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El Pele: “Yo quisiera morir cantando en el escenario”

El Pele

Juan Velasco / ÁLEX GALLEGOS

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Contaba en febrero Antonio Canales en una entrevista en este periódico una anécdota que, a su juicio, ejemplificaba la fuerza que tiene el flamenco como música en directo. Y lo hacía hablando de un concierto junto a la Torre Eiffel en el que salió El Pele, cantó por seguiriyas y todos los presentes se levantaron a aplaudir llorando. Manuel Moreno Maya (Córdoba, 1954), sin embargo, no sabrá explicar la alquimia de su cante, sin ocultar al mismo tiempo, que su único compromiso es con la pureza.

El Pele se vende a sí mismo como un loco, aunque hay que estar muy cuerdo para cantar una música tan compleja como el flamenco de la forma en la que él lo hace. Bien es cierto que el protocolo no es lo suyo. Aunque a veces, como ocurrió el pasado miércoles, no es él quien se lo salta, sino que es su presencia la que exuda libertad. Ejemplo: el de la reina de España, Letizia Ortiz, abandonando la rigidez palaciega para conversar animadamente con el cantaor cordobés en pleno acto oficial.

Le decimos al Pele que el rey le hizo más reverencias a él, que él al rey y el maestro no puede evitar reírse. En su solapa brilla una pequeña insignia: la Medalla de Oro de las Bellas Artes, un título que le ha llenado de alegría y que ha colocado su nombre junto a una ilustre nómina de flamencos, entre los que están Camarón de la Isla, Paco de Lucía, Antonio Mairena, Cristina Hoyos, La Niña de la Puebla o sus amigos Fosforito y Vicente Amigo.

Y Enrique Morente, un cantaor, un amigo, un artista del que El Pele conversará en una entrevista celebrada en el Alcázar de los Reyes Cristianos, en el mismo sitio donde, hace ya casi un año, ofreció su último concierto en Córdoba, la ciudad que, cree el cantaor, todavía tiene alguna deuda pendiente con él.

PREGUNTA. ¿Cómo era la Córdoba en la que usted se crió y despegó como artista?

RESPUESTA. Una maravilla. La Córdoba que yo viví no era esta Córdoba. Era distinta, era una Córdoba de arte, de ingenio, de sabiduría y respeto, de buen toreo, de buen cante y de buena guitarra, de saber escuchar. Era una Córdoba de tomar una copa a tiempo, de tomar una tapa de bacalao en Casa Salinas. Hoy no veo nada de eso. Hoy no veo nada más que mucho interés por tos laos. ¿Amigos? “No hay amigo, que más amiga es la pena, no hay más amigo que Dios, y un duro en la faltriquera”. 

P. Me estaba preguntando yo cuánto iba a tardar en recitarme algo, ¡Olé!

R. ¿Sabes lo que te quiero decir con esto, no? Pues que hoy, el que entra es el que se lo lleva. Y que nadie se preocupa de las familias que están pasando necesidades. 

Soy un bohemio, yo soy un loco, yo vivo a mi aire, a mi forma

P. Ve usted mucho individualismo entonces. No tiene nada que ver con ese sentimiento comunitario que usted vivió.

R. No queda nada de eso. Se ha perdido la humanidad y, claro, algunos echamos de menos un punto más humano.

P. ¿Es usted nostálgico?

R. Sí. Yo soy nostálgico. Soy una persona que valora mucho las cosas que mi padre y mi madre hicieron por mí. Nosotros éramos muy humildes. Vivíamos en un chozo. Y mi madre pasó lo suyo. Nosotros nos criamos en la calle Isabel II en una época...

P. ¿Usted tiró de la familia además? 

R. Sí. Yo tiré palante con la familia. Mis padres se separaron y yo con 11 o 12 años ya llevaba toda la casa palante para que mis hermanitos no pasaran necesidades. Y los saqué adelante. 

P. ¿Cantando y con qué más?

R. Cantando, sí. Solamente cantando. Yo cantaba tanto que me quedaba durmiendo en los locales. Y allí nunca faltaba quien compartía su bocadillo conmigo.

P. ¿Qué suponía en esa época ser cantaor? ¿Era algo de prestigio?

R. No, en ese tiempo, en esos años, existía el señorito. Estaban Los Califas, estaba la Tomata, la Agripina, El Tomate Viejo, Finito, Automoto… Una serie de artistas que nos buscábamos la vida cantándole al señorito que venía con la señorita de compañía. Y nos reuníamos y el señorito decía: éste y éste. Y estábamos cantando y luego nos metía 20 duros en la guitarra cuando a él le parecía. Y esos 20 duros los repartíamos entre todos. 

Yo no soy un cantaor de reloj, no soy un Omega o un Rolex que va siempre perfecto

P. De esos 20 duros comíais todos.

R. Sí. Los que llamaba el señorito y a los que no llamaba también. Nos ayudábamos entre todos. Por eso te hablaba antes de la unión. Es que yo me he criado en una casa de vecinos y mi madre, que trabajaba en el Zoco y ganaba 500 pesetas todos los días, cuando llegaba a casa, ponía una olla y de allí comían todos.

P. Ahora que se habla mucho de los Patios, usted sí que sabe bien lo que es un Patio Cordobés.

R. Hombre, yo sí que lo sé lo que es. Y lo que es una cocina para todos y un servicio para todos y estar esperando: ¡Venga María que me meo! Eso era unión. Era algo hermoso. 

P. Todo esto que me cuenta está filtrado en su cante, ¿verdad?

R. Es que eso es parte de mi vida. Es parte de mis vivencias y de lo que he vivido y, claro, de lo que canto.

P. Y de lo que ha escrito.

R. Sí, porque la mayoría de mis letras son mías. La última letra, cuando me tenían que operar [El Pele afrontó en 2013 una operación cuando le detectaron un pólipo rectal], saqué a toda mi familia de la habitación y dije: “Dejadme sólo esta tarde, que tengo que hablar conmigo, y tiene Dios que escucharme / Me llamas de madrugada, el corazón me lo paras, por Dios, no me llames más”. (Se ríe) Es una letra que es muy mía. 

Me siento cordobés y querido por los cordobeses, pero no me siento valorado por las administraciones

P. Y qué difícil es escribir letras flamencas, que en tres versos lo tienen que decir todo.

R. Sí. Normalmente, cuando yo entraba a mi casa en el campo, había tórtolas y al escuchar el coche salían volando. Pero llegó un momento que pasaba con el todoterreno y se quedaban allí. Y por eso dice una letra mía: “Se acostumbra el gorrión, al ruido de los coches, y no me acostumbro yo”. 

P. Deben ser los gorriones los únicos que te ven llegar y no se asustan.

R. (Se ríe) ¡Fíjate!

P. Por cierto, ¿cómo te encuentras? Se te ve en un momento espléndido.

R. Mira, eso es una cosa que quería comentar. Porque estos días he llamado a los médicos que me asistieron cuando me operé y he ido, uno por uno, dándoles las gracias. Porque igual que entonces viví con ellos mis ratos malos y mis tristezas, también he querido compartir con ellos este momento de alegría y de satisfacción. Y además, que les mando un saludo muy fuerte a todo el equipo de Reina Sofía y a todos los médicos, enfermeras y celadores, y a toda la gente que ha hecho posible que poco a poco se vaya ganando la batalla a esta dichosa pandemia. Porque, aunque mañana nos quitemos la mascarilla (la entrevista se realiza el viernes), el bicho está ahí. Esto me gustaría que lo pusieras. 

Los reconocimientos hay que darlos en vida. No me pongas una calle o un monolito cuando ya esté yo con San Pedro

P. Claro que sí. Esto va a quedar tal cual. ¿Para usted aquella operación fue un antes y un después?

R. Sí, a mí me cogió el doctor Paco Sánchez de Puerta, a quien quiero mandarle un saludo desde aquí. A él y a Chema y a José Manuel Aranda, a todos. No ya por lo que hicieron por mí, sino por lo que están haciendo por todos nosotros, por la humanidad y por los cordobeses. 

P. Hablando de humanidad, ¿ha cambiado mucho el flamenco desde esa época de la que hablábamos, en la que era más noctámbulo y oscuro, hasta ahora?

R. Hombre, gracias a Dios, somos Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Aunque yo lo que creo, como Morente, es que la humanidad es patrimonio del flamenco. No sabemos qué tiene más importancia. Y bueno, hoy tenemos nuestro sitio, somos respetados, trabajamos en buenos escenarios y teatros. Lo que antes era una reunión de amigos y minorías ha acabado siendo otra cosa. Yo hice dos conciertos con David Bowie en los que canté para 80.000 personas. Y en un escenario de 300 metros. Y lo de Prince fue exactamente igual. Yo, en ese sentido, me siento grande.

P. ¿Y qué cree usted que se ha perdido en este tránsito de la taberna a los teatros?

R. Se ha perdido la pureza. Hoy lo cantaores ya solo quieren fusión. Y la fusión, muchas veces, tiene más que ver con confundir que con mezclar. El flamenquito no tiene nada que ver con el flamenco. Yo lo único que entiendo entre flamenco y flamenquito es el flamenquín de Córdoba (Se ríe). De verdad, lo otro no lo entiendo. Si hay una manera de amar, una manera de andar, una manera de besar, tiene que haber una manera de respetar el flamenco.

Se ha perdido la pureza. Hoy lo cantaores ya solo quieren fusión

P. ¿Pero por qué para usted el flamenco tiene que ser siempre algo tan grave y profundo? ¿Hasta cuando es festivo tiene que ser sobrio el flamenco?

R. Para mí el flamenco tiene que tener una cierta importancia y un cierto respeto. Yo eso no lo veo en lo que están haciendo la mayoría de mis compañeros. Porque tenemos que tener muy presente el respeto hacia una cultura. Y, si no, llame usted a su música salmorejo o gazpacho, pero no llame usted flamenco a una cosa que no es flamenca.

P. ¿Usted se sentía más libre cantando entonces o se siente más libre ahora?

R. Mira, ahora me respetan. Bueno, no es que me respeten, es que ahora, si yo digo que algo es negro, aunque sea blanco, hay quien dice que es negro por el respeto que me tienen. Es que yo soy el último mohicano, pero siempre he intentado dejar un legado e ir con la verdad al aficionado. Yo me siento más libre ahora, pero porque hace 40 años ya estaba innovando. Yo hace cuarenta años ya estaba con aquella Fuente de lo hondo, con aquel Delantalillo de rayas, y cantándole a la luna del cielo los astronautas y a la luna del río yo con mi barca. Es que de eso hace 45 años.

P. Entonces no eran muchos los que lo hacían, si acaso usted y Morente.

R. Enrique Morente y yo fuimos de los primeros, en este caso.

P. Hábleme de Enrique.

R. Enrique Morente era un genio. Enrique era único, todo vida, todo corazón, todo bondad y todo música. Con Enrique se fue parte de nuestra música. Por eso a Enrique yo le digo “Enrique tu voz nos deja huérfanos de los luceros, y de guitarras sin cuerda / Porque te llevaste los acordes, para tocar a las estrellas”. Esto es una cosa que le estoy escribiendo a Enrique.

P. ¿Recuerdas cómo te sentiste cuando murió Enrique?

R. Sí, yo me fui a Madrid. Yo tenía que estar allí. Estrella y los niños me adoran, me llaman, me escriben. Soy parte de la familia.

P. Estos te quieren, pero también hay por ahí quien te ha temido, ¿no, maestro?

R. ¿A mí? La gente ha ido a los conciertos diciendo “a ver con qué nos sorprende el Moreno hoy”. Porque yo no soy un cantaor de reloj, no soy un Omega o un Rolex que va siempre perfecto y que es capaz de hacer siempre los mismos cantes. Yo no soy como esos japoneses que se aprenden hasta el Ole. Eso no es para mí. Para mí es que eso no es arte. Un músico tiene que innovar, tiene que arriesgarse, tirarse al toro y decir aquí estoy yo. Yo no soy artista las 24 horas. Soy artista cuando yo creo que estoy haciendo arte. Y yo no estoy haciendo arte todos los días. Creo que el que dice “Yo soy”, es porque no tiene quién le diga “Tú eres”. 

Yo lo único que entiendo entre flamenco y flamenquito es el flamenquín de Córdoba

P. ¿Y quién eres tú, entonces?

R. ¿Yo? Yo soy un bohemio, yo soy un loco, yo vivo a mi aire, a mi forma. 

P. ¿Quizá por eso le ha costado tanto meterse en el estudio a grabar? ¿Hay algún disco al que le tenga especial cariño?

R. Sí, yo le tengo especial cariño a Poetas de esquinas blandas. Y también le tengo mucho cariño a Avante Claro

P. Yo ando como loco detrás del disco de Poeta de esquinas blandas. Y se sorprendería al saber lo que se pide por él.

R. Yo es que no lo sé. ¿Dónde lo puedo yo conseguir? 

P. Pues se vende en internet pero por 50 - 80 euros, de segunda mano.

R. Yo el otro día le prometí al rey hacerle llegar el disco, y no lo encuentro. 

P. En ese disco estaban Vicente Amigo, Queco, usted, y lo grabaron con Paco Martín, que también es de Córdoba.

R. Con Paco Martín, y con Tino di Geraldo, con Rubén Dantas, Manolo Sanlúcar, Tito Duarte, Antonio Carmona… Puff… Ahí había un elenco…

P. ¿Por qué ha costado siempre tanto en Córdoba crear una escena discográfica?

R. No sé. Yo hablo de mi caso. Hay compañeros míos que sacan un disco todos los meses, pero yo solo grabo cuando tengo algo que decir. Yo todos los días no tengo algo que decir, ni tengo que andar buscando el temita, el temita que te da de comer cuatro meses. Yo llevo 55 años viviendo con un cante por soleás y he criado a dos familias. Eso con un cante por soleás, sin necesidad de buscar el temita. Yo he pasado de eso. Yo odio eso.

P. Usted ha querido sacar discos, pero cuando ha querido.

R. Sí. Y fuimos nominados a los Grammy Latinos [Con Canto], que ni siquiera fui. Fuimos disco de oro con Vengo del Moro. Y yo no quiero hacer temitas. No quiero apartarme de mis raíces, porque con mis raíces vivo bien, lo paso bien, disfruto y hago lo que me gusta.

Yo me siento más libre ahora, pero porque hace 40 años ya estaba innovando

P. ¿Ha hablado con Vicente estos días?

R. No. No, porque él está en un sitio y yo en otro. Yo comprendo que el maestro esté muy ocupado y no nos hayamos puesto en contacto, pero desde aquí le mando un abrazo.

P. ¿Qué sintió el otro día cuando en la gala sonó Iré con el viento?

R. Pues me lo pasé muy bien, qué quieres que te diga. Además, se puso la gente de pie. Yo es que sentí mucho cariño. Yo también es que soy muy de pueblo. Yo soy la clásica persona que se va a tomar la copa de vino a Salinas, con la tapa de bacalao, y a mí me gusta andar por la noche, sólo, por la Judería, cuando los regadores están regando. Muchas veces me cruzaba con Anguita. “Buenas noches, maestro”. “Que dios te guarde”. 

P. ¿A Julio le gustaba el flamenco?

R. A Julio le encantaba el flamenco. Y andar Córdoba por la noche sólo, andando, igual que yo. 

P. Usted es que quiere mucho a Córdoba.

R. Yo me siento muy cordobés y estoy orgulloso de la tierra en que he nacido. Y he dado media vida por Córdoba. Pero tengo que decirlo: Nosotros en Córdoba le abrimos las puertas a todo el mundo y no nos damos cuenta muchas veces de lo que tenemos dentro. Buscamos fuera lo que tenemos dentro, tanto en gastronomía, como en música, en el arte, en general.

P. Eso es muy cordobés. Lo de ponerle la alfombra roja al que viene de fuera.

R. Sí, sí. Y los de aquí muertos de hambre. 

P. ¿Crees que si hubieras nacido en Sevila o en Jerez hubieras tenido una carrera distinta?

R. Hombre por supuesto… Para empezar, a mí me hubiera encantado que el otro día fuera una representación del Ayuntamiento a Madrid. Porque yo soy el primer cantaor gitano de Córdoba que ha recibido una Medalla de Oro de las Bellas Artes. 

P. ¿No te han llamado?

R. No me han mandado ni una felicitación siquiera. 

P.

R. Es que no sé ni qué decirte.

Llevo 55 años viviendo de cantar por soleás y he criado a dos familias

P. ¿Te has sentido minusvalorado?

R. Yo me siento cordobés y querido por los cordobeses, pero no me siento valorado por los políticos y las administraciones. Qué menos que hubieran peleado o hubieran planteado haber acudido allí. Es que hasta un amigo mío se fue al Ayuntamiento y les dijo: si ustedes no van a mandar ninguna representación, voy yo. Es que es una Medalla de Oro de las Bellas Artes. 

P. ¿Tiene usted algún título de Córdoba? ¿Es usted Hijo Predilecto o algo así?

R. Hombre, he sido Cordobés del Año dos o tres veces.

P. No, me refiero a títulos del Ayuntamiento.

R. No. Del Ayuntamiento nada.

P. Hombre, es curioso que le hayan dado antes la Medalla de Oro de las Bellas Artes que la Medalla de Oro de la Ciudad de Córdoba.

R. Pues nada, pues eso es lo que está reclamando ahora la afición, que me hagan Hijo Predilecto, que me pongan una calle… Porque los reconocimientos hay que darlos en vida. No me pongas una calle o un monolito cuando ya esté yo con San Pedro.

P. Claro, la cosa es que creo que, por normativa, en el Ayuntamiento no pueden nombrar calles en vida, tiene que ser cuando alguien fallezca.

R. Pues que la disfrute mi hermana, porque yo estaré muerto y no la podré disfrutar. 

P. Usted, en cualquier caso, se ha llevado bien con todos.

R. Sí, pero ahora es distinto. Yo recuerdo, por ejemplo, a los alcaldes de hace 40 o 45 años. A mí me llamaban por teléfono: ¡Vamos a tomarnos una tapa en la Puerta de Sevilla! Como te he dicho antes, era otra cosa. Era otro cuento. Hoy están todos a ver quién se lo lleva antes para retirarse. Y yo veo todo muy distinto. Lo único que no ha cambiado es que Córdoba lo tiene todo y que no sabe apreciar lo que tenemos. Yo salgo de Córdoba y tienen que poner vallas para que pase. En Tokio, en Amsterdam, en Nueva York. Y aquí me ponen vallas para que no entre. Eso me provoca tristeza. Porque yo amo a Córdoba. Nací en San Pedro y llevo a Córdoba con todo el orgullo por todos los sitios donde voy. Pero también quiero recibir algo a cambio. Por lo menos una sonrisa. O el saludo o la mano de mi Ayuntamiento, de mi alcalde o de mi teniente de alcalde o alcaldesa. No sé, creo que, si yo llevo 55 años luchando por mi Córdoba, me merezco por lo menos un reconocimiento.

Camarón tenía cosas que me hacían daño al oírlo

P. Oye, maestro, ¿hay alguien ahora a quién usted vea que está cantando como está mandao?

R. Me gustan dos o tres mujeres. Pero no puedo decirlo, no me gusta dar nombres.

P. Lo entiendo. ¿Y hay algún cantaor que le haya hecho a usted llorar?

R. Sí. Muchos, muchos. Mira, Tía Anica, Terremoto, Caracol, Mairena, Los Sordera, Morente, por supuesto… Y mi compadre.

P. ¿Tu compadre?

R. Camarón. Camarón tenía cosas que me hacían daño al oírlo. Camarón es que también ha sido importantísimo en el flamenco, aunque yo me quedo con Enrique. 

P. ¿Usted se imaginaba envejeciendo como cantaor?

R. Joder, que jodía es la pregunta. Qué cabrón. 

En Córdoba le abrimos las puertas a todo el mundo, y no nos damos cuenta muchas veces de lo que tenemos dentro

P. Se lo pregunto con todo el cariño, que está usted hecho un toro.

R. ¿Envejecer como cantaor? Es que es un honor para mí. Yo quisiera morir cantando en el escenario. A mí lo que más me gusta en el mundo es esto. Es un orgullo y un honor hacer las cosas que ha han hecho Juan Talega o Mairena, que estaban cantando con 80 años. A mí, mi ilusión y mi vida son mi familia, mis tres nietos y mis hijos. Y mi compañera, que gracias a ella estoy vivo. Porque, si no fuera por ella, no estaría por aquí, porque todos hemos sido jóvenes y hemos hecho locuras. 

P. Por eso le decía yo antes que le tenían miedo a usted.

R. (Se ríe)

P. ¿Y usted? ¿Le tiene usted miedo a algo?

R. No le tengo miedo a nada, ni a la muerte. “Yo no le tengo miedo a la muerte, porque morir es natural, le temo más a la vida, porque yo no sé donde voy a llegar, con esta cabeza mía”. 

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