Javi Hervás y el eterno juego de las sillas
Es un clásico en las celebraciones infantiles. Se pone a los chavales a correr alrededor de un grupo de sillas -una menos que participantes- y se coloca una música de fondo. Mientras la melodía suena, los chicos deben mantenerse en movimiento; en el momento en que se detiene la canción, cada cual debe darse prisa en colocar las posaderas en el asiento más cercano. Alguien se quedará, obviamente, sin un lugar en el que acomodarse. Quedará eliminado. Y el juego seguirá con los “supervivientes”.
La trayectoria futbolística de Javi Hervás (Córdoba, 1989) guarda un notable paralelismo con este tradicional juego. El talentoso zurdo lleva toda su vida buscando un lugar en el que echar raíces, un puesto de trabajo fijo en el que pueda expresar lo que guarda dentro, ese potencial que ha asomado de cuando en cuando sin encontrar continuidad. Tiene un contrato firmado en el Sevilla, un equipo de Primera División, lo que supone un buen paso hacia el objetivo de alcanzar el éxito, si entendemos como tal el lote que comprende un sueldo elevado, una buena reputación y unos resultados notables. En la actualidad sólo tiene parte. Y flota en el ambiente la sensación de que no será fácil que pueda cubrir, al menos a corto plazo, las parcelas que le quedan.
Hervás jugó a las sillas en el Córdoba, donde consiguió a última hora un puesto en el primer equipo después de haber dado vueltas, con más ilusión que método, en los equipos de las divisiones inferiores y el filial de Tercera, con una cesión incluida al Montilla. Ahora sigue orbitando en torno al equipo titular del Sevilla, a veces saliendo algún minutito, otras mirando desde el banquillo y a menudo desde la grada o el salón de su casa, a la espera de que quien toca a música decida parar justo cuando él pase por delante de esa silla que le espera. Él insiste en lo suyo. No es ningún chaval, a pesar de que nunca hasta esta temporada hubiera pisado los campos de Primera División. Tampoco se le podía considerar un clásico de Segunda. Apenas seis meses en la segunda categoría, coincidentes con la mejor primera vuelta del Córdoba en décadas, le sirvieron para darse a conocer y protagonizar el mayor traspaso en la historia del club blanquiverde. El club de Nervión pagó por él 1'5 millones para llevárselo en junio de 2012.
Un año antes, el chico no era ni siquiera un titular indiscutible en el filial de Tercera del Córdoba, un club arruinado que se habia visto abocado a un concurso de acreedores. La desgracia del Córdoba fue la bendición para Hervás, que fue reclutado desde el limbo -estuvo a punto de abandonar el club para aferrarse a algún mediocre destino- cuando la entidad planteó un ERE y puso en la calle a jugadores con sueldos que no podía pagar, como Jorge Luque (que se fue al Elche) o Javi Flores (al Getafe B). Por allí andaba Hervás, aquel chico con tendencia al sobrepeso que había encandilado en las divisiones inferiores pero que parecía demasiado “blando” para ser profesional. Lucas Alcaraz ya le había hecho debutar en un partido en Segunda, el último e intrascendente de un campeonato turbulento, pero no parecía que aquello fuese un aval suficiente para garantizarle el acceso a la primera plantilla. Hervás seguía por allí, girando alrededor de las sillas calientes del Córdoba. Y ocurrió.
Paco Jémez pensó que por qué no y le llamó. En pretemporada, y utilizando los métodos más persuasivos de su arsenal motivador, el técnico convirtió a Javi Hervás en un elemento relevante en las alineaciones. Cuando comenzó la competición le dio el mando de las operaciones en el campo. Algunos compañeros de vestuario, con muchas horas de vuelo en divisiones profesionales, llegaron a reconocer en círculos íntimos que no se explicaban de dónde venía aquel joven con la cabeza rapada que admiraba el juego de Zidane ni qué había visto Paco Jémez en él. Era raro, especial. Y eficiente. Hervás lideró al Córdoba en la mejor temporada desde 1976 y el revuelo mediático que generó -se habló de ofertas del Madrid, el Málaga y equipos extranjeros- terminó con su fichaje por el Sevilla, además del galardón como Jugador Revelación de la Liga Adelante 2011-12.
¿Y qué ha sido de Javi Hervás desde entonces? Sólo ha disputado un partido completo con el Sevilla, con tan mala suerte que los hispalenses perdieron. Fue en la Copa del Rey, un 1-2 ante el Mallorca de Joaquín Caparrós. Por entonces ocupaba la dirección sevillista Míchel, que nunca dio su confianza al cordobés. Le daba un sitio en la suplencia y minutos intrascendentes en partidos de poca monta. Luego llegó desde Rusia Unai Emery, que tampoco ha tenido en cuenta al mediocentro en sus formaciones habituales. Dos minutos ante Osasuna en el Pizjuán (1-0) y 13 en el Bernabéu (4-1) eran el único bagaje en Liga de Hervás este año antes de que Emery le hiciera un regalo el pasado fin de semana en el José Zorrilla de Valladolid. Titular por fin. Estuvo en el campo 63 minutos y fue sustituido por Perotti justo después de que Negredo marcara el 1-1 que fue definitivo. Hervás vivió su primer partido en el once titular en Primera División en Pucela, el mismo escenario en el que se despidió del sueño del ascenso con el mejor Córdoba de los últimos tiempos. Carambolas del destino. Hervás sigue escuchando la música y esperando encontrar una silla en la que quedarse.
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