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Sobre este blog

Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada. 

Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta. 

¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.

Los “Messala” de la vida

Ben Hur

Magdalena Entrenas

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No hay Semana Santa sin torrijas y tarde de Ben Hur en la TV (por supuesto, la auténtica cinta de 1956 y no ese remake dulcificado de 2016). Y este año no podía ser diferente con el regusto, además, de la lluvia tras los cristales. Y es que en el conflicto de intereses que ha habido esta Semana Santa entre los que esperaban los claros de sol para procesionar y los que deseaban que el agua cayera a mantas, sin solución de continuidad, me incluyo entre los segundos.

Insólito me sigue pareciendo el llanto, los duelos y quebrantos de los afligidos por no salir en procesión por la lluvia, como si el núcleo central de esta semana fuera eso, “vestirse de nazareno”, ignorando el auténtico significado de la estación de penitencia. La cuestión es: ¿cuántos de los que participan en estos “desfiles procesionales” practican el significado religioso de fe, esperanza y expiación penitencial de las propias faltas?... Ahí lo dejo. Menos mal que allí arriba, que saben de verdad lo que es importante, han ninguneado a algunos, enviando tanta lluvia como para abrir las compuertas de algún embalse y alejar de nuestro horizonte las restricciones por sequía.

El caso es que viendo por decimoctava vez Ben Hur, la película de once Óscar, doscientos camellos, dos mil quinientos caballos, diez mil extras y la carrera de caballos más famosa y espectacular jamás rodada en el cine, con el decorado más grande construido (la pista se chupó 36.000 toneladas de arena de playa), reparé por primera vez en la trascendencia del personaje sobre el que pivota el de Judá Ben Hur y pensé que, en realidad, hay demasiados Messalas por el mundo.

Lo peor de todo es que Messala es uno de los nuestros. De nuestra profesión, de nuestros amigos e incluso de nuestra familia, y eso es lo que lo hace especialmente dañino. Porque si te hace el mal alguien que no te conoce, no es que el daño sea menor, pero el sentimiento de traición y deslealtad no existe.

Los buenos Messala son envidiosos y aborrecen al Judá Ben Hur de su vida, por la sencilla razón de que representan todo lo que ellos no son capaces de ser o sentir. Los Messala de la vida, además, utilizan técnicas ventajistas contra sus oponentes, a modo de afiladas cuchillas en los ejes de las ruedas para destruir sibilinamente y, finalmente, son de los que prefieren morir matando.

Y es que desconocen cuándo ha llegado el momento de parar, de perdonar, si es que alguna vez fueron ofendidos, de rectificar, o de reconocer los propios errores, de dar un paso al frente y decir: “lo siento”. No, ni mucho menos, antes de eso prefieren en su lecho de muerte susurrarle al oído a su Judá Ben Hur lo que sepan que le hará sentir el máximo dolor.

Hoy, Día de la Resurrección, es un buen día de cambio a mejor vida. Desterremos a los Messala de nuestra vida y sintámonos bendecidos por esta lluvia purificadora que llegó, incluso a pesar de algún Obispo.

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Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada. 

Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta. 

¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.

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