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Una generación en peligro

Fernando Lara

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Una generación en peligro. Ese es el subtítulo del informe Tendencias mundiales del empleo juvenil 2013 de la Organización Internacional del Trabajo, recién publicado. Una generación con grandes dificultades para encontrar un empleo, tanto que muchos están renunciando a seguir buscando o se vuelven menos selectivos en lo que están dispuesto a aceptar, en un entorno en el que coexiste la sobreeducación y el exceso de competencias con la subeducación y la escasez de las mismas.

Una generación en España mayoritariamente bien formada , competente y capaz, pero con pocas oportunidades a la que se le presenta un horizonte sombrío e incierto anunciando un futuro en el que nada volverá a ser como antes. Si las tendencias se enquistan el estándar de vida de lo que hemos llamado siempre el mundo desarrollado será más bajo para la mayor parte de la población, el nivel de infraestructuras menor, el trabajo menos necesario, el crecimiento más lento e inestable y el reparto de la renta más desigual. Un panorama desolador, pero no inexorable.

Es un problema estructural y no se va a resolver con medidas de reforma parcial. Nuestro modelo productivo tienen una base excesiva conformada por sectores de bajo valor añadido muy dependientes y vulnerables, que crean mayoritariamente empleos temporales y de baja cualificación. Las ganancias de competitividad y productividad que pueden permitir que las expotaciones actúen como motor de arranque de un proceso de crecimiento a medio plazo, se están consiguiendo a fuerza de salarios más bajos y más precariedad laboral.

Las repercusiones futuras del desempleo juvenil son, si cabe, más dramáticas que las de otros sectores de la población. De manera inmediata se encuentran con la dificultad de desarrollar un proyecto personal de vida, la incertidumbre y la frustración al no ver rentabilizados el esfuerzo que han realizado para formarse y cualificarse. Los salarios más bajos que preciben la mayoría de los afortunados que consiguen un puesto de trabajo y los prolongados períodos de desempleo, ponen además, en peligro los sistemas de protección social.

Se apunta continuamente que la formación es la solución al problema del paro juvenil. Es verdad, pero insistir en que es la única supone una visión excesivamente simplista. La formación es imprescindible, cierto. Pero no es menos cierto que la oferta de trabajadores cualificados no crea su propia demanda. Tampoco es del todo cierto que la formación es un buen antídoto si se orienta a las necesidades del mercado laboral. Lo es, desde luego, pero el mejor antídoto será un nuevo modelo productivo al que orientarse. Si nos conformamos con formar a los jóvenes para el modelo actual las mejores oportunidades las encontrarán fuera, y serán cada vez más los que digan algo parecido a eso de vente a Alemania, como en la película del gran Alfredo Landa, que acaba de dejarnos.

Algunos, mientras tanto empezamos a sentirnos casi unos privilegiados, con un ligero sentimiento de culpa ajena, por pertenecer al cada vez más extraño y reducido grupo de una clase media con un puesto de trabajo estable, acorde a nuestra formación, y por llevar cotizados 25 años a la seguridad social antes de haber cumplido los 50. Es una generación en peligro, pero no es una generación perdida aún.

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