Alejandría
Volamos a Alejandría y lo hacemos viajando en el tiempo. Es el año 331 antes de cristo. Alejandro Magno esta acabando con cualquier resistencia a su poder. Desde su pedregosa Macedonia es ya el dueño de oriente y occidente. Aunque no muy amado por los griegos difunde su cultura y modelo de vida y lo fusiona con fenicios, persas, pueblos de las estepas y egipcios. Dicen que una noche tuvo un sueño. Se le apareció un anciano de cabellos blancos. Le recitaba con insistencia un pasaje de la Odisea en donde se le describía un lugar mas alla del delta del nilo, frente al mediterráneo, junto a una isla llamada Faros. NO lo dudo marcho hacia allí. El historiador Plutarco, siglos después contaba de esta forma lo que hizo: Entonces mandó traer harina para marcar él mismo el enclave de la futura Alejandría (pues no se disponía del yeso con que solía hacerse) y él mismo dibujó el círculo en forma de manto macedonio. No bien hubo terminado cuando empezaron a llegar desde el río y desde el mar pájaros grandes y diversos que se dedicaron a comer toda la harina esparcida. Cuando vio lo que estaba ocurriendo, Alejandro se turbó muy preocupado pensando que se trataba de un mal augurio. Pero Aristandro, el vidente que lo acompañaba supo interpretar el buen augurio y que el proceder de los pájaros pronosticaba que la ciudad sería tan rica y próspera que podría nutrir a todos los hombres de todas las razas.
La Alejandría de todas las razas y culturas. Griegos, judíos egipcios. De todas las religiones: de Isis, al Dios de los Coptos... Desde su nacimiento quedaba marcado el destino de una ciudad hecha para abrir a todos sus puertas. Lugar de negocios, de comercio, de riquezas, pero también de ciencia, de cultura, de arte. Abrumadora de esencias orientales y raciocinio occidental. La mezcla imposible hecha realidad por siglos. Queda hoy poco de aquella urbe de urbes, de la patria de los Tolomeos, de Cleopatra y sus amores romanos, capital de la ciencia con su Museo, institución que por seis siglos acumulaba el saber y la investigación en campos como la astronomía, la ingeniería o la botánica. Patria también de Hypatia,mártir de la ciencia, de la literatura y del amor por preservar lo logrado, con su Biblioteca (ahora felizmente rescatada) que terminaría ardiendo como símbolo del fin de unos tiempos pasados. El científico norteamericano Carl Sagan llego a decir que si esta ciudad no hubiese sido engullida por llos fanatismos religiosos la Humanidad actual llevaría siglos de adelanto técnico y cultural del que ahora disfrutamos.
Y es que Alejandría sufrio y mucho tras el hundimiento de la antigüedad, ni siquiera pudo disfrutar de la brillantez del mundo islámico que no se fijo demasiado en ella, quizás por sus raíces en exceso griegas, quizás porque otras grandes como Estambul monopolizaban el comercio y las rutas internacionales. Cuando Napoleon cabalga por sus calles entrado el siglo 19 se encontró con un poblado de 7.000 habitantes, olvidado y discreto. Pero el alma no muere y la ciudad resurgiría décadas después atrayendo de nuevo a griegos, italianos, levantinos del oriente próximo y combinando el comercio con la llegada de la bohemia europea, los palacetes, las fiestas, los grandes hoteles y La Corniche, el gran paseo marítimo por donde andar para ver y ser visto. Seran tiempos de fiestas, de bailes de salón y de vida hasta llegada la segunda guerra mundial. Luego, el nacionalismo egipcio y los nuevos tiempos volverán a removerla a la espera de tiempos mejores tras las expectativas no del todo logradas de las revueltas árabes. Aun hoy , sentados en un cafe mirando el mar o disfrutando de la brisa nocturna en el puente stanley entre una coqueta playa puede respirarse ese aire profano, alejado de preceptos religiosos y profundamente humano de Alejandria. Nuestro vuelo nos ofrece una concentrada visión de bloques de pisos viejos, tejas corrompidas por el salitre, azoteas. El barrio antiguo y turco, el griego, las extensas áreas residenciales que han roto la original urbanización rectilínea de la ciudad antigua.
Ciudad de sol mediterráneo, dorado y persistente.
De sal y noches cálidas. La esencia de Alejandría permanece en el viajero mas sensible, el que no busca grandes monumentos ni artificios. Si te sientas a tomar un café en La Corniche y dejas pasar la tarde, lo puedes entender….
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