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Latidos de Córdoba

Rafael Ávalos

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La “Regina Mater” inunda Córdoba de fervor en torno a las 25 devociones de la provincia participantes desde primera hora de la tarde hasta bien entrada la madrugada del domingo

El sol corona la ciudad cuando dos cohetes anuncian el comienzo. Aprieta el calor y quienes lo desean vivir buscan las escasas sombras que existen en un rincón de gran sabor cofrade. Son las 17:40 y la temperatura resulta, en modo alguno, estresante. La cruz de guía abandona el pequeño patio exterior que sirve de entrada al templo. En su puerta se adivina ya el blanco palio. Late el sentimiento, que es mucho mayor cuando la Reina del Carmelo empieza a descender, esplendorosa, la Cuesta de San Cayetano este sábado engalanada. Como muchos otros espacios de Córdoba en una jornada de enorme valor emocional. Ya está en la calle Nuestra Señora del Carmen, que ofrece brillo a un día ya radiante. Late la devoción. Avanza el paso hacia el barrio de Santa Marina y después hasta la Cruz del Rastro, lugar en el que horas después va a tener inicio el recorrido oficial de una procesión extraordinaria, que lo es por única y magna. Es la “Regina Mater”. Es el encuentro con la historia. Una historia que, por cierto, se escribe con apenas incidentes y una treintena de lipotimias, con tres evacuaciones al hospital Reina Sofía, cifras similares a las que tuviera en 2013 en el Vía Crucis Magno de la Fe.

La tarde es calurosa, pero poco importa a quienes tanto han esperado para disfrutar de un acontecimiento tan importante como especial. También significativo, como lo es la salida de María Santísima de la Sierra desde la parroquia de San Juan y Todos los Santos. Una multitud aguarda ante la puerta del templo y lanza una oración cantada a la patrona de Cabra, que recorre Córdoba entre el afecto de su gente. Aunque en esta ocasión, lo es toda una provincia. Porque desde otras muchas localidades, casi una veintena -18 para ser concretos-, llegan a la capital imágenes de Virgen coronadas canónicamente para la celebración, que lo es alegre y espiritual. La Magna Mariana es definitivamente un hecho y tiene por delante más de diez horas de duración. Entonces, el calor todavía es asfixiante. Pero sigue sin importar. Late el sentimiento. Y lo hace en muy diversos rincones de la ciudad, mientras en el central son cada vez más los que empiezan a ocupar sus asientos. El entorno de la Mezquita-Catedral, desde el inicio de Ronda de Isasa, vuelve a ser Carrera Oficial en una jornada en la que quizá hay menor afluencia de la marcada por las previsiones.

Desde el barrio de San Lorenzo hasta el Campo de la Verdad. Las imágenes marianas comienzan a recorrer una Córdoba viva, que recibe a sus hermanos de la provincia y también a quienes desde otros puntos allende de las fronteras de ésta se dan cita en cada calle, cada plaza. En San Fernando, no son pocos los que aguardan la llegada, una tras otra, de las 25 Vírgenes coronadas que participan en la “Regina Mater”. La música alcanza todos los espacios del centro de la ciudad, más todavía en el Casco Histórico. El ambiente es festivo. Late el alma de las patronas. Como la de Iznájar, Nuestra Señora de la Antigua y Piedad, que avanza bajo “vivas” continuados en diferentes instantes, que resultan emocionantes. Como la de Villa del Río, Nuestra Señora de la Estrella, que realiza su recorrido llena de luz. Como todas las imágenes en realidad en una tarde memorable, que también lo va a ser en la noche.

Bajo la luna termina la entrada a la Mezquita-Catedral de todas las Vírgenes. Cierra en ese sentido la copatrona de la ciudad, Nuestra Señora de la Fuensanta, que camina tras la Señora de Córdoba. La Virgen de los Dolores es una de las últimas imágenes en iniciar su marcha por unas calles cada vez más pobladas. El calor comienza a ser menor con el transcurso de las horas. Y todavía son muchas las que quedan de esta Magna Mariana, que a su llegada a la plaza del Triunfo, donde se encuentra la tribuna de autoridades, cuenta con las palabras del Obispo. Es Demetrio Fernández quien preside el acto litúrgico en el primer templo de la Diócesis, en el que se dan estampas únicas. Una es común, con las imágenes de las Vírgenes coronadas en su interior. Otra, la de las tallas de María Auxiliadora de la capital y de Montilla frente a frente. Laten las sensaciones. Laten con intensidad en la ya bien entrada noche cordobesa. Se produce un ligero retraso y Nuestra Señora del Carmen, la primera en regresar al Patio de los Naranjos para iniciar el camino de vuelta a su templo, cruza la Puerta del Perdón casi una hora después de lo previsto. Son las 00:10. Ya es domingo.

La madrugada tiene vida en Córdoba. Es la vida que nace del fervor por María. Sea cual fuere su advocación; sea cual fuere su lugar de origen. Todas lucen con esplendor. Todas caminan en inmejorable compañía, la de sus fieles. Y la de los asistentes en los diferentes recorridos. Es la devoción. Late la noche. La “Regina Mater” avanza lentamente hacia su final. Aunque en realidad no es hasta bien entrada la noche, bajo la luz de la luna, cuando concluye. La mañana comienza a llamar, está a la puerta. Son más de las cinco. Tras una experiencia única, cargada de emociones y sentimientos, de Fe y esfuerzo -las altas temperaturas no frenan a la pasión-, entre quienes la han vivido queda el recuerdo ya de lo único.

En sus retinas, cada bella talla; en sus oídos, cada marcha y proclama; en su nariz, el aroma a incienso; el sabor es la sensación de presenciar un hecho para la historia; y en sus manos, en su tacto, la totalidad. Porque lo intangible se puede tocar. Quizá cuando la Magna Mariana acaba, sean menores, por la llegada del sueño -que en el caso de la procesión extraordinaria lo es ahora gracias a la memoria-, pero jamás se apagan. Son los latidos de Córdoba.

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