Virtudes humanas
"En época de Suárez los políticos eran ejemplares"
(José Javier Rodríguez Alcaide. Ex diputado constituyente)
Estando en parte de acuerdo con el enunciado de arriba, estamos en parte en desacuerdo con él. La parte en la que coincidimos con el titular se refiere a que la Transición democrática fue un momento excepcional e irrepetible: el desmontaje de una dictadura al modo en que se desactiva una mina antipersona. Quiere decirse que todos los individuos que participaron en aquella delicada operación eran conscientes de que cualquier movimiento en falso podría precipitar la democracia por los aires.
La parte en la que no coincidimos apunta a la tentación de convertir un hecho excepcional en un hecho mítico y a aquellas personas que participaron en la Transición en seres de otra galaxia. Por ese camino, podríamos inferir un titular según el cual en la época de Suárez los fontaneros eran ejemplares. Y los cirujanos. Y los electricistas. Y los bomberos. Y los albañiles. Y los corredores de comercio. En la ecuación, por lo tanto, falla alguno de los términos. Si los políticos eran ejemplares, también los ciudadanos de a pie.
Sucede que hoy vivimos una democracia normalita de andar por casa. De tal forma que un político puede tropezar con los siete pecados capitales igual que el dependiente de una mercería. Lo cual no exime al primero ni libra al segundo de las obligaciones de un ciudadano corriente y moliente. Es decir: pagar sus impuestos, reciclar la basura y no meterse en el bolsillo lo que no es de uno.
Hay una versión muy extendida que atribuye a los políticos cualidades superlativas distintas a las del vecino del quinto. O sea: que espera de ellos virtudes celestiales de difícil cumplimiento. Por ahí vamos directos a la desolación. En el mejor de los casos.
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