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El Pele: “Los duendes no existen”

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Manuel J. Albert

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El flamenco es dolor, drama, angustia. Y El Pele, cantaor en cuyo DNI aparece el nombre de Manuel Moreno Maya, ha pasado por todo eso. Una grave enfermedad ha tenido al El Pele contra las cuerdas, pero no ha conseguido apartarle de los escenarios y de los tablaos. Todos recuerdan su aparición en la Bienal de Sevilla del año pasado. Recién operado, con casi 40 de fiebre, El Pele entró en trance bajo los focos. “Me subieron entre dos, me senté en una banqueta porque no me tenía en pie. Pero cuando me puse a cantar, tiré la banqueta. Me quedé solo. Yo no cantaba, lo hacía Dios”. El Pele nos recibe en la Casa de las Pavas. Llega conduciendo su cuatro por cuatro. Saluda por la calle. Viste vaqueros y camisa blanca. Da la mano con fuerza y abraza al fotógrafo Toni Blanco, que acompaña a Cordópolis en esta ocasión. Toni ha seguido a El Pele en multitud de escenarios, se conocen y se aprecian. Y parte de esta entrevista la protagoniza la conversación entre ambos amigos. Esta semana El Pele ha recibido un Giraldillo como premio a aquella actuación. El mes que viene volverá a recibir otro: la distinción Compás del Cante, premio que desde hace más de 25 años otorga la Fundación Cruzcampo a personajes destacados del mundo del flamenco.

PREGUNTA. Pele, dos premios. Una buena racha al fin, ¿no?

RESPUESTA. Bueno…

P. ¿Recuerda alguna parecida?

R. No ha sido una buena racha, no. Llevo dos años que han sido… malos. Al final, parece que he sido recompensado. Creo que me han recompensado con lo máximo. Porque cuando fui a Sevilla a cantar a los 15 días de operarme nadie se creía que iba a aparecer yo por ahí. Ya tenían buscado a un sustituto. A Chiquetete y tal… porque pensaban que no llegaba. Y cuando me vieron aparecer, agarrado entre dos personas, se sorprendieron. Me subieron al escenario. Yo estaba chorreando de sudor, con 39 de fiebre.

P. (Toni Blanco). Estaba yo allí. Ese día, cuando te vi allí -y diciéndotelo con toda la confianza que tú me das- no pensé que fueses a estar a la altura que estuviste. Te vi que estabas muy mal. ¿Has pensado alguna vez que el Giraldillo que te van a dar mañana fue porque cantaste bien, porque se compadecieron de ti…?

R. Ellos no se casan con nadie, Toni. Tú lo sabes igual que yo. Sabes que cuando te tienen que poner verde, te ponen verde. Ahí no hay compadreo. Yo pasé mucho ahí arriba. Ahí estaba el alma de un ser humano que estaba echando el corazón. Y estaba una persona que, según los que saben, estaba cantando por soleá como no se puede hacer mejor en el mundo entero. Y ahí está el vídeo que tiene no sé cuántas miles de visitas.

P. (T. B.) Es cierto…

R. Así que, cuando me han tenido que poner como un trapo, me han puesto. Aunque casi nunca ha ocurrido, que eso lo sé yo. Me han dado, pero ya entiendes…

P. (T. B) Con mucho respeto.

R. Con mucho respeto. Lo que pasó allí fue increíble. He visto comentarios de gente que ha estado escuchando el vídeo y me han mandado comentarios llorando.

Yo pasé mucho en la Bienal de Sevilla. Ahí estaba el alma de un ser humano que estaba echando el corazón. Y estaba una persona que, según los que saben, estaba cantando por soleá como no se puede hacer mejor en el mundo entero

P. (T. B.) Yo estaba allí. Y vi a toda la gente emocionada, en pie. Yo me emocioné, también, sabiendo el estado en que tú estabas. ¿Cómo te sentiste en ese momento?

R. Yo no me sentí. Estaba cantando Dios. Si es que… A ver... yo salí con una banqueta, apoyado en ella porque no me podía sostener de pie. Y en mitad de la actuación hice así, tiré la banqueta y me fui hacia adelante. Sin banqueta y sin nada… Mira Toni... Yo llevaba una raja desde aquí hasta aquí, con una bolsa puesta y casi 40 de fiebre [El Pele enseña el vientre y señala la cicatriz]. Pero yo tenía que ir allí. Mi mujer, mi familia, llorando todos. “Qué voy”, les decía. “Pero hombre, Pele...”. “Que voy te he dicho”. Para eso hay que tener un par de cojones. Y un médico conmigo, claro.

P. ¿No se recuerda a usted mismo allí arriba cantando?

R. Si es que no recuerdo, si es que yo... El Señor me estaba iluminando. Si es que diez días antes se habían tirado diez horas conmigo en el quirófano. Si es que es increíble. ¿No dicen que el flamenco es tragedia, que cantar por seguiriyas y por soleá es dolor? Pues ahí lo tenéis. Pero eso no significa que no me merezca el premio. Porque imagínate que yo no hubiese estado malo, ahí de todas formas estabas escuchando tragedia y estabas escuchando cantar como canta la gente que canta bien.

P. ¿Canta de forma distinta desde que ha pasado por la enfermedad?

R. Le doy más importancia. Quizás no pegue tantas voces. Quizás me haya dado cuenta de que cantar bien no es pegar voces. Que se canta muy bien a media voz. Hay muchas formas de expresar lo que siento sin pegar voces. (silencio)

¿No dicen que el flamenco es tragedia, que cantar por seguiriyas y por soleá es dolor? Pues ahí lo tenéis

(El Pele sigue) Caracol me bautizó a mí porque mi padre tenía mucho dinero, un anticuario con dinero. Y Caracol me bautizó a mí un día que no tenían nada que celebrar y dijeron, pues bauticemos al niño mismo. Yo tenía seis o siete años y me bautizaron. Por cierto, que hace poco, Luisa Ortega me mandó una foto del carnet de artista de Manolo Caracol... [la enseña en la pantalla de su móvil]. En fin, mi padre, que tuvo mucho dinero en su tiempo, todo se lo gastó con Juanito Mojama, con Manolo Caracol, con El Chaqueta y compañía. Y si vas a San Pedro y pides mi partida de nacimiento, la de Manuel Moreno Maya...

P. ¿Cómo fue su infancia?

R. No he tenido. Mi padre, que me disculpe allí donde esté... Mi padre... Nosotros nos hemos criado solos. Mis padres tuvieron sus problemas, cada uno tiró para un lado y yo me quedé con cinco niños chicos. Y me tocó buscarme la vida para llevarle a mi madre algo de dinero para comer. Llegaba la fiesta de los Reyes Magos y yo no sabía lo que era eso ni lo que era un padre. Por eso yo ahora soy el patriarca y vienen los gitanos a pedirme a mí la opinión. Soy un poco el patriarca al que acuden para mediar entre familias. Somos los gitanos viejos o los que tenemos respeto a los que se acude.

P. ¿Cómo se siente en esa posición?

R. Mira, yo en todo lo que sea mediar y evitar peleas entre familias me encuentro como cualquiera que hace lo posible para que una familia no se mate.

P. Y en el mundo del flamenco, ¿los jóvenes también acuden a usted?

R. Claro, yo he tenido a Arcángel año y medio conmigo. He tenido a Mayte Martín conmigo, he tenido a Rovira conmigo, a Ortega conmigo, a Esperanza Fernández. Todo el que acude a mí, y yo le pueda dar un consejo, que no dude que se lo voy a dar. Y antes no sabíamos lo que era cobrar, yo no le he cobrado jamás a nadie.

Yo ahora soy el patriarca y vienen los gitanos a pedirme a mí la opinión

P. El mes que viene es el Concurso Nacional de Arte flamenco. Usted ganó en...

R. 1982. Pero ahí se cometió una injusticia muy grande conmigo. Casi no me hablo con nadie de los de aquel momento. A ver, en las bases decían que si te daban el premio a la soleá y la bulería; y luego el de la seguiriya, pues te tenían que dar el premio Silverio, el premio al cantaor más completo, que no lo tenía nadie. Ni siquiera Fosforito. Y cuando yo salí a cantar por seguiriyas en el Círculo de la Amistad, las piedras daban botes, porque no se podía cantar mejor. Y me lo quitaron, no me lo dieron y se lo dieron a Boquerón porque si me lo daban a mí, me tenían que dar también el Silverio. Y claro, como no lo tenía nadie...

P. ¿Hay también rencillas entre las familias del flamenco?

R. No es equiparable a lo que contaba antes de las familias gitanas. En el flamenco existen los celillos, las envidias, pero no más. Algo de celos, solo... Pero pasa como en todos los sitios. No sé... Es como cuando vas de jurado. No sabes la de vueltas que estoy dando... Me piden que vaya al Nacional de Flamenco... Y me encantaría, que me lo han propuesto muchas veces. Pero por un lado bien y por otro no. Porque no es fácil, nunca nadie está contento.

En 1982 me quitaron el Silverio al cantaor más completo

P. Se define como un bohemio. El flamenco, ¿cada vez es menos bohemio y cada vez está más organizado?

R. Desgraciadamente, sí. Aunque desgraciadamente por un lado y afortunadamente por otro. Hemos salido del cuarto, del señorito, de la prostituta, de los 100 duros metidos en la guitarras. Hemos salido de eso, afortunadamente para el flamenco, porque yo he tenido el privilegio de cantar con David Bowie para 80.000 personas, con Prince para 70.000 personas, con Tina Turner para 60.000 personas y con Sting, para 50.000 personas. Hemos dejado de cantarle al señorito. Pero a mí me gustaba ver al Chaqueta apoyado en esa barra haciendo así en la tabla (toc, toc) y cantando por soleá. A cambio de nada. O ese Rincón del Cante en la carretera de Palma que nos daban allí dos días con Mairena, con Terremoto, con el Lebrijano y todo el mundo allí metido. A cambio de nada. Yo me he ido al Cristo de los Faroles solo, sentado en la piedra y el barrendero con la manguera ha retirado muy despacito el chorro para escucharme cantar por seguiriyas. Como las monjitas del convento asomarse en las ventanas. Eso no hay dinero ni precio en el mundo que lo pague.

Hemos dejado de cantarle al señorito. Pero a mí me gustaba ver al Chaqueta apoyado en esa barra haciendo así en la tabla (toc, toc) y cantando por soleá

Eso es ser bohemio, para mí eso es arte. ¿Duende? Los duendes no existen. En la Bienal Flamenca de Holanda, hace dos años, vino un señor hablando de los duendes. Y al otro día, me senté yo ahí y sin más les dije: los duendes no existen. Imagínate allí las 600 o 700 personas con los ojos abiertos. Y les dije, mirad, el que sabe de esto es el que canta, el que toca y el que baila. Los duendes no existen. Existe solo el estado anímico del que toca, canta o baila. Si tengo un hijo malo con 40 de fiebre y me tengo que subir en lo alto del escenario, voy a cantar como una mierda porque no tengo el estado anímico adecuado para cantar por seguiriyas. Y si me he peleado con mi mujer o mi madre me ha pegado un guantazo, tampoco tengo el estado anímico como para ponerme a cantar. Pero si le has cogido bien el culo a tu mujer o a tu novia o le has dado un beso... o delante de ti hay una niña muy guapa, porque normalmente se le canta a alguien, entonces sí. Pero los duendes no existen. Y dije en Holanda que los duendes no existían. Y no tuvo nadie los santos cojones de llevarme la contraria. ¿Qué hay momentos mágicos? Claro que los hay, ¿pero los duendes? ¡Que venga alguien a decirme qué son los duendes!

Yo me he ido al Cristo de los Faroles solo para cantarle por seguiriyas. Con las monjitas del convento asomadas en las ventanas. Eso no hay dinero ni precio en el mundo que lo pague

P. Me decía antes que a usted le gustaba ver a ese Chaqueta cantar en un cuarto, aquellas fiestas... Ahora, el flamenco se enseña hasta en los conservatorios.

R. El cante flamenco no se puede enseñar en los conservatorios. El flamenco se aprende en la calle. Cantando. Escuchando a los que saben. A ti te pueden enseñar la teoría en los conservatorios, decirte eso es así, así o así. Pero nada más. El flamenco se aprende escuchando a los que escucharon cantar a los grandes. A la Niña de los Peines. A mí me llaman y me preguntan. Que a veces me llaman y me creo que va a ser para preguntarme si estoy bien, para preguntarme por mi salud y luego veo que no, que en realidad me llaman para preguntarme cómo cantaba tal o cuál. Pero, ¿en un conservatorio? No. El cante flamenco es de la calle, no de leer. El cante flamenco es de escuchar y de sentir. Y si eso se aprendiese en los conservatorios...

Dije en Holanda que los duendes no existían. Y no tuvo nadie los santos cojones de llevarme la contraria

P. Pero esas escuelas donde usted aprendió ya no existen.

R. No.

P. ¿Y dónde aprenden los jóvenes?

R. Preguntando, pero... eso se está perdiendo.

P. Pues si los conservatorios no sirven y se están perdiendo los…

R. Estamos perdiendo mucho del flamenco, sí...

El cante flamenco no se puede enseñar en los conservatorios. El cante flamenco se aprende en la calle. Cantando. Escuchando a los que saben

P. Pero por otro lado, estamos en un momento en el que, bueno, tenemos espectáculos masivos como la Noche Blanca del Flamenco, que reúne a decenas de miles de personas en las calles de Córdoba. ¿Eso es flamenco de verdad? Porque es muy distinto a esas fiestas privadas, esas flamencas que describe... R. Claro que es flamenco. ¿No te decía antes que yo he cantado ante 80.000 personas con David Bowie? Y mira, esa vez, con las pintas que tenían todos, sus crestas de colores, su pelo rosa... Y salí yo al escenario. Y empecé. (Canta) Y se hizo un silencio. Y seguí con... (Canta). Pues ese sitio, ese estadio que estaba lleno... Que me digan que aquello no era flamenco. Claro que era flamenco. Y está bien que salga, que se suba a un escenario delante de tanta gente, claro que sí. Si es en la Noche Blanca de Córdoba, pues también.

P. ¿Aquellos tiempos en el Rincón del Cante pueden volver?

R. No... Eso era un momento muy especial. No... Aquellas fiestas no...

P. ¿El Pele ya no iría de fiesta?

R. (Silencio) El Pele ya... No. Hemos pasado mucho. Ahora prefiero vivir este momento.

Canté ante 80.000 personas en un concierto de David Bowie. Con las pintas que tenían todos, sus crestas de colores, su pelo rosa... Y salí yo al escenario. Y empecé. (Canta) Y se hizo un silencio

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