El penalti
Parece muy fácil cuando lo señalan en contra. Nunca se ve tan claro cuando es tu equipo el que ha de lanzarlo. La pena máxima. El momento de la verdad. El desempate que nadie desea. El penalti. Un solo disparo sin vuelta atrás y toda una vida para pensar por qué se lanzó de esa manera, y no de otra. O para admirar la decisión de acertar a lo Panenka. Retrato de la personalidad o germen de una marca indeleble. Hay jugadores a los que un penalti les ha marcado la vida. Recuerdo uno marrado por Raúl ante la selección francesa que bien pudo ser la invisible puerta cerrada a su palmarés con la selección.
Pocas situaciones futbolísiticas resultan mejor metáfora del momento decisivo en la historia de una persona. O de uno de tantos momentos decisivos; porque a pesar de afrontar infinitas bifurcaciones a lo largo de nuestra vida, ninguna como aquella en la que tomamos conciencia de estar ante un paso crucial. Una decisión trascendente. Un salto sin red. Una puerta definitiva. Por fácil o propicia que parezca la situación, sentimos sus consecuencias tan graves que no podemos evitar tragar saliva, dudar, volver a saber hacer lo que creíamos que ya dominábamos de sobra. “A once metros de la gloria está más cerca el infierno. Por eso, no se oye nada. Por eso, algunos se han vuelto...”.
(Dedico hoy esta canción a Xisco en la esperanza de que no se preocupe demasiado por su reciente porcentaje de errores. Pero, bueno, que deje de tirar los penalties del equipo por un tiempo. No pasa nada. Pero que los tire otro. Por lo menos, durante los próximos meses).
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