Pérdidas
Estoy en casa de unos amigos en Surrey, Inglaterra. Ha estado lloviendo toda la noche. Aún es temprano, no son ni las 7 de la mañana y todo el mundo duerme. Nunca conseguí acostumbrarme a la falta de persianas en este país. Por la ventana se cuela el olor de la tierra mojada.
Bajo la escalera hacia la cocina. En la encimera se amontonan los platos que hablan de la noche anterior. Veo que en el jardín sigue intacto el montoncito que hizo Daniel con las manzanas caídas del árbol. Salgo fuera y camino hasta allí. Cae una lluvia suave y siento la hierba fría en mis pies descalzos.
La foto que me envió Fernando de aquellas vacaciones juntos en la playa vuelve a mi mente. Desayunábamos cada mañana mirando al mar: Bárbara, Fernando, Pepe, Manolo, Salud, Paco... Y disfrutábamos con todo. Cualquier excusa nos valía a Bárbara y a mí para reírnos, incluso si ello implicaba hacer el ridículo hasta límites insoportables.
Y era también la época de los bancos de Vistalegre en los que pasábamos las horas tejiendo y destejiendo nuestras historias. Al grupo de Fernando, Manolo, Andrés, Luisma, Richard, Jordi.. lo recuerdo también rondado siempre los bancos, como nosotros, ellos con sus monopatines y su música.
Muchas cosas han cambiado desde entonces. La noticia de la pérdida de Manolo Palacios me llegó estando en Londres, visitaando a amigos de otra época, y me partió el corazón. El cáncer acabó por llevárselo, como se llevó a mi madre, como se llevó a la madre de mi mejor amigo, cuando tenían aún tanta vida por delante.
En la foto Manolo miraba a Pepe de reojo, evitando la cámara y sonreía con esa sonrisa suya encantadora.
Una tristeza profunda me llena el pecho. No entiendo nada, no entiendo nada. Adiós, Manolo, lo siento mucho, lo siento en el alma. Fue bonito conocerte.
Bajo la lluvia, lloro.
Una carta de adiós a Manolo Palacios publicada en Diario Córdoba por su gran amigo Fernando M. Romero:
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