Como desde siempre he sido reacio a levantar pesos o manipular herramientas, pero sé leer, escribir y hablar, he acabado trabajando (es un decir) en medios de comunicación escritos y radiofónicos. Creo que la comunicación y la cocina tienen muchas cosas en común: por ejemplo ambas necesitan emisores y receptores, y tienen una metodología parecida, una suerte de sintaxis y de morfología que deben ser aplicadas. Cocino habitualmente en casa y mi último descubrimiento ha sido comprobar que recoger y limpiar utensilios mientras preparo la comida es muy bueno: ha cambiado mi vida, de hecho. Buen provecho a todos.
Los muertos
El otro día acudí al funeral de un pariente. Al pueblo. Donde hacía años que no iba. Me obligó mi hermano: “no seas descastado; tenemos que ir… saludamos, nos dejamos ver, nos venimos y ya está, no cuesta tanto”. Yo tenía otros planes para el domingo, pero qué plan no es perfecto si es susceptible de fastidiarse.
El argumento era poco rebatible y tratándose de mi hermano, menos; porque es el guardián de estas esencias. Así que fui.
Lo curioso es que el muerto en cuestión era un hermano de mi padre, uno menor que él (mi padre era el mayor de ocho) y yo creía que ya había fallecido hace años, tal de descastada es mi relación con el pueblo.
Hasta el día anterior no estaba muerto, al menos en lo que al común respecta y a las estadísticas. Pero para mí, lo estaba. Y eso no era ni bueno ni malo, ni siquiera admitía otras lecturas… era como un “borrado”, parecía “natural”.
Luego, en el coche, de regreso, pensé en la posibilidad de que al morir mi padre hace unos años, se hubiera difuminado toda relación con el pueblo, con la parentela… Y toda esa infancia de titos y titas y primos y primas en vacaciones de Semana Santa o Feria de Agosto o Navidades se hubiera diluido… Yo qué sé.
Cuando citamos a “los ausentes” solemos aplicarles en la frase un posesivo: murió “su” hijo; “mi” tía falleció; era “nuestro” amigo; “mi” perra ya no está… Hasta para insultar nos cagamos en los muertos “de alguien”.
Los muertos no son de nadie; ni siquiera suyos, creía yo.
Hasta que la otra noche mi padre vino hasta mi mesita de noche, apagó la radio que siempre está puesta y me dijo muy bajito: “Has hecho bien en ir al funeral de ”tu“ tío; recuerda que era ”mi“ hermano”. Y volvió a encender el transistor, y se fue.
Leí hace tiempo en Pedro Páramo: “Encontrarás más cercana la voz de mis recuerdos que la de mi muerte, si es que alguna vez la muerte ha tenido alguna voz”. Juan Rulfo puso estas palabras en boca de Dolores Preciado.
Casi las había olvidado; pero no.
Solo los vivos cometemos errores.
Sobre este blog
Como desde siempre he sido reacio a levantar pesos o manipular herramientas, pero sé leer, escribir y hablar, he acabado trabajando (es un decir) en medios de comunicación escritos y radiofónicos. Creo que la comunicación y la cocina tienen muchas cosas en común: por ejemplo ambas necesitan emisores y receptores, y tienen una metodología parecida, una suerte de sintaxis y de morfología que deben ser aplicadas. Cocino habitualmente en casa y mi último descubrimiento ha sido comprobar que recoger y limpiar utensilios mientras preparo la comida es muy bueno: ha cambiado mi vida, de hecho. Buen provecho a todos.
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