Ojo con el termómetro
La lucha contra el cambio climático busca destruir las sociedades libres
Si cruzamos las palabras del señor Aznar con la temperatura histórica registrada en Córdoba en el mes de abril, nos sale un cuadro cubista. Tirando por lo bajo. Empecemos por lo segundo. Los récords batidos el mes pasado trituran todo lo conocido hasta ahora. Por ejemplo, se han pulverizado 16 registros históricos. Y la media máxima ha superado los 30 grados centígrados. Es decir, 3,2 más que la anterior marca, registrada hace apenas 6 años.
Todos estos datos que usted observa sentado desde el sillón de casa acojonan al más pintado. Y son coherentes con la literatura científica que los climatólogos llevan escribiendo desde hace más de 50 años. Entonces, el joven Aznar aún no había culminado sus estudios de Derecho ni había ingresado en Hacienda como inspector de finanzas del Estado. Pero ya sabía, seguramente, que el cambio climático era un ardid progre para acabar con la economía de libre mercado.
Unos años después, cuando ya había coronado su proyecto regeneracionista de España, nos advirtió que la ecología era el “nuevo comunismo” que venía a restringir la libertad bajo una apariencia noble. Necesitamos a líderes que nos abran los ojos y no se dejen llevar mansamente por el marco de pensamiento dominante. La dictadura progre, que diría años más tarde su acólito el señor Abascal.
Aznar ha sido un visionario. Uno de esos tipos imprescindibles que ha jugado un papel incómodo pero necesario. Exactamente igual que Miguel Bosé. Poco después, cuando hasta la ONU había caído en la trampa mortal de los anticapitalistas, nos alertó contra los “apocalípticos” del cambio climático y nos hizo ver, con su verbo seco como el esparto, que la lucha contra el calentamiento global solo busca “destruir las sociedades libres”.
Sus palabras aún resuenan en la estación meteorológica del Aeropuerto de Córdoba. Los termómetros, queridos contribuyentes, son instrumentos diabólicos de propaganda que trabajan incansablemente para socavar los cimientos del libre comercio y completar el proyecto totalitario que el camarada Lenin dejó a medias. Solo hay que leer la realidad con un poquito de perspicacia. Y, en eso, el señor Aznar es la hostia en verso.
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