Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

Paco Gómez Díaz: “Una ciudad no puede ser nunca un museo. Tiene que ser un organismo vivo”

Paco Gómez Díaz, arquitecto | ÁLEX GALLEGOS

Juan Velasco

0

“Paco, llámame Paco”, me pide el arquitecto Francisco Gómez Días (Linares, 1956) en la entrada de la Sala Orive. Hemos quedado allí, en una fría pero soleada mañana de enero, porque parece el mejor sitio posible para conversar precisamente con el artífice de la última rehabilitación que se llevó a cabo en este espacio, un trabajo por el que obtuvo uno de los dos Premios de Arquitectura Félix Hernández que posee.

Paco Gómez Díaz es una especie de maestro de arquitectos. Literal y figuradamente. Es profesor de Proyectos Arquitectónicos en la Escuela de Arquitectura de Sevilla, y es, a su vez, patrono de la Fundación Arquitectura Contemporánea, ubicada en Córdoba, la ciudad en la que lleva residiendo desde hace tres décadas, y desde donde ha viajado un total de 122 veces a Cuba, un territorio que conoce de manera notable y donde ha trabajado en numerosos proyectos de rehabilitación y conservación.

Esta tarea, la de la conservación, también la practica desde mediados de los 80 en la Catedral de Baeza, en la que, como él mismo reconoce, su mejor legado ha sido que no se note su presencia. Gómez Díaz parece disfrutar mucho hablando de arquitectura, de cine y de viajes. De todo esto hay en el libro A salto de mapa, publicado por la editorial Cántico, y que sirve de excusa para sentarnos en mitad de Orive y lanzar unas cuantas ideas -no proféticas- sobre la ciudad, el territorio y el mundo que nos espera en los años que vienen.

PREGUNTA. Tenemos un libro entre manos que se llama A salto de mapa. Cuéntame qué son estas correrías de un arquitecto.

RESPUESTA. Yo soy muy aficionado a hacer crónicas de los viajes. Me ha gustado siempre, no hacer una crónica de un viaje general y amplio, sino escribir sobre determinados enclaves que a mí me habían seducido especialmente. Así lo llevo haciendo desde hace años y esos recuerdos forman parte de mi disco duro, almacenados, al igual que otras cosas de las que me gusta escribir y que tienen que ver con el arte, con el cine… Todo eso estaba almacenado ahí. Y, en algún momento, publiqué en redes sociales alguna cosa y Raúl Alonso, el editor de Cántico, se puso en contacto conmigo porque tenía interés en publicarlo. Yo, sinceramente, nunca había pensado en publicar; era un tema más de consumo interno. Pero durante el confinamiento había estado tirando del fondo de armario que tenía y, bueno, pues he llevado mejor esa situación entretenido en reescribir o revisitar lugares en los que ya había estado yo previamente. La cosa es que Raúl ha considerado que esto podía tener un interés en sentido amplio. Por lo que ha sido más el empeño suyo que el interés mío en llevar esto a un soporte publicado, y en papel, no en digital. Ese es el origen del libro.

P. Es como un greatest hits de tus viajes.

R. Pues he tenido que hacer una selección amplia, porque es un libro a todo color. Y con el color, además, a sangre, pues los precios subían. Raúl quería mantenerlo en un precio de venta al público razonable, así que hubo que reducir en torno a las 150 páginas. Claro, yo tengo material para hacer tres libros como ese. Así que he tenido que hacer un criba, dejando cosas fuera que me interesan muchísimo, pero hemos buscado un material viable desde el punto de vista editorial.

Conocer mundo es la mejor manera de evitar la xenofobia y la ignorancia

P. Bueno, a lo mejor puedes sacar nuevas ediciones si el libro gusta.

R. Ya veremos. Raúl, que es bastante más optimista que yo, eso fue lo que me dijo.

P. Es curioso eso que dices de que has aprovechado el confinamiento para revisitar todos estos viajes. Porque el confinamiento, sobre todo el primero, se ha vivido muy hacia el interior. Yo creo que visitar o ver viejas fotos, o viajes, en el fondo es como una construcción.

R. Totalmente. El viaje no empieza ni termina con los días que tú visitas un determinado lugar. El viaje empieza cuando tú comienzas a planificarlo, a seleccionar lugares que te apetece visitar. Todo eso ya se graba en tu disco duro y, de alguna manera, es algo que está inmanente en infinidad de cosas que tú haces. Y volver a escribir, volver a pensar y volver mirar esas fotografías, en cierto modo es volver a viajar.

P. ¿Y qué papel juega el viaje en la creatividad de un arquitecto?

R. Para mí es todo. Yo, de hecho, he hecho muchos viajes con alumnos. Creo que conocer mundo es la mejor manera de evitar la xenofobia y la ignorancia. Y ambos están unidos. Pero, sobre todo, para mí, viajar es un mecanismo de conocimiento insustituible. Porque, en arquitectura, si me ciño al ámbito que no solamente es profesional, sino que también es pasional -porque para mi la arquitectura es algo más que una profesión, es algo que me fascina-, tú vuelcas no solamente el conocimiento académico, sino la vivencia que tú aportas precisamente en relación con esa experiencia que tiene el visitar un lugar. Porque, los lugares, aunque tú los conozcas bien, aunque los puedas tener ubicados, aunque puedas leer sobre ellos en una revista en un libro, la relación personal que se establece con ellos no tiene nada que ver. La sensación de escala, de luz, de cómo varía a lo largo del día, el tema de las texturas, toda la parte sensitiva… Yo creo que cuando viajas, se te activan todos los sentidos. Y eso es una manera de aprehender toda esa realidad compleja que una obra de arquitectura conlleva. Y por arquitectura lo mismo me refiero a la Mezquita, que me sigue pareciendo un lugar emocionante cada vez que entro, que te puedo hablar de una obra contemporánea, que aquí en Córdoba hay obras excepcionales de arquitectura contemporánea.

P. ¿Por ejemplo?

R. Pues la sede institucional de Medina Azahara, de Nieto Sobejano, a mí me parece una obra impecable. Y es contemporánea. Pero, en general, visitar los lugares y establecer una relación con ellos desde el punto de vista sensitivo me parece algo incuestionable. Y lo hago con mis alumnos. Yo cuando planteo un programa docente, invito a todos a viajar. Y durante años hemos hecho viajes que eran viajes de estudios. Nos hemos desplazado con los alumnos y aquello que hemos estudiado en clase lo verificamos in situ. Y muchos alumnos me dicen que el nivel de conocimiento que se adquiere con ese viaje y conocimiento preciso no es comparable con estudiar algo desde el punto de vista docente en un libro o revista, por muy bien publicado que esté.

Estamos formando a personas que esta sociedad no va a integrar en el mundo laboral

P. Conocer el mundo como medio para conocer tu mundo, ¿no?

R. O conocerte a ti mismo. Son facetas que se retroalimentan. Uno no se pone la gorra de viajero un día y otro día la de arquitecto. Son parte de una misma manera de entender el mundo, lo cual me parece súper enriquecedor. De hecho, estamos hablando de un concepto antiquísimo, que está implícito en La Odisea, de ese nivel de conocimiento que todo viaje conlleva.

P. Hablemos de tu viaje personal. ¿Cómo acaba un arquitecto de Linares, que da clase en la Universidad de Sevilla, viviendo en Córdoba?

R. Yo soy un nómada. Donde me dejen, allí me instalo. No tengo problema. Nosotros hemos vivido en muchas ciudades, pero mi mujer, que también es arquitecta, ha sido profesora de la Escuela de Artes y Oficios. Así que cuando le asignaron la plaza definitiva en Córdoba hace ya 33 años, nos vinimos a vivir aquí. Teníamos un hijo pequeño. Mi segunda hija nació aquí. Y aquí vivimos estupendamente. Yo creo que Córdoba tiene una escala de ciudad muy amable y muy humana. Por ejemplo, yo el coche no lo cojo jamás. Y luego, mi interés por la docencia hizo que entrase en la Universidad de Sevilla, ya que aquí no hay enseñanza de arquitectura. Y llevo muchos años desplazándome y dando clase. Y es muy cómodo, porque con la lanzadera tardo 35 o 40 minutos en llegar a Sevilla. Hay amigos míos que viven en la periferia de Sevilla, en Mairena o Gines, tardan mucho más de lo que yo tardo. Además, Sevilla es una ciudad que me interesa también mucho. Pero, personalmente, creo que la calidad de vida que aporta Córdoba es superior a la de Sevilla.

P. Por calidad de vida entiendo que hablas de esto de que no hay necesidad de coger el coche o de que todo esté a un paseo.

R. Claro. Nosotros vivimos en la calle la feria, en pleno centro, y es que en diez minutos recorro la ciudad. Y eso para mí es calidad de vida. No depender de un transporte público diario. Mi hijo vive en Madrid y mi hija en Barcelona, así que sé lo que significa el desplazamiento cotidiano para ello. Mientras que en Córdoba, el tiempo cunde más.

P. Esto de la calidad de vida, que es un término que llevamos diciendo toda la vida, ahora sí que parece que tiene sentido. Todo lo que ha ocurrido en el último año nos ha hecho entender realmente el significado de esas palabras y su relación con el entorno en que nos movemos.

R. Estoy convencido. Si miras las publicaciones especializadas o incluso las redes sociales te das cuenta de que la manera de relacionarnos tiene que cambiar en el soporte donde se dan las relaciones humanas, que es el espacio público. El espacio privado es el que cada cual gestiona de manera independiente. Pero el espacio público es algo que hay que reformular. El sistema de transporte, pensar en modelos de movilidad más sostenible, pensar en la persona como centro de todo tipo de decisiones. Esto es algo que no siempre se ha hecho. Porque, hablando de calidad de vida aquí en Córdoba, cuando tú transitas por la ciudad te das cuenta de que, en la mayor parte de los casos, Córdoba está más pensada para el vehículo que para el peatón. Es decir, al peatón le queda el espacio que es residual para el vehículo, con sitios que son absolutamente insoportables. Así que creo que hay que repensar la manera en que nos relacionamos y que esta etapa de confinamiento vinculada a la pandemia nos va a obligar a ello de manera decidida. Creo que no solamente es una cuestión que pensamos los que, de alguna manera, tenemos una cierta responsabilidad de pensar en la ciudad, sino que incluso de los gestores. La clase política cada vez está pensando más en esta cuestión.

Córdoba tiene una escala de ciudad muy amable y muy humana

P. Fíjate, yo lo que tengo es la sensación de que se ha aparcado un poco este discurso. Mucha gente descubrió en el estado de alarma de que se podía andar por andar. Yo el primero. Y aquello derivó incluso en que el Ayuntamiento cortó el Paseo de La Victoria o Carlos III para peatonalización. De aquello, poco más se supo. El coche ha vuelto a ser protagonista en gran parte de la ciudad.

R. Pero igualmente, esto es algo que no tiene vuelta atrás. Estamos en un momento en el que hay que pensar mucho más en la movilidad desde el punto de vista de la sostenibilidad y las personas. No tanto en el vehículo. Al revés, yo soy partidario de expulsar al vehículo de los centros históricos, que no están pensados realmente, ni tienen capacidad de absorción. Pero el modelo está desarrollado desde hace muchos años en muchas ciudades europeas. Además es curioso porque las primeras medidas de peatonalización siempre generan rechazo. Pero, curiosamente, cuando pasa un tiempo, están todos encantados. Yo recuerdo como decían que peatonalizar determinadas calles iba a ser la ruina de los comercios, pero ahora miramos cómo estaban esas estructuras urbanas en el pasado, y nos parece inconcebible.

P. Claro, es ridículo culpar al peatón de que un comercio vaya a la ruina, en un marco económico en el que precisamente lo que se empuja es a comprar desde casa.

R. Yo no solamente hablo de Cruz Conde, por ejemplo. Todo el mundo se ciñe al ámbito de la ciudad amurallada, sino incluso en barrios.

P. Sí, yo estoy pensando en La Viñuela.

R. Exacto, iba a hablar precisamente de eso. Porque al final, Córdoba es una ciudad polinuclear. Cada lugar tiene su pequeño centro de barrio y hay que fomentarlo. Porque genera actividad económica, riqueza y relación entre los propios habitantes de la zona.

P. A mí lo que me sorprende es su confianza en que los políticos hayan cambiado el chip. Yo eso no lo tengo tan claro.

R. Yo no he dicho que hayan cambiado. He dicho que me parece que están empezando a hacerlo.

P. Ya, pero fíjese que la gran obra de este nuevo Gobierno es una gran ronda, casi faraónica. Vaya, que el dinero ha ido prioritariamente a carreteras

R. Lo que pasa es que esta Ronda Norte es un tema muy antiguo, que estaba enquistado y la crisis de 2008 obligó a abandonar circunstancialmente. Yo creo que La Ronda Norte es necesaria también, porque la movilidad de los grandes flujos debe quitarse de la estructura urbana, porque no la puede soportar. Creo que ese problema hay que resolverlo. Pero, en cualquier caso, de lo que yo soy enemigo es de los proyectos faraónicos. Me parece un error que cualquier político quiera trascender dejando un edificio con su nombre. Y muchas veces sin pensar qué pasa al día siguiente. Lo hemos visto con el C3A, que es una gran infraestructura en la que se ha gastado muchísimo dinero, pero nadie pensó que gestionar eso en el día a día era terrible. El otro día estuve en el Museo de Arte Íbero de Jaén, que es otra infraestructura en la que se ha gastado otro disparate de dinero. Y ahí está, con una exposición provisional que montaron cuando fue el Rey a inaugurarla en 2017 y tres años después ahí sigue. Y además, con una gestión del espacio para mí muy dudosa.

En Córdoba, el tiempo cunde más

P. ¿En qué sentido?

R. Pues para empezar porque ocupa el lugar de la antigua cárcel de Jaén. Y la cárcel era un tipo de edificio como existen otros muchos que, aunque tienen el carácter peyorativo de lo que han supuesto, como edificio son fantásticos. Porque son una serie de galerías que podrían perfectamente cambiar de uso como de hecho ha ocurrido en muchos otros sitios, reciclando la estructura, gastando mucho menos dinero de lo que ha costado y, en cambio, manteniendo la imagen e incluso hasta la memoria de la ciudad. En lugar de eso se demolió la cárcel, que me pareció un auténtico disparate, para construir un edificio contemporáneo que, aunque sean buenos arquitectos, no es su mejor obra. Pero yo sigo viendo que el problema es el interés de todos los políticos es inaugurar grandes infraestructuras sin pensar al día siguiente qué pasa con ellas.

P. Claro. Aquí anuncian esta semana una nueva sala de arte contemporáneo, cuando el C3A del que hablabas antes se las ve negras para atraer público a sus exposiciones.

R. Yo soy más partidario de hacer muchas pequeñas obras dispersas que realmente mejoren el tejido de la ciudad y no invertir en grandes obras faraónicas que son para mayor gloria del político de turno pero que luego difícilmente arrojan un saldo positivo en lo que es el sentido vital de la ciudad.

P. Vamos con otra idea que creo que surgió con el estado de alarma y que veo que se ha desinflado con el paso de los meses: esa idea de que pudiera haber un éxodo urbanita hacia el mundo rural, que finalmente tampoco se ha acabado materializando.

R. Afortunadamente. Porque ese tipo de éxodo rural me preocupa si eso supone dilapidar el territorio. El territorio es el bien común. Y esta ciudad ha abusado de la ocupación del territorio mediante parcelaciones ilegales. Y curiosamente, partidos que estuvieron en contra en algún momento, han cambiado de criterio y ahora están a favor. Yo estoy en contra siempre de este tipo de ocupaciones del territorio. Porque me parece que el territorio es un bien común que hay que preservar. Lo que pasa es que este tipo de edificación se ha entendido que era el chalet del pobre. Es decir, que todo aquel que no se podía pagar un chalet en el Brillante, tenía que construirse algo. Pero claro, ese algo ha ocupado lugares que no deberían haberse urbanizado jamás. Y menos sin un modelo preconcebido.

Y, si a eso le sumas que hemos vivido en un modelo de especulación a ultranza, que la crisis nos viene en buena medida del modelo desarrollista que implementamos hace muchísimos años, pues no te quiero decir si lo aplicas al modelo del territorio: no ha habido modelo ninguno, ha habido especulación a ultranza en la que se han beneficiado muy pocas personas. A cambio hemos perdido buena parte de lugares que son privilegiados desde el punto de vista del paisaje de esta ciudad. Y creo que eso no debería haberse producido. Ha habido mucha tolerancia y mucho mirar hacia otro lado. Y las pocas veces que alguien ha intentado poner un mínimo de orden en el tema, ha acabado generando polémicas. Al final, el político piensa en cómo se traduce eso en los votos. Los de ellos, los de su familia, los de sus conocidos.

La conservación ha de ser compatible con el desarrollo de una arquitectura contemporánea

P. ¿A ti no te ha tentado salir de la ciudad?

R. No.

P. ¿Pero entiendes a quién haya tenido el arrebato bucólico?

R. Hombre, yo lo puedo entender. Pero habría que pensar primero en que hay pueblos, estoy pensando en la zona norte de Córdoba, que son una delicia. Está el modelo de llegar allí, comprarte una casita, arreglar esa casita y trasladarte. Pero no ocupar territorio.

P. Sí, yo te preguntaba por eso.

R. Vale, es que son dos modelos distintos.

P. Pero que ninguno de los dos creo que se haya materializado. Y este segundo también me parece que fue una burbuja de ilusión.

R. Bueno, pero yo conozco muchas personas que han optado por eso. Se van a una aldea y allí, pues a veces establecen una segunda residencia y otras se han ido a vivir literalmente allí. A mí eso sí me parece razonable. Yo lo que estoy en contra es que esa especie de diáspora lleve a un consumo de territorio que debería ser un bien común y que debería preservarse libre de contaminación.

P. Hablemos de contaminación, en este caso acústica: otra de las grandes cosas que ha traído el confinamiento es el silencio. Y tú lo sabrás bien, viviendo en la calle la feria.

R. Sí, lo que pasa es que las casas se viven hacia dentro. Nosotros tuvimos que poner doble carpintería, pero vivimos en torno al patio. Y allí no te enteras de nada. Es una delicia. Y esa zona tiene todavía una cierta vida de barrio. La pequeña tienda de proximidad, la relación con los vecinos… Es algo que todavía se parece algo a lo que debía ser Córdoba hace 50 o 60 años.

P. A mí el impacto acústico, el silencio en este caso, es una de las cosas que más me han llamado la atención.

R. Eso ocurre en el momento en que se reduce el tráfico… Y vuelvo a lo que decía antes, tiene que haber un proyecto en el que la peatonalización de los centros históricos sea incuestionable. Y el acceso restringido. Muy restringido.

El problema de Cuba es que la revolución de Fidel nunca se ha preocupado de generar riqueza

P. Eso me da pie a que nos pongamos teóricos. ¿Qué diferencia hay entre urbanismo y arquitectura?

R. Para mí el término urbanismo es polisémico. El urbanismo tiene más que ver con una disciplina. A mí me gusta más hablar de arquitectura de ciudad. De hecho, yo, que he tenido mucha relación con Cuba, me llamaba mucho la atención porque la cátedra que había allí no se llamaba “de urbanismo”, se llamaba “arquitectura de ciudades”. Y me parece un tema precioso, porque el urbanismo ha desembocado en una manera de entender la planificación sectorialmente. Para mí, el mayor valor que tiene el modelo de ciudad occidental es este modelo compacto donde tú estás viviendo en el centro y hay una coexistencia entre lo que pueda significar la vida, lo que pueda significar el negocio, etcétera. Es decir, que hay una coexistencia pacífica sin necesidad de segregar. El urbanismo tiende más a pensar en segmentar la ciudad en áreas, donde cada uno de los usos de la ciudad se diseminen. Y, bueno, hay determinadas infraestructuras de tipo industrial y comercial que pueden requerir eso. Pero, frente a ese modelo, yo prefiero siempre el pensar en la ciudad como compacta y que permita híbridar y coexistir. Y sin que haya segregación social. Que ese es un tema muy importante.

P. Una ciudad que no margine.

R. Exacto. Yo, por ejemplo, durante muchos años he tenido unos vecinos que eran gitanos y nos llevábamos estupendamente con ellos. Y además, le daban alegría a la calle. Porque los domingos, abrían el balcón de par en par y ponían su altavoz y su música y le daban vida a la calle. En estos temas urbanísticos -lo digo porque yo lo he padecido aunque he intentado huir de la segregación-, cuando ordenas un sector, los promotores siempre piden que la vivienda de protección oficial vaya a la esquina. Y eso es un error. Eso es lo que se ha venido haciendo siempre con los famosos polígonos, que al final son polos de marginalidad.

P. Son guetos.

R. O sea, la mejor manera es híbridar. Una ciudad compacta en la que se mezclen las clases sociales y se viva pacíficamente. Otra cosa es que, cuando se empiezan a generar ese tipo de guetos, al final obtienes es una bolsa de marginalidad. Aquí tenemos el caso de Moreras o Palmeras…

P. Y además es prácticamente imposible de revertir.

R. Eso para mí es un problema generado por el urbanismo entendido como un modelo de implantación segregada de ciudad.

El cimiento de una sociedad son las personas que lo habitan

P. Es curioso que no sea posible revertir eso si no es por la vía de la reintegración, que es algo a lo que ya nadie está dispuesto.

R. Claro, tú mira cualquier ciudad. No estoy hablando de Córdoba solo. Córdoba es una ciudad que, a escala mediana, ha reproducido los modelos que ha visto en Madrid o en Sevilla. De hecho, fíjate en Sevilla, lo que ocurre en las Tres Mil Viviendas con Las Vegas. Y mira que se ha invertido dinero. Pero es imposible de revertir. Nosotros con la escuela hemos estado trabajando muchas veces allí tratando de lograr lo que para mí es la clave. Que es no generar fronteras, sino disolverlas. Que no haya una frontera social, sino que haya una mezcla. Pero es imposible, porque en el momento en que has logrado que las viviendas puedan ser de nuevo habitadas por personas más diversas, al final han aparecido las mafias, que mueven mucho dinero, han comprado la vivienda, los han echado y han recuperado su territorio. Y son lugares en los que ni la policía quiere entrar.

P. Es quizá uno de los peores vicios del urbanismo actual.

R. El problema es que cuando tú homegeinizas por lo bajo a todo un grupo social estás creando el germen de un gueto que al final acaba siendo un problema de marginalidad absoluta.

P. ¿Y dónde está el origen de este tipo de planeamiento? Es que no se libra ninguna ciudad que yo conozca.

R. Se mezclaron dos factores. El primero, el factor de emigración del campo a la ciudad. Los flujos cambian radicalmente todo lo que es la percepción del espacio y todo lo que es el modelo de ciudad. Entonces, aquí hubo una explosión de migración del campo a la ciudad cuando las condiciones en el campo eran miserables. Y eso que se hizo para resolver un problema social, para evitar el chabolismo, acabó generando un modelo de ciudad excluyente. Insisto: el error está en crear áreas monotemáticas donde todas las personas responden a un mismo modelo social. Entonces, en un momento determinado, y más concretamente en la Posguerra, se cruzó esto con un sistema que en aquel momento se pensó que era ideal, que era el de los polígonos. Al final, el resultado que te da es lo que estamos viendo en infinidad de ciudades.

P. Este es un ejemplo de cómo la propia arquitectura puede definirte, sin que uno ni siquiera se entere.

R. Pues lo curioso es que luego allí hay manifestaciones culturales autóctonas súper interesantes.

El territorio es un bien común que hay que preservar

P. Claro, allí la cultura no se estudia. Allí la cultura brota con naturalidad.

R. Efectivamente. De manera natural.

P. Es curioso, todo esto que hablamos me ha recordado a la parábola de los peces de David Forster Wallace que incluyes en tu libro. Los ciudadanos no somos conscientes a veces del medio en el que vivimos.

R. Sí. La parábola habla de eso precisamente.

P. ¿Crees que Córdoba está saturada de vivienda? ¿Hemos construido por encima de nuestras posibilidades?

R. Estoy un poco al margen del mercado inmobiliario. Eso sí te lo digo. No te puedo hablar de esto con conocimiento de causa. Creo que seguimos viviendo una situación que es la derivada de todo el proceso inmobiliario de los años 2000, que es la construcción de un número de viviendas que no era la que se demandaba. Y el resultado es que sigue habiendo muchas viviendas vacías. En aquel momento, todo el mundo hizo de especulador. Invertía para que, al cabo de los seis meses, volver a vender, ganar un dinero que volvía a invertir. Yo conozco gente que ha hecho un dinerito con ese tema. Aunque era el juego de las sillas. Si la música para y te quedas sin silla, te jodes. ¿En este momento? Pues yo creo que sigue habiendo mucha vivienda vacía, mucha vivienda sin vender, y sin embargo sigue habiendo necesidad de vivienda.

P. ¿Y eso a qué se debe?

R. A que nosotros somos diferentes a otras ciudades o países europeos. El modelo aspiracional aquí es tener una vivienda en propiedad. No existe la cultura del alquiler. Eso hace que el alquiler aquí sea caro, bajo mi punto de vista, e incontrolado. Y no se piensa más en las personas que van a habitar una ciudad, sino en quien está alquilando, que lógicamente obtiene un beneficio por ese alquiler.

P. Y, si volvemos a irnos más allá de tu casa, hacia toda la zona de la Judería y la Mezquita, tenemos un buen ejemplo de las consecuencias de este pensamiento.

R. Es un ejemplo de terciarización.

P. Yo iba a decir turistificación.

R. Ahora como encima no tenemos turismo.

P. No hay turismo pero tampoco vecinos. Ni comercios.

R. Es el proceso de gentrificación que se produce en todos los centros históricos. Tú tienes una demanda importante por parte del turismo que hace que los precios suban y todas las personas que viven ahí no son capaces de soportar este incremento de valor, porque no tienen ese valor adquisitivo. Y luego está el proceso de terciarización de todas las tiendas y comercios que tienen que ver con el turismo. Y esto va unido al boom de los apartamentos y viviendas turísticas que ha habido en la ciudad. Pero esto no es nuevo. Hay ciudades emblemáticas. Podemos hablar de muchos casos, pero yo recuerdo por ejemplo Ciudad de Guatemala, que es una joya. Allí no hay vida. Se convirtió en un centro de formación en lengua inglesa y las casas, que son unas casas palaciegas impresionantes, que no se habían convertido ya en restaurantes, en hoteles y demás, se habían convertido en academias de inglés. Pero, por cientos. Así que tú la visitabas y la impresión que te daba es que era un museo. Una ciudad no puede ser nunca un museo. Tiene que ser un organismo vivo.

Cuando homogeneizas por lo bajo a todo un grupo social estás creando el germen de un gueto

P. Pero el riesgo está ahí. Y ese es otro proceso difícil de revertir.

R. Sí, y llega hasta la zona donde yo habito. Hay muchísimas casas que la han comprado inversores para convertirlas en apartamentos turísticos. Incluso a mí me han hecho ofertas. Ese es un fenómeno contra el que es muy difícil luchar. Es una especie de mancha de aceite que se va extendiendo por la ciudad, desde los núcleos más significativos desde el punto de vista de atracción turística, hasta los barrios. Entonces, es muy difícil. Y el resultado final, además, es que la ciudad pierde vida. Hay otro caso muy curioso, que es el de Cuenca, en Ecuador. Yo he estado varias veces. Cuenca es una ciudad preciosa, declarada Patrimonio de la Humanidad, y en una revista norteamericana salió como la ciudad ideal del mundo para vivir. Por factores de clima, de nivel patrimonial, de servicios, etcétera. ¿Sabes lo que pasó? Que los jubilados norteamericanos se dedicaron a comprar viviendas allí. Y hablamos de gente que iba una semana al año. Así que, el proceso de gentrificación no solo mandó a la gente al carajo, sino que dejó la ciudad vacía. Deshabitada. Solo por aparecer en una revista norteamericana.

P. En realidad, la zona de la Mezquita parece hoy más una especie de parque temático arqueológico abandonado. Y aquí aprovecho para preguntarte por el dilema de conservación o desarrollo. ¿Cómo compatibilizar la conservación del patrimonio con hacer que la ciudad sea más habitable?

R. El tema del binomio conservación-desarrollo… Es muy difícil responder a esa ecuación, porque esas cosas no dependen exclusivamente a un punto de vista profesional. Hay muchos factores económicos y sociales de demanda que pautan realmente el proceso. Yo me he dedicado a la restauración. Tengo muchas obras en muchísimos sitios, no solo aquí, sino fuera de España. Siempre me ha interesado la rehabilitación. Pero, como te he dicho antes, creo que la ciudad ha de ser un organismo vivo. Hay gente que piensa que lo que se debe hacer es, o conservar lo que hay o, si se hace algo nuevo, que se copie lo que había. Eso me parece un error. Hay que conservar la ciudad, pero la conservación ha de ser compatible con el desarrollo de una arquitectura contemporánea, con las claves de nuestro momento histórico.

Es decir, nosotros no tenemos una forma de vida, ni una forma de vestir ni de pensar como en el siglo XVIII, ni en el siglo XVII. Tenemos nuestra propia idiosincrasia, nuestra forma de relacionarnos, de vivir, de vestirnos… Y por tanto, yo creo que también debe haber un modelo de ciudad que, lejos de considerar que la identidad de una ciudad se cerró a finales del siglo XIX, seamos capaces de incrementar esa cuota de identidad. Aportando lo que nosotros tenemos, siempre que sea con sensibilidad y con buena arquitectura. Para mí ese ha sido el gran problema. Tenemos pésimos ejemplos de cosas contemporáneas. Pero tenemos peores ejemplos de labores de mimetismo. Creo que ha habido una época en la que el desarrollismo se ha introducido en el centro histórico, en la que se han demolido edificios históricos para construir cosas banales, sin ningún interés.

P. Por ejemplo.

R. Está en todos sitios. Te puedes pasear por cualquier calle y verás grandes palacios en los que, en el mejor de los casos, se ha dejado la fachada y dentro se ha construido algo baladí, sin ningún interés. Yo apuesto por la arquitectura contemporánea siempre y cuando haya calidad. En fin, nuestra profesión se ha devaluado mucho. Posiblemente los culpables principales seamos nosotros, los arquitectos, que no hemos sabido responder con la calidad que se nos demandaba para construir la ciudad del siglo XX o del siglo XXI. A mi juicio, lo que hay que hacer es intervenir con la filosofía de El Gatopardo. Cambiarlo todo, para que al final acabe todo igual. Resolver los problemas sin que sea patente nuestra presencia.

La Mezquita me sigue pareciendo un lugar emocionante cada vez que entro

P. Retirar un poco el ego del arquitecto.

R. Evidentemente. Es un tema que se da mucho en nuestra profesión. Y mi filosofía es la contraria. Yo soy conservador desde el año 85 de la Catedral de Baeza, y todas mis intervenciones han sido para quitar problemas, no para dejar mi impronta. Yo he formado parte de comisiones de patrimonio y he acabado renunciando a ellas. Porque resulta que solo te pedían intervenir en la fachada. En fin, hay muchas intervenciones malas que se han esforzado en mantener una fachada. Que además es de mentira, porque la escala es distinta. Porque la fachada original no tenía al lado un edificio de tres plantas, no sé si me explico. En fin, el espacio tiene que ver con una manera de vivir y de pensar. Te doy otro ejemplo: ¿Cuántas casas hay en el casco histórico que han convertido el patio en una chimenea de ventilación? A eso no se le puede llamar arquitectura. Y eso acaba degradando el paisaje urbano, que es un tema que me interesa muchísimo, y dilapidando nuestro patrimonio esencial, que es la casa patio. Que es, recordemos, patrimonio inmaterial de la humanidad. Y que, por tanto, debería preservarse, más allá de una declaración. Que están muy bien las declaraciones, pero luego, en el día a día, muchas veces te das cuenta de que ese tipo de valores se pierden.

P. Quizá la declaración de la Unesco lo que haya provocado ha sido un efecto pernicioso en la imagen del patio. Creo que ha suscitado un interés en capitalizar los patios más como un producto turístico que como una identidad arquitectónica propia.

R. Bueno, pero a lo mejor hay que llegar a un punto de equilibrio. Que no se trata de conservar las cosas de manera ideal. Si eso puede generar un punto de riqueza, pues bienvenido sea. Yo no estoy en contra, mientras no acabemos en esos mecanismos de gentrificación masiva que a mí me parecen nefastos.

P. ¿Quizá el ser una ciudad patrimonial le puede llegar a pesar a Córdoba?

R. Bueno, un diplomático amigo mío, Alberto Virella, me decía que el futuro de Europa era convertirse en un parque temático del patrimonio para que nos visitaran los chinos.

P. No discrepo con tu amigo, pero no sé si me gusta mucho ese futuro.

R. Claro, él me decía: Europa se está desindustrializando a marchas forzadas. Lógicamente el incremento de los salarios hace que las empresas se vayan buscando nichos donde la mano de obra sea ridícula en cuanto a coste. Claro, eso se hace a costa de la población europea. Lo que no nos puede sorprender es que esa gente, cuando ven nuestro modo de vida, se quieran venir aquí. Cuando ves que se va incrementando tu nivel adquisitivo y ves el nivel de vida de otra gente, pues lo que quieres es abandonar esos países de miseria, con muchísimos problemas de guerras étnicas y demás, para venirte al primer mundo. Lo que ocurre es que nosotros pensamos que eso es una invasión, a pesar de que nosotros los españoles hemos sido los primeros que hemos sido emigrantes siempre. No solo a Europa, sino incluso a América.

Soy partidario de expulsar al vehículo de los centros históricos

P. Probablemente más a América.

R. A mí me llamó mucho la atención cuando yo empecé a estudiar el tema de Cuba, que cuando dejó de ser colonia española, entre 1898 y 1920, hay un millón de españoles que emigran a Cuba. Yo cuando vi las estadísticas me quedé absolutamente asombrado. ¿Te imaginas que hubiera cifras similares aquí?

P. Con mucho menos estamos hablando de crisis migratoria.

R. Por eso digo. Es que además tenemos una memoria frágil. Se nos olvida que hemos sido un país de emigrantes a los que nos han acogido, y ahora lo vemos como una invasión.

P. Has mencionado a Cuba. Vamos a hablar de la isla. ¿Qué podemos aprender de Cuba en estos momentos?

R. En estos momentos es muy difícil. Yo he ido mucho a Cuba, porque he llevado programas de cooperación. De la Junta de Andalucía, de la Agencia Española de Cooperación Internacional y de incluso alguna oenegé como Arquitectura Sin Fronteras. He estado viajando durante 25 años allí y he ido, si no recuerdo mal, 122 veces. Conozco aquello, tengo una red de amigos impresionantes, y es un país que me fascinó desde que llegué. Nosotros siempre hemos pensado que el Mediterráneo, el mare nostrum, ha acogido durante años a civilizaciones que llevamos durante años contaminándonos unos a otros. Pero yo hoy, llego a Marruecos, que me fascina -mi mujer nació en Marruecos y hemos ido decenas y decenas de veces-, y te das cuenta de que, a pesar de su cercanía, es un lugar exótico. Donde hablan un idioma distinto, donde hay una cultura distinta, donde las cosas son distintas. Yo la primera vez que salté el Atlántico fue para ir a Cuba. Y después de pegarte diez horas de vuelo, 7.500 kilómetros hacia el oeste, llegas a un lugar en el que la gente habla como tú. Y vive como tú. Y se viste como tú. Y tú ves la ciudad y te da la impresión de que estás en Cádiz. O en Sevilla. Es decir, lo sientes próximo. Con la gente pasa igual. Tienes una facilidad de comunicación tremenda.

Entonces, yo siempre he pensado que frente a ese mare nostrum a lo mejor deberíamos pensar en un océano nuestro. Porque el lenguaje no solo es un vehículo de comunicación. El lenguaje es una estructura de pensamiento. Una forma de entender el mundo. Y a mí me resultó tremendamente próximo cuando yo me incorporé a los temas de cooperación. Yo me he implicado muchísimo allí. Hemos hecho infinidad. Tengo una relación de cosas realizadas en colaboración con ellos en temas patrimoniales, en tema de paisaje, en temas de publicaciones, en tema de intercambios… Yo he llevado a alumnos míos muchísimas veces allí. Y ha habido redes que han superado la mera coyuntura del viaje. O sea, te puedo decir que he fomentado muchos matrimonios. Bueno, digo Cuba, por no hablar de América Latina.

Me parece un error que cualquier político quiera trascender dejando un edificio con su nombre

P. Hablamos de Cuba porque te he preguntado yo.

R. América Latina es un lugar fascinante y complejo. Complejo porque yo también he tenido conflictos, muchas veces fomentados desde la propia estructura del poder, en contra de España. Al considerar que nosotros los colonizamos y les quitamos absolutamente todas sus riquezas. Y yo siempre les digo lo mismo: “En vez de decírmelo a mí, dítelo a ti. Porque posiblemente sean tus antepasados los que hicieron aquello que tú me estás diciendo que nosotros hemos hecho. Como si nosotros fuéramos una realidad distinta. Mi familia jamás salió de aquí”. Verás, no siempre. Te encuentras un poco de todo. Pero a veces te encuentras algunos debates desagradables. Yo he tenido debates, además con indígenas, francamente desagradables. Porque decían que nosotros éramos los primeros genocidas de la historia. Este concretamente era descendiente de los incas. Y yo le decía: “Me llama la atención que tú hables de genocidio por parte de los españoles que masacraron a tu pueblo y que no hables de que los incas masacraron a los cañaris”. Porque los incas llegaron desde el Cuzco y masacraron a todos los cañaris. ¿Eso no es genocidio? Bueno, pues además te voy a decir otra cosa: nosotros hemos sido invadidos por todos los pueblos habidos y por haber. Tú ves la historia de España y estamos absolutamente contaminados. Somos mestizos. Pero la diferencia es que nosotros en vez de hacernos las víctimas, pensamos que todo eso nos ha enriquecido. Eso es algo que hemos incorporado a nuestro acervo, en vez de hacernos las víctimas.

P. Esto del presentismo histórico suele dar pie a discursos delirantes. En cualquier caso, te preguntaba por Cuba evidentemente porque lo conoces bien. Y porque, en un momento como el que vivimos y ante un futuro como el que tenemos por delante, algo se podrá aprender de un país que ha hecho de la supervivencia en situaciones límite su modo de vida.

R. Si hablamos de la Cuba que generó muchísima empatía en los primeros años de la revolución, a lo que ha acabado degenerando en el día de hoy, hay un abismo. O sea, yo te puedo decir que hoy comer en Cuba es una heroicidad. Te lo digo porque conozco el tema. Es muy complicado. ¿Que hay parte de culpa del embargo? Sin duda. Porque a fin de cuentas el principal proveedor previo a la revolución de todo tipo de suministros era EE. UU. De hecho, hay quien pensaba que Cuba se debía convertir en un estado más de la Unión, igual que Puerto Rico. Y en Cuba había partidos anexionistas. ¿Que tiene incidencia? Sí. Pero no es el único problema. El problema de Cuba es que la revolución de Fidel nunca se ha preocupado de generar riqueza. Ellos han estado tan imbuidos en una lucha política por defender el sistema, frente a todo tipo de agresiones, que se han olvidado de que el principal objetivo de un político es que la gente viva lo mejor posible. No te digo que sean ricos, pero que haya unas condiciones de vida que sean razonables. Y eso hoy en día no pasa.

P. ¿Cómo está la situación hoy en Cuba?

R. Pues los precios son mucho más caros que aquí. Un litro de leche te cuesta 2,40 dólares. El salario medio está en torno a 100 dólares, cuando lo suban con la unificación monetaria. Pero hasta hace unos meses estaba en torno a 30 dólares. Los médicos cobraban 50 dólares. ¿Cómo se puede vivir en un país con estos sueldos? Te he puesto el precio de la leche. Pero es que es una suerte si encuentras leche. Hay un problema fundamental, que es que el hecho de buscar una sociedad igualitaria ha hecho que se iguale a todos por debajo, convertir a todos en pobres. Esto lo he comentado yo con gente incluso dirigente. Hablo de gente más abierta que incluso lo decían. Que el problema es que se había abandonado el propio sistema productivo. En un país riquísimo. Pues resulta que, una de las veces que voy, que acababa de transferir el poder de Fidel a Raúl, que llevaba siendo ministro de las Fuerzas Armadas desde hace 50 años, me llama la atención muchísimo que dice Raúl en televisión que el campo está sin cultivar. Y yo pensé: ¿Y te has dado cuenta ahora? ¿Llevas 50 años gobernando y te das cuenta ahora de que el campo está sin cultivar? ¿Pero por qué está sin cultivar? Porque todo lo tienen en reserva. Toda la propiedad de la tierra y de las grandes mansiones está en manos de toda una estructura dirigente que no la quiere soltar. Entonces, si tú no produces… ¿Un país que importa el 86% de los alimentos que consume, cómo puedes ser viable?

Hay que ser más posibilita que idealista

P. Pues esa es la pregunta que te hago. ¿Cómo es posible que un país así exista y siga ahí?

R. A mí me sorprende una cosa más. Es que la gente son héroes. Nosotros hemos trabajado mucho en conservación de viviendas que ha sido un trabajo fundamental, mejorar la vida de la gente. Y, si de paso conservabas un patrimonio que formaba parte de un pasado común, pues tanto mejor. Pues me llamaba la atención que llegábamos a casas que estaban en un estado deplorable -y cuando digo deplorable es que se estaban cayendo- y estaban bailando. Tenían la música puesta y había un optimismo vital… Ellos siempre nos decían: “Nos llama mucho la atención cuando hablamos con vosotros porque habláis de que vais a cambiar de coche, de que vais a ir de vacaciones a no sé donde. Nosotros, ni podemos tener coche, porque no nos dejan, ni podemos viajar porque no tenemos dinero, ni podemos cambiar de casa y con que no se nos caiga encima ya tenemos bastante. ¿Qué es lo que tenemos? El día a día”. Me decían: “vosotros vivís el día a día en función del futuro. Para nosotros el futuro no existe. Lo único que tenemos es esto que estamos viviendo en este momento”.

P. Pues quizá sea justo eso lo que tengamos que aprender. Porque, si hoy tenemos algo claro, es que el futuro es menos nuestro de lo que era hace un año. Hace un año, ilusamente, nos creíamos que el futuro nos pertenecía. Y no era así.

R. Claro, lo que pasa es que al final eso no es un problema nuestro.

P. Pero tú tienes hijos. ¿Tú crees que tus hijos van a conocer un futuro mejor que el que has conocido tú?

R. No. Lo hemos invertido. Hasta nuestra generación, nosotros hemos ido mejorando nuestra vida con respecto a la vida de nuestros padres, y nuestros padres respecto a la vida de nuestros abuelos. Nuestros hijos están mejor formados que nosotros, pero no tienen las mismas expectativas. Y te estoy hablando de mis hijos, que uno es arquitecto y la otra es médico. Pero aún así, yo creo que la generación venidera lo va a tener muy complicado. De hecho, yo en la universidad me planteo muchas veces que estamos formando a personas muy bien formadas y no les estamos ofreciendo un puesto de trabajo. Yo tengo a alumnos que están trabajando en cualquier lugar del mundo. En los que se te ocurra o no se te ocurra. En China ha llegado un momento en que se presenta un español y le preguntan “serás arquitecto, ¿no?”. Entonces, estamos formando a personas que esta sociedad no va a integrar en el mundo laboral. Lo cual es una contradicción enorme. Porque se van a tener que ir fuera…

P. Eso los que puedan. Porque mi impresión es que, a partir de ahora, vamos a formar a gente que no va a tener ni la oportunidad de emigrar por trabajo. A lo mejor, las próximas invasiones somos nosotros moviéndonos por efectos del cambio climático o por efectos de una crisis económica. ¿Cómo cree que va a ser el mundo que viene?

R. Uff No sé. Es muy difícil. Yo no soy profeta. No me gusta adelantar acontecimientos. Y no me gusta tampoco el maltrato que le estamos infligiendo al planeta, ni me gusta que se ignoren todas las señales de alarma que estamos viendo a diario en cuanto al cambio climático. Ni me gusta que se infravalore y a veces se ridiculicen determinadas cuestiones que tienen que ver con eso y que son esenciales. Pero claro, aquí sí influye la ideología. Hay siempre un factor de preservación del sistema de origen capitalista por encima de lo que pueda significar el generar unas expectativas de calidad de vida más razonables para las generaciones sucesivas. Creo que nos tenemos que tomar más en serio el tema del cambio climático y todo lo que eso conlleva.

P. ¿Es compatible frenar el cambio climático con un sistema de consumo como el que conocemos?

R. Yo creo que siempre, al final, hay que ser más posibilita que idealista. Pero lo que creo es que hay que tender a frenar. A controlarlo. Lo que pasa es que te das cuenta de que las grandes potencias están regidas por personas que, además del interés personal o partidista, no le interesa absolutamente nada más. Fíjate la etapa que afortunadamente espero que termine con Trump en EE. UU. Pero es que mira el modelo de Putin o el modelo de China, que yo lo conozco, y que es el más opaco.

P. Ese es el modelo que yo creo que corre riesgo de imponerse, un modelo autocrático y altamente rectificado, con una falsa apariencia de democracia.

R. Democracia para nada. Ellos no hablan nunca de democracia. Lo que pasa es que yo creo que es muy difícil de entender la filosofía china. Y a mí me parece un país muy complejo. De entrada, por hablar de país cuando en realidad es un continente. Pero sobre todo porque es un modelo opaco. Siguen existiendo bolsas de pobreza absoluta, junto a millonarios que no sabes cómo pueden vivir con ese nivel de vida y que además hacen ostentación del tema. Es un país muy difícil de entender. Yo he estado allí muchas veces y me cuesta mucho entender cómo funciona.

P. Ya para terminar. Si España fuera un edificio que conservar, ¿por dónde empezaría usted?

R. Por la base, ¿no? Por las personas. El cimiento de una sociedad son las personas que lo habitan. Por lo que es fundamental pensar más en las personas. Creo que nos vendría bien a todos.

Etiquetas
stats