Nuevos propósitos, viejas rutinas
Estamos a los pies de la cotidianidad más empinada e insoslayable. Tiempo de nuevos propósitos para viejos proyectos. De nuevas perspectivas y viejas rutinas. De anuncios de coleccionables de fascículos. De fin de resúmenes y balances de año para mirar sin más horizonte ya que el futuro inmediato.
Ayer los contenedores de envases e inertes andaban rebosantes de los restos de la paquetería propia de estos días epifánicos. Mucha, gente y desgraciadamente no es novedad, rebusca en ellos. Puedo asegurar lo que no van a encontrar. Restos de envoltorios de fichajes del Córdoba. Salvo Armando, que ya estaba fichado antes del parón, y que sirvió de carrerilla para la bravata institucional de los que vendrían (y que nos costó ahondar la grieta del vestuario y el partido con el Recre), nada. No se especificó el número, pero al menos serían un delantero y un medio organizador. Incluso tendría que haber bajas. La salida amistosa (pero menos) a última hora de Pepe Díaz y la cesión casi encañonado de Ayina han sido todo lo que ha dado de sí la enésima frustración blanquiverde. La de los jugadores que nunca quieren venir. Las de los que no conseguimos renovar. Por mucho que la economía más que delicada del club imponga la lógica prudencia en el capítulo de fichas de jugadores... ¿Qué se les ofrece? ¿Vales descuento para un supermercado? ¿Una ayuda social para guardería? No se me ocurren más que malos chistes. Porque, ¿Es posible que todos los jugadores estén tan enajenados de la situación actual y de sus posibilidades reales en otros equipos como para que a nadie le convenga lo que el Córdoba ofrece después de un año de inmejorable escaparate? ¿O es que el Córdoba no es capaz de hacer una apuesta seria, ¡una!, por un jugador que de verdad interese, y no uno que pase por allí sin más bagaje que el número de partidos que lleve jugados en segunda división?. El Racing de Santander, casi arruinado y en proceso de descomposición, ha sido capaz de firmar a Quini, del Alcorcón. Con lo bien que nos hubiera venido.
Sí. Nuevos propósitos y viejas rutinas. Al Córdoba le ha durado un año la nube. Y ya estamos donde casi siempre. Un amigo me preguntaba ayer cuándo jugaba el Córdoba este fin de semana. “He tenido que mirarlo en el periódico” me dijo. “Es que es una desilusión...”. Las secuelas del hermanamiento habitual (es decir, pérdida de puntos) con el Recreativo son mayores de las que se imaginan en la ribera del Guadalquivir. Ahora, con alguna incorporación que llegará a última hora con la liga reanudada, y a quien le harán falta semanas de adaptación (siempre duran semanas sobre todo si vienen de no jugar), el panorama es el siguiente: Tena denunciando en la prensa presiones y amenazas para salir. Fuentes descontento por una renovación enquistada. Lo mismo que López Silva quien además anda despistado por su propia temporada. Joselu, enfadado por no jugar y con su representante buscándole acomodo. Gaspar, escéptico con su futuro y con la política del club, sabedor de que va a perder protagonismo hasta final de temporada con la incorporación de Armando. López Garai encarado con la afición porque quiere aplausos por lo que están haciendo en casa. Alberto García, aproximadamente igual, pero con el desconcierto añadido del rechazo que siente por parte de un sector no pequeño de la afición después del trato excepcional que una parte de la prensa local le dispensa. Patiño frustrado consigo mismo. Abel... (¿De verdad juega en el Córdoba Abel?)... Mientras, el Presidente y el entrenador han pasado estas Navidades por distintos medios para intentar reconducir una ilusión que se desangra. El propio Berges se apoya en que “éstos cuando quieren saben jugar...”. Demasiada transparencia. Parece desprenderse, por tanto, que no andan muy convencidos en cada partido. Es sólo un análisis semántico.
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