Hagan algo, por favor.
Aunque muchos políticos son capaces de convencer al más incrédulo de sus buenas intenciones acerca de eso que llamamos el bien común, haciendo creer al votante ingenuo que es el argumento supremo que va a determinar sus acciones de gobierno (o de oposición), a la hora de la verdad es más que frecuente que el supuesto objetivo se convierta perversamente en el bien del partido al que deben disciplina o lo que es aún peor, en su propio bien, individual y egoísta. Asombra comprobar la falta de pudor con la que esa transformación se produce cuando no hay que pedir el voto a los sufridos ciudadanos, cuando las elecciones han quedado atrás. Actuando así impiden la acción, progresar en la solución de problemas. Cuanto menos generan incertidumbre y siempre imponen costes no deseados a la sociedad. Asombra también comprobar como cambian sus argumentos cuando pasan de la oposición al gobierno o al revés, olvidando interesadamente que existe el pasado, que la realidad presente es consecuencia de ese pasado, y por tanto de las decisiones que tomaron (o que no tomaron), y que el futuro llega, sin remedio.
La indefinición sobre el uso peatonal, semipeatonal, o lo que sea, del Paseo de la Ribera de Córdoba es una de las cuestiones que me hacen pensar en la falta de buena voluntad de la profesionalizada clase política y de su poco interés real por el bien común, el de la ciudad y el de los ciudadanos. ¿De verdad son incapaces de darle una solución ya? Sabemos que no, que los tiros van en otra dirección.
Algunos argumentos de rechazo y observaciones al presupuesto del ayuntamiento cordobés, recién aprobado, por primera vez en muchos años dentro de un plazo razonable y con una deuda que se reduce, son otra de esas cuestiones. Lo son por quien los expone más que por su contenido. No entiendo como puede decir ahora quien fuera responsable de las finanzas municipales con los gobiernos de Izquierda Unida, que no son adecuados para sacar a Córdoba de la atonía económica en que se encuentra, que suponen un incremento de la presión fiscal y no serán efectivos contra el desempleo. No voy a decir que le faltan razones, lo que parece faltarle es memoria para interpretar adecuadamente las consecuencias del excesivo endeudamiento que dejaron al salir, seguramente de forma inesperada y precipitada, de los despachos que ocupaban, ya con altísimas tasas de paro en la ciudad. ¿Acaso fueron antes efectivos para evitar el paro? ¿Podían serlo entonces o pueden serlo ahora? Una herencia poco deseable, sin duda. Y sin palacio de congresos que nos consuele.
Otra cuestión es la excesiva urgencia (en mi opinión) de nuestro alcalde en poner la primera piedra del Mercado Victoria, acompañada del excesivo interés del portavoz del grupo del partido minoritario en el ayuntamiento de Córdoba en airear el retraso en la licencia de obras del mismo, justificando con ello no estar presente en el acto que simbólicamente da inicio a las obras. Aún así apoya el proyecto, dice. Pero da lugar a la desconfianza y genera incertidumbre. Parece una pelea de patio de colegio, sin violencia, pero con inquina, y siempre el que lo hace mal y tiene la culpa es el otro. Si en un proyecto como este del mercado, en el que parece existir consenso y acuerdo acerca de los beneficios para el turismo, el comercio, la economía y el empleo (dicen que va a generar 300 puestos de trabajo) en la ciudad, se las tienen así, no es de extrañar que como regla general sean incapaces de mirar en la misma dirección, acordar acciones y definir políticas que acometan decididamente los graves problemas que padecemos.
Hay más cosas, desacuerdos, desplantes, acciones e inacciones, en la misma línea que las tres que, como muestra y por su actualidad, he referido, y en todas está presente el oportunismo, el interés particular o de partido, y todas me causan la misma desazón cuando me da por pensar que así no hay manera de generar confianza y un clima adecuado, imprescindibles para salir de ésta, de la jodida crisis. Hagan algo, demuéstrennos que les interesa, si pueden.
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