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Lo normal

Carlos Puentes

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Pasan los primeros días del inicio del año meteorológico, cuyo comienzo coincide con el primer minuto del reloj biológico que nos obliga a los seres humanos de este lado del Ecuador, a levantarnos a deshoras para pensar qué dichosa carambola de la vida nos obliga a hacerlo. Comenzamos año y propósitos de enmienda, con la esperanza, vana esperanza, de mejorar las ratios de consecución de los propósitos del año anterior. Abandonamos recién sobrepasado ese perezoso momento del primer despertador del 1 de septiembre, un verano de vagancia, de excesos a la solana playera, y diferentes y muy variadas broncas con aquellos con los que compartiste viaje.

Ese primer momento, el de abrir un legañoso ojo para palpar tontamente la mesilla en busca del móvil, busca cierta ilusión en la esperanza de abandonar, al menos, la monotonía veraniega de mañanas, tardes y noches de sol constante, y de los 40 gradazos con que los días tienen la puñetera costumbre de hacernos compañía en el Valle del Guadalquivir. Este año, al menos, quedará para el recuerdo la falsa y tonta ilusión de un verano ligero, anormalmente fresco. A falta de que Aemet publique su periódico informe climático de los tres meses anteriores, lo que ya es más o menos seguro, es que la temperatura media del recién terminado verano meteorológico coincide cuasi milimétricamente con la media de los últimos 50 años.

Confunde el hecho de haber tenido un mes de julio con clara circulación de poniente, que refrescó el ambiente más de lo normal para lo habitual en aquellas fechas, pero el resto, tal y como decía esta semana Miguel Moya, roza lo normal incluso en la vertiente irracional del asunto, reza así el bello epíteto:

Verano normal en Córdoba: las correspondientes tardes +40 ºC, alguna noche horrorosa, muchas agradables (y frescas), e igual de exagerados.

Así, de nuestra normal anormalidad, cada 1 de septiembre desesperazamos el culo creyendo en vestir rebeca bajo la lluvia otoñal pensando en que lo peor ya pasó. Este año, por la puñetera casualidad, el destino ha querido devolver un comienzo de curso con una de las peores tardes que el verano ha tenido a bien sumar a las tablas de la estadística meteorológica. El cordobés, horrorizado, ya tiende a pensar que la iracunda divinidad nos va a meter ahora el verano que creímos no tener. Puede, si es que Dios existe, que esto sea castigo por averigüen ustedes que mal hecho antaño, pero lo cierto es que el análisis de modelos más elemental ya va insinuando un cambio en el Plan Divino que empezaría, al menos, a refrescar las mañanas de la segunda semana de septiembre, la que comience con las fiestas de la Virgen de la Fuensanta, antes Caimán.

La combinación del paso paralelo de dos borrascas por el Atlántico Norte, puede que facilite que una de ellas circule más al sur de lo normal para las fechas, devolviendo, al menos, la bonita sensación de que el otoño ya está aquí, y jodiendo, si es que la casuística así lo quiere, las tradiciones de nuevo cuño que el Ejército Imperial de este nuestro Ayuntamiento quiere meternos con el calzador de las buenas nuevas costumbres. Un bonito y evocador comienzo de curso, que irá marcado por las elecciones del próximo mayo y las acostumbradas mentiras, patrañas y embustes con las que gobernantes quieran embaucar a sus gobernados durante los próximos 9 meses, lo normal. Aquí estaremos para reírnos.

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