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La gorra de Juanmi

Un cromo de la temporada 2004-05.

Paco Merino

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Es probable que las generaciones más jóvenes no alcancen a comprender la magnitud del ramalazo de pánico que sienten los cordobesistas con más horas de vuelo cuando sale a colación la temporada 2004-05. Y últimamente lo está haciendo a menudo por una razón de peso: es la única con la que se puede comparar la nefasta estadística del equipo en la actualidad. Fue el curso del cincuentenario, una efeméride que se festejó de un modo de lo más peculiar. El Córdoba CF, un perfecto intrascendente en el panorama del fútbol español, quería darse a conocer con motivo de su medio siglo de existencia. Se gastó una pasta enorme en montar una plantilla repleta de nombres ilustres y se trajo a un entrenador de moda. Quería hacer ruido. Y vaya si lo hizo. Aquella temporada deparó un buen número de historias que quedaron en la memoria del cordobesismo y que encierran una carga moral de primer orden. Ahí va una, amigos: La gorra de Juanmi.

Érase una vez un club que decidió que el 50 aniversario de su fundación era una fecha adecuada para convertirse en alguien importante. Después de salir de la Segunda B tras 17 años y celebrar como si fueran Champions algunas salvaciones milagrosas -dejémoslo ahí-, el Córdoba CF se embarcó en un proyecto costeado y rutilante. Fichó a un técnico conocido -el exbarcelonista Boquerón Esteban, que había subido al Xerez a Primera- y pagó por nombres como los argentinos Cáceres, Armentano, el croata Mate Bilic... En fin, un escándalo para la época. Entre el grupo estaba un central nacido en Capdepera (Baleares), con dotes de mando en la caseta y un buen contrato tras haber llegado del Sevilla FC. Juan Miguel Gelabert Margüello, Juanmi. Capitán del equipo además. Y protagonista de un cuento de terror.

Todo lo que podía ir mal salió peor. El Córdoba no le ganaba a nadie. En la jornada siete, con un punto de 21 posibles y un veto a los medios de comunicación por sus “críticas desmedidas”, echaron a Esteban y llegó Robert Fernández, icono del cordobesismo -aquí se retiró a los 37 años- y, por cierto, actual director deportivo del FC Barcelona. Con el de Bechí tampoco hubo manera. Se ganó un partido y cinco semanas después hubo otro relevo. Llegó Crispi. Y en éstas que se llega al primer fin de semana de diciembre. El Córdoba visitó La Rosaleda para enfrentarse al Málaga B. Perdió por 3-2. Y a Juanmi, el capitán, no se le ocurrió otro modo de alentar la esperanza -se entiende que quería hacer eso- que soltar una frase impactante: “Esto lo sacamos nosotros con la gorra”. Aquello no sentó nada bien en la hinchada. Quizá porque el Córdoba llevaba por entonces ¡5 puntos de 45 posibles!, era colista de la categoría y ciertos jugadores habían tenido una actitud reprochable con los seguidores cordobesistas que se desplazaron a Málaga. Trescientos, según las crónicas de aquel día, soportaron el bochorno deportivo y el desplante de los suyos.

Juanmi y su gorra quedaron ahí sentenciados. El 8 de enero, tras la jornada 19 -una sola victoria en ese instante, ojo-, el club comunicó al capitán que iba a ser apartado de la plantilla porque no contaba con sus servicios. La purga fue espectacular en invierno. Hubo salidas masivas -despidos acordados o forzados, apartamiento del grupo y todas esas situaciones farragosas clásicas en las crisis- y llegó un batallón de extranjeros de la mano del director deportivo, Juan Carlos Rodríguez, que se convirtió en nuevo entrenador. El cuarto de una estrambótica campaña. Llegaron Cristian Álvarez, Saja, Pierini, Marchiori, Marc Bertrán, Leo Jiménez, Anderson Costa... Hasta nueve fichajes en el mercado de enero, un récord histórico.

¿Y qué fue de Juanmi? Pues que lo mandaron a entrenar con los descartados a las instalaciones del Figueroa y el excapitán denunció al Córdoba reclamando casi dos millones y medio de euros. No cobró un céntimo. El equipo terminó descendiendo. Ganó un partido en los primeros 19 y sumó 12 puntos en toda la primera vuelta. Jamás en la historia de la categoría logró nadie salvar la categoría con esos números. Y aún así, el Córdoba rozó la hazaña: agarró 34 puntos en la segunda mitad del curso y llegó a las dos últimas jornadas dependiendo de sí mismo. Cayó por 3-4 ante el Valladolid. El Arcángel, abarrotado, despidió a los suyos como héroes. Cayeron peleando y eso bastó al cordobesismo, que en su amargo presente actual se acuerda de aquella Liga loca, de Juanmi y de su gorra.

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