Te está pasando a ti
Qué pena nos daba el Almería el año pasado. Un poquito de sorna cruel también andaba por ahí, para qué engañarnos. Habían bajado de Primera, como nosotros, pero en todo hay formas: ellos lucharon hasta la última jornada, en una conmovedora alianza con su afición en el autoengaño de las matemáticas. Nosotros... Bueno, mejor no ahondar en ello. Sólo decir que llegó un día en el que el club decidió bajar los brazos y reconocer que todo estaba perdido. Como en esos finales de los partidos de baloncesto en los que, con el marcador decidido, un jugador deja en el suelo la pelota y los contendientes se saludan mientras en el crono se consumen los últimos segundos. La diferencia es que al Córdoba le quedaban varios meses. En fin.
El caso es que el Almería se viene cruzando en el camino del Córdoba en momentos trascendentes. Cuando ambos estaban en Primera, los rojiblancos aniquilaron las tibias esperanzas que aún anidaban en El Arcángel. Ganaron por 1-2. Un lateral brasileño, Míchel Macedo, firmó dos de los tres goles que ha marcado en siete años de profesional en España. “Tras ese partido ante el Almería nunca volvimos a ser un equipo”, admitió tiempo después Deivid. El Córdoba perdió desde entonces todos los partidos que jugó en El Arcángel, despachando la segunda vuelta como anfitrión más horrorosa de toda su historia.
El año pasado llegó el Almería jugándose la permanencia, haciendo cuentas en la última jornada para salvar una temporada bochornosa. No le salió nada. Se gastó bien el dinero en refuerzos, pero nunca logró arrancar. El Córdoba, con Oltra en el banquillo, consiguió llegar a ese tramo manteniéndose en pie con la dignidad de un hidalgo arruinado. Vivía de las rentas de la mejor primera vuelta de su vida en Segunda y un punto le bastaba para ir al play off de ascenso. Aquello terminó en empate y todos tan contentos. En el público se cantó el clásico “que se besen”. Nos sentimos felices y buenas personas. Y nos fuimos a las semifinales como el que va a ligar con los pantalones pitillo doblados por abajo y la camisa abrochada hasta el último botón a un club exclusivo en Puerto Banús. Una aventura de vuelo corto.
De aquellos dos recién descendidos -que, por el simple hecho de serlo, llevaban el cartel de candidatos al ascenso- ha quedado esto. El Córdoba-Almería ahora es una pelea de equipos con la identidad perdida, atormentados por la culpa, en pleno descrédito, con plantillas envejecidas y tormentas internas. Los rojiblancos conviven con el riesgo desde hace ya dos años. Han sido incapaces de tocar en todo este periodo la primera mitad de la clasificación de Segunda. Este verano anunciaron como acontecimiento estelar el fichaje de Fidel Chaves, que no quería estar más en Córdoba. Pagaron medio millón de euros. El onubense vio una tarjeta roja el domingo pasado ante el Zaragoza y no volverá a El Arcángel. Piensen lo que quieran.
Fidel era uno de los miembros de un trío goleador de primer nivel en la Liga. Entre el onubense, Florin Andone y Xisco se entretuvieron en marcar 43 goles. “Y teniéndolos a ellos no subimos”, dijo el expresidente González en su día en unas ácidas declaraciones en Onda Mezquita, donde quiso explicar a su modo que marcar goles no lo es todo. Claro que no. También hace falta una defensa competente. El Córdoba no la tuvo entonces y sigue sin tenerla ahora. Y le faltan también todos los goleadores que cogieron la puerta. Así le va. Ahora, cuando llegan esos partidos clave, el club difunde en sus redes vídeos de Florin mandando ánimos desde La Coruña o Xisco enviando aliento desde Thailandia. Que levante la mano el que esperara otro milagro.
Al Córdoba le está pasando lo mismo que al Almería. Y ninguno termina de explicarse por qué. En el fútbol, la culpa siempre será del que se ha ido. La cuestión es que faltan nueve jornadas y que los dos andan dándole puñetazos al aire, agotados y magullados como púgiles que esperan oír el gong final y que sea lo que Dios quiera.
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