Iglesia de Nuestra Señora de Tyn, 80 metros de altura cada una. Un rincón burgués en una ciudad llena de acción.

Grand Place, Bruselas. Sitio para los gremios y las asociaciones de artesanos e industriales bruselenses desde los viejos tiempos de los Habsburgo. Esta plaza nació por y para las familias burguesas de Flandes y los territorios bajo el control de los españoles, para ser luego símbolo, también, de una ciudad y por extensión de un Estado, la moderna Bélgica, hoy también puesta en entredicho por los vaivenes nacionalistas. El Ayuntamiento preside una infinita sucesión de fachadas nobles, detrás de las que cada sector cívico ha tenido por siglos su espacio. Los franceses la quemaron casi entrando en el siglo XVIII  pero su condición de sagrado lugar hizo que los bruselenses no dudaran en reconstruirla pieza a pieza. No tiene ya vida comercial ni profesional, si acaso cultural y turística pero su belleza permanece. Un detalle: cada dos años en agosto se tapiza su suelo con medio millón de begonias.

Plaza de San Marcos, Venecia. El gran salón de Europa, la llamó Napoleón. ¿Qué se puede decir de este rectángulo mágico?. Es pura recreación de belleza y armonía, en combinación con el agua del Gran Canal y la silueta oriental de la gran basílica que la arropa en uno de sus frontales. Y claro está, el Campanile, reconstruido no hace mucho tras colapsar por el pasar del tiempo. San Marcos no es, sin embargo, una plaza feliz. Vomita a raudales tristeza por no ser ya más que un lugar para que japoneses y españoles gritones hagan sus fotos antes de que salga el crucero que les espera hacia Dubrovnik. Le pasa a toda Venecia. Yo, personalmente, no me resisto a pensar en Muerte en Venecia y en nuestro compositor moribundo en búsqueda de la belleza mientras se derrite su tinte negro y se dirige a la muerte. La dulce muerte de la burguesía.

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