Fantasía 4: Paolo, el buen abogado
Ah, qué bonito es el Piamonte italiano… Estoy en Asti pasando unos días en casa de mi amigo Paolo Conte, charlando y poniéndonos finos de este vino del año de la zona, el moscato spumante. Al llegar me dijeron que es bajo en alcohol, pero, claro, si sumas y sumas…
Paolo vive prácticamente solo en una espectacular casa –creo que heredada- de tres plantas. Abajo, en una zona casi particular, hacen su vida Gino y Laura, un matrimonio sin hijos que cuida el hogar de Paolo. Es que Conte viaja bastante.
Paolo habla mucho, lento –supongo que es por el vino moscato- pero muy bien, con voz grave y a bajo volumen. Me dice: “todas mis canciones son de amor porque he sido abogado matrimonialista durante muchos años. Llevo firmando actas de divorcio desde hace décadas”.
“Lo entiendo, avvocato”, le respondo.
“El amor tiene muchos recovecos, lo sé por experiencia profesional. Y creo que los cuernos son, digamos, un motor”.
“Un protagonista, un tema recurrente en tus coplas, según yo lo percibo…”.
“Sí. Sin los cuernos no se entiende ni a Shakespeare ni al cine neorrealista italiano”.
“Entre otras cosas…”
Paolo me pasea por la casa antes de enseñarme mi habitación: “mira: aquí, en este saloncito, hay un piano de cola. Me lo afina Luigi, que viene el primer lunes de cada mes”.
“Bonito”.
“Sí. Éste es mi vestidor”. Me abre una habitación con armarios empotrados donde, perfectamente ordenados, cuelgan diecisiete trajes negros iguales, diecisiete camisas blancas iguales y diecisiete corbatas de pajarita iguales. “Ostras”, digo. “Me recuerda al armario aquel que dicen que le descubrieron a Eric Satie cuando murió. En ese cuarto de París encima de un puticlub donde vivía”.
“Puede ser; pero con matices”, me responde Conte.
“Hombre, claro”.
“Es que los matices son importantes. Te lo digo como abogado –y como amante-. Buona notte”
“¡Qué cabrón! Buona notte, ciao”.
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