Rabieta
Aunque pasara mil veces delante de sus narices, Lorenzo seguiría sin verla. Por eso no entiende sus reproches.
Marta adora ser invisible ¿Por qué habrá dicho entonces semejante disparate? Es una mujer generosa que disfruta dándose a los demás sin pedir nada a cambio. Está seguro de que si se lo pidiera, ayunaría un año completo si con eso hiciese feliz a alguien. Podría pedirle el favor más inverosímil y ella cumpliría con una sonrisa.
No, Marta no necesita nada. El grito que acaba de dar no puede ser suyo. Su naturaleza no es humana ni egoísta ni exigente. Marta podría sobrevivir sólo observando la felicidad del prójimo. Es abnegada, correcta y disfruta siendo útil. Tampoco es propio de ella elevar la voz o tener un mal gesto. Su discreción la ha instalado en otra dimensión. Se mueve ágil en el segundo plano donde nadie la ve y se divierte tanto que no necesita más. La diversión es su recompensa.
Lorenzo es corto de entendimiento. Por eso, cuando Marta ha dado el portazo y ha gritado reclamando un poco de atención ha seguido a lo suyo convencido de que un trastorno transitorio ha sido el responsable de tal efímera rabieta.
Marta ha llorado y ha descubierto que la rabia es masticable, digerible y desechable. Con la dosis adecuada, puede incluso convertirla en felicidad.
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