Matar al padre. Traer la democracia. Echarse a la mar
Cuenta Eslava Galán que el padre del Rey Juan Carlos, mi tocayo Juan, un tipo que pidió sin éxito amparo al régimen nazi para que le ayudara a sustituir a Franco, se quedaba con la mitad de las ganancias que sacaba el fotógrafo que le tiraba fotos con la gente que reconocía al aristócrata en el puerto de Estoril.
No cuesta imaginar al pequeño Juan Carlos navegando con su tatuado padre y escuchando el joie de vivre borbón de los labios de alguien que, como él, ni siquiera era el heredero legítimo a la corona, pero que sintió que su lugar estaba en lo más alto.
El pequeño Juan Carlos se tomó al pie de la letra las lecciones de su familia y traicionó a su padre. Hay que decirlo, en su familia es tradición la traición. Y resulta mucho más fácil entender el sentido patriótico del rey emérito cuando uno conoce su historia personal y la de los suyos.
De hecho, pocas figuras representan mejor a la España contemporánea que Juan Carlos. Es el epítome de quiénes con una mano agitan la bandera y con la otra pagan a su asesor fiscal para evadir impuestos. El españolito de a pie lo tolera porque España está llena de Juancarlistas que harían lo mismo si pudieran. De ahí que el joven Juan Carlos El Breve -que era cómo lo llamaban con sorna los franquistas- acabara ganándose el apodo de El Campechano.
Vale. Eso lo puedo aceptar. Lo que no voy a tolerar más es la estupidez de que el Rey Juan Carlos I trajo la democracia a España. Porque no es cierto. El Rey Juan Carlos I no trajo la democracia; el Rey Juan Carlos I vino dentro de la democracia.
Para que el Rey Juan Carlos hubiera traído la democracia a España, lo primero que tendría que haber hecho es someter la monarquía a un referéndum, que es el instrumento que mejor define a una democracia. Como no hizo eso, sino que su figura estaba incluida dentro de un plato de lentejas precocinado por ministros franquistas, la CIA y la socialdemocracia alemana, como mucho se podrá decir que Juan Carlos I vino con la democracia.
Lo cual tampoco es cierto del todo, porque Juan Carlos, con quien vino realmente fue con Franco, que tampoco fue un demócrata.
Digamos mejor que Juan Carlos I apostó por la democracia y ayudó a consolidarla. Pero, por favor, no digamos que la trajo él. Hagamos algo bueno por la democracia y no la regalemos al primero que pasaba por allí.
También hay quien dice que la historia absolverá a Juan Carlos. No me cabe duda. Este país tiene tradición en absolver borbones. Se llama restauración. España ha vivido unas cuantas a lo largo de su historia.
Personalmente, más que absolverlo, prefiero imaginarle un final melodramático. Solo, en su yate, en el mar, navegando. Pensando en cómo el hombre que reinó ha podido acabar sus días en la misma soledad que lo hizo su padre, aquel hombre que no pudo reinar.
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