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La tropa

Elena Lázaro

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Siempre que el director general pasaba por la oficina, el departamento al completo trataba de mantenerse firme ante él y lucir sus mejores galas. Repeinados, con las mesas ordenadas y la mirada del tiburón ensayada durante horas ante el espejo de la planta baja.

Solía hacer siempre el mismo recorrido, empezando por la mesa de la auxiliar administrativo y terminando en la del becario tras repasar uno a uno los puestos de todo el equipo. En su paseo se hacía acompañar del director de Recursos Humanos, que susurraba los nombres de cada uno ofreciéndole detalles personales que humanizaran su conversación con los empleados.

- El siguiente es Bonilla. Recuerde que su hija estudia en Londres el MBA que patrocina nuestra fundación- apuntaba el soplón.

- Buenos días Bonilla ¿cómo va todo? ¿Tiene preparado el informe semestral? Espero que sí o tendremos que pedirle a su hija que venga a echarle una mano. Seguro que es una magnífica gestora- bromeaba el director general ante la mirada entre sumisa y orgullosa del jefe de ventas.

- La de la lado es Sagrario. Hace una semana que murió su padre- otro susurro.

- Hola Sagrario. Lamento mucho lo de su padre. Quise ir al funeral, pero ya sabe que la fusión con los belgas me tiene todo el día en el avión. Mucho ánimo.

Siguieron la directora comercial y su complicado divorcio; la jefa de márketing y su reciente maternidad; los informáticos y sus partidos semanales de pádel y el equipo técnico y las bromas sobre la última cena de Navidad.

Entre aquellas muestras de cariño y paternalismo, se fue ganando la confianza de todo el equipo, que hubiera entregado su alma a los belgas si él se lo hubiera pedido, pero las negociaciones fallaron y la fusión quedó en agua de borrajas.

Llegaron tiempos difíciles y los accionistas reclamaron su cabeza. Preparó la asamblea anual durante semanas de insomnio y trabajo en equipo. Y llegó el día. Los accionistas esperaban dentro de la sala de conferencias. Arengó a la tropa

y pidió que le acompañaran dentro, cogió el pomo de la puerta y al girarse para invitarles a pasar y cargar contra el enemigo les vio correr por la escalera camino del despacho del director de Recursos Humanos, que en unas horas será director general y no necesitará soplón.

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