Andar no es igual que caminar. Andan los sonámbulos, andan deprisa los ejecutivos por Wall Street, andan de arriba abajo los funcionarios en los edificios públicos y de un lado a otro los presos en el patio de la cárcel; andan los enfermos por los pasillos del hospital, los niños con el andador y los ancianos con el tacataca; andan sin rumbo los que no saben dónde ir.
Caminar es una cosa muy distinta. Caminar es recorrer una ruta definida, adentrarte en un camino. El camino que te lleva hacia el trabajo, el camino de vuelta a casa, o el que emprendes en busca del amor que te está esperando en una esquina del mundo; el camino valiente para llegar a una cita que te cambia la vida y el camino al lugar que perteneces y al que siempre debes volver. El camino al colegio para recoger a los niños, el del supermercado a por la compra y el que te deja en la puerta de una amiga después de un día de mierda. Incluso el camino con la comitiva hasta el campo santo. El último camino.
Los caminos siempre van, vienen, empiezan o terminan y son un objetivo en sí mismos. Dicen por eso que hay que disfrutar el propio camino. Incluso aunque sea un camino sin retorno, porque será la manera de aprender para el futuro. No comprendo a quienes no emprenden su camino, el que sea. La inmovilidad es lo único comparable con la nada.
Por si les ayuda, los médicos dicen ahora que caminar es la mejor medicina. Para el cuerpo y para el alma. Eso sí, siempre mirando al frente, erguidos, componiendo la figura, metiendo abdomen y apretando glúteos. Y reparar y disfrutar de cada pequeño detalle, por insignificante o trivial que sea. La frutería de siempre, la tienda de arreglo de calzado, la panadería que huele a pan recién horneado.
Caminar descalzo, caminar junto al mar, caminar bajo la luna llena, caminar como un nómada, incluso caminar con el olfato, como un peregrino, o caminar solo para perderse ... caminar hasta de 52 maneras distintas, según el libro reciente de Annabel Streets. Y si aún tienen alguna duda, escojan cualquiera de los “Caminos naturales” de la España fascinante, esos tan inspiradores que se nos ofrecen en el bonito anuncio que el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación acaba de regalarnos y que me ha regenerado las ganas de seguir caminando.
La escritora feminista, política y crítica de arte, mezcla de culturas y ascendencia judía, Margarita Nelken ya lo dijo, además, en referencia a las mujeres “… la libertad de caminar fue aún más emancipadora que la libertad de trabajar” ¡Qué gran frase! ¿no creen?
Así que me voy a caminar, me voy al camino, al de Santiago. No sé si alguna vez dejé de estar en ese camino, porque hay caminos que nunca te abandonan. Volveré. Me dicen que además debo hacerlo para votar en una semana. Si solo fuera por eso creo que me perdería para siempre en este nuevo camino.
Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada.
Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta.
¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.
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