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Solsticio

Carlos Puentes

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Son casi las 3 de la mañana cuando retomo definitivamente el artículo de hoy. No es que sea gran cosa, pero como curiosidad gilipollica para curiosos propietarios de la máquina repartidora de etiquetas, ahí queda. Son casi las 3 de la mañana, noche cerrada, niebla cerrada. Se acerca una de las noches mágicas de los antiguos heredada como noche de encuentro hasta nuestros días. Se acerca el que será el día con menos horas de luz en todo el Hemisferio Norte, momento a partir del cual el sol se alzará más y más en el horizonte cada día que pase hasta el próximo 21 de junio.

Es el solsticio de invierno, para los creyentes, la navidad, la natividad del mesías, el nacimiento de la luz y su victoria sobre el manto de frías tinieblas, aquel viejo rito mitraico que salió mal parado gracias a la labor de Constantino I el Grande, pero que al menos quedó impregnado, por los siglos de los siglos, en toda nuestra liturgia cristiana. ¿Que qué digo? Pues lo que todo el mundo sabe, que la navidad es un rito pagano de adoración al Sol como la copa de un pino, y que el cristianismo no es más que el niño bien de una clase dirigida por un emperador del Bajo Imperio Romano a órdenes de un obispo cordobés, ¿les suena lo de la casa de Osio? Así que ya saben, la próxima arcada que les venga al comprobar como pretenden tocarles la fibra, haciendo provecho del estado de parálisis y depresión colectiva, para venderles rollizos mazacotes de mortadela, denle las gracias a Mitra y a la estatua de Osio que hay en Alfonso XIII.

A lo que voy, llega un día más que significativo en el calendario astronómico y meteorológico mundial. Es cierto que este próximo viernes es el día en que acaba la cuenta larga del calendario maya, y último día de la feria que televisiones, editoriales e imbéciles de todo pelaje se han montado para sacar la pasta de uno u otro modo a incautos de la parafernalia apocalíptica, créanme, si quieren apocalipsis, lean los desvaríos semanales de cualquier economista de la escuela austriaca, o de casi cualquier economista de la Tierra Plana.

Pero no, este viernes es el comienzo del invierno meteorológico al norte del Trópico de Cáncer y lo lógico en estas fechas es que la nevera ártica llegue a su máximo apogeo, momento culmen de enfriamiento del mayor congelador natural que tiene el planeta Tierra. Se da la curiosidad de que en los momentos en que la atmósfera cambia su tendencia hacia un progresivo calentamiento, esta nos introduce de lleno en la estación de las nieves, los hielos y las mañanas heladoras. ¿Y cómo es esto posible? Pues porque a partir de ya empiezan los grandes desalojos de aire frío desde el norte europeo como consecuencia del extraordinario potencial energético acumulado al norte del paralelo 60. Es por ello que viene ahora el que tradicionalmente es el mes de la nieve y el frío en nuestro país, entre principios de enero y mediados de febrero. Comienza ahora por tanto la época más interesante para los amantes de los seguimientos de nortadas y siberianas. Les pongo en situación, las últimas tres nevadas que se recuerdan en la capital, 29 de enero de 2006, 25 de enero de 2007 y 10 de enero de 2010. Tres fechas para el recuerdo meteorológico en este pequeño rincón del mundo, sin mencionar el febrero de 1954 y 1956, que pertenecen a la mitología meteofrikológica universal.

El problema es que la tendencia que se observa en los modelos de cara a los próximos días, y hasta finales de año, es la de tedio meteorológico, con la mardita dorsal africana, a la que recordarán de episodios como el del veranillo de San Miguel, que ha vuelto a instalar sobre la península altas presiones con vientos de componente sur. Esto es, secarral por un tubo, ascenso de temperaturas y presencia de preciosas nieblas matutinas mientras el flujo atmosférico del Atlántico nos siga afectando de lleno. Un bloqueo anticiclónico de órdago con el posible paso de alguna vaguada que nos traiga cierta inestabilidad y descenso térmico de cara a Nochebuena.

Lo interesante, que mientras diciembre siga así, el congelador ártico seguirá enfriándose en pos de un enero como nos gusta tener a los freaks de la meteo, porque desalojos, por dinámica atmosférica, los tendrá que haber, otra cosa será el cuándo y el dónde. De mientras eso, nieblas y neblinas, ascenso de temperaturas y el atisbo de una nochebuena pasada por agua de la que hiela la sangre. Sé que muchos de los que me leen se alegrarán sobremanera de saber que podrán seguir dando de lado por el momento a las sábanas de franela, los guantes y las tiritonas de por la mañana, pero escondan el cuello que tras el solsticio, como mandan las buenas costumbres meteorológicas, llegará el invierno.

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