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Goval: “Cuando la gente ve mi obra no dice qué bonito sino qué cabrón”

Goval | MADERO CUBERO

Alejandra Luque

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José Antonio Gómez Varela, Goval (Linares, 1956) acaba de publicar Hostias, un libro en el que ha trasladado al papel 68 de las más de 600 viñetas que ya ha dibujado. Cada día, este “agitador cultural y de conciencia” publica en sus redes sociales y difunde a través de Whatsapp una pequeña imagen que invita siempre a la reflexión. Lo que comenzó como terapia tras su jubilación se ha extendido durante cerca de tres años y ahora se plantea dejar este pasatiempo en standby y centrarse en la ciencia. José Saramago le acompaña en ese camino.

Nos citamos en los jardines del Palacio de Orive. Hace un lustro que Goval expuso en este edificio una colección de tarjetas navideñas que fue elaborando durante 25 años. Quiere recuperar otra muestra que ya tiene título, Fotodramas, consistente en pequeñas cajas en las que este ilustrador construye relatos. Por el momento tiene 42 y esperará alcanzar las 80.

Después de trabajar en una fábrica en Linares decidió estudiar para aprobar las primeras oposiciones de la democracia. Consiguió plaza y años después participó en otras dos, obteniendo el mismo éxito. El pasado año recibió el Cervatillo de Plata de la Federación de Vecinos Al-Zahara, reconociendo así su implicación con el movimiento vecinal, cuya máxima expresión se concentra en el proyecto crítico-visual en la calle Imágenes. No obstante, tiene todavía pendiente la creación de un centro en el que se aborden la filosofía, el arte y la ciencia.

Este apasionado por la comunicación lo cuestiona todo y hace reír y pensar al que tiene enfrente. Rompe el guión de la entrevista, que realizamos en 'La Contentura', nada más empezar y selecciona de Hostias su mejor viñeta: un lápiz en cuya parte superior no hay una goma, sino un sacapuntas. “Es un lápiz que sirve para que el otro pueda sacarle punta. Es una metáfora sobre la necesidad del otro en este mundo en el que vivimos”.

P. Es un lápiz que choca contra el individualismo

R. Eso es. En el mundo en el que vivimos, esa relación que tenemos con los demás es lo único que nos va a salvar. Vivimos en un relato neoliberal en el que el individualismo prevalece de forma exacerbada. En ningún momento se cuestiona el diseño del cambio del sistema en el que estamos. Antes, los jóvenes hablábamos de querer cambiar el sistema. ¿Ahora ya está perfecto? Si no triunfas es que has fracasado y ala, al psicólogo. Vivimos de manera muy diferente que hace 100 años. En 1919 salíamos de la Segunda Guerra Mundial con unas esperanzas de alegría tremendas que se reflejó en la Bauhaus, que nos decía que el socialismo, en el sentido de lo social, iba a traer el cambio. En esa década van a salir muchos libros determinantes en la literatura del siglo XX.

Sin embargo, en el 2020, hay un terror impresionante a la robótica, nadie quiere hablar del futuro ni del cambio climático. ¿Quién piensa ya en cambiar el mundo? Nadie. Cada uno va a lo suyo y con el lápiz de la goma. O pensamos en que todos tenemos que salir de esto o no hay nada que hacer. Mira las grandes diferencias económicas que existen todavía en el mundo. Cada vez más millonarios y mayor penuria en las clases medias. Estamos en estas democracias capitalistas que no quieren cambiar el relato. ¿Qué viñeta te ha gustado a ti más?

P. Ésta [le enseño la que aparecen dos micrófonos de radio vestidos con un bozal]

R. (Risas) Aquí vemos dos micrófonos de dos personas que están hablando pero que hay que protegerlos porque no es que hablan, sino que muerden en lugar de escuchar. Y más que dialogar, se debate. Denuncio esa mirada a ciertas entrevistas en medios de comunicación donde la gente no habla, sino que muerde. Aquí me refiero a los medios de comunicación pero esto lo podemos ver en el mismo Parlamento político, donde se llega al insulto de manera banal y rápida, sin dar la posibilidad de entrar a dialogar.

P. Ha sido complicado dar contigo para esta entrevista. Y todo porque te has autosometido a un experimento: intentar vivir sin móvil.

R. Principalmente lo uso para las viñetas y poco más. Se me rompió el móvil y decidí no comprarme otro para experimentar qué generaba en mí su ausencia. Esto viene de mucho antes. Cuando me jubilo tengo en mente estudiar la creatividad y doy con un profesor de la Universidad de Córdoba y empezamos a ver asuntos desde el punto de vista de la genética. De ahí parte todo.

La hostia más grande que he recibido ha sido de representación política

P. ¿Cuáles son tus conclusiones?

R. Me he sentido que he perdido parte de mi identidad en el sentido de que no me sé ningún número de teléfono. Esa soledad de no saber a quién llamar. Ahora ya tengo móvil porque a mi hija la tienen que operar y di mi teléfono por si me llamaban del Hospital Reina Sofía. Me compré este nuevo pero no sé ni cómo va (risas). Creo que los móviles son una maravilla, un gran invento, y considero que mejora las relaciones físicas que se establecen entre los jóvenes. El gran esfuerzo de los padres es buscar las alternativas y esfuerzo. En uno de los libros que estoy leyendo de José Saramago, decía que hay cosas que se pueden aprender pero no enseñar. Aseguraba que la literatura es una cosa que no se puede enseñar. Creo que en realidad lo que quería decir es que lo que no se puede enseñar es la creación literaria o la creatividad. Es como el machismo: va en la persona o no. Lo que hay que hacer en un momento dado es, con los niños, no sesgarles sus conexiones neuronales de cinco a seis años. Estas hacen que las emociones se empiecen a formar. Es como el concepto cultural de la Semana Santa.

P. ¿En qué sentido?

R. Por ejemplo, mi mujer es irlandesa y una vez invité a un familiar suyo a que viniera a Córdoba a ver la Semana Santa. Se fue escandalizado diciendo que cómo es posible que sacaran a Jesucristo y a la Virgen por la calle y llenos de oros cuando eran pobres. Yo salgo a veces a ver Semana Santa con mis hijas para ver cómo lo viven. En una ocasión, un hombre me dijo que me quitara el sombrero, que venía el Señor. Y le dije que aquello era una estatua. Le dije que yo tenía formación cristiana y que Jesucristo dijo: ‘Vendré a la Tierra y estaré representado en los pobres y en los necesitados. Cuando venga, será el día del juicio final’. Salvo que sea el día, aquello era una estatua, nada más. Hay que establecer la diferencia entre imagen y realidad. Hay una batalla de símbolos enorme. “Yo por la bandera de España muero”. ¿Que mueres? ¿Cómo que mueres?

P. ¿Has creído alguna vez?

R. Yo he sido secretario de una cofradía de Linares y me caí del caballo como San Pablo y dejé de creer. Todo vino porque hubo un vendaval en mi barrio y mi vecino se le fue el techo de su vivienda. Toda la familia se vino a mi casa y mi obsesión era buscar la solución a esta familia. Hay una reunión de la cofradía y el hermano mayor dice: ‘Nuestra Madre está muy triste en su capilla. Vamos a hacer una porra para comprarle flores’. En un segundo salieron 5.000 pesetas. Entonces, conté el problema de mi vecino. La respuesta del hermano mayor fue: ‘Perdone pero se ha equivocado de sitio. Nosotros no tenemos nada que ver con la política. Nosotros somos religiosos’. ¿Cómo? Y me caí del caballo y me convierto en el tío más contrario a la Semana Santa de mi pueblo. Tanto es así que Radio Linares me llevó a su emisora para que hablara en contra de la Semana Santa. En aquellos años era muy radical e hice un grupo cultural que se manifestaba en contra de la presencia de las armas en esta fiesta. Una procesión de Semana Santa es una ópera en la calle con todos sus componentes: vestuario, composición, música, los olores… Mis hijas son las únicas niñas de la familia Mccarthy que no están bautizadas. Cuando muere mi suegro y voy a su entierro pensé que mis hijas se iban a hacer del catolicismo porque hay una misa de cuerpo presente con un coro impresionante, de una belleza increíble.

Córdoba mira mucho para atrás

P. En Hostias hay dos viñetas relacionadas con la Iglesia que son realmente llamativas. La primera es la representación de un paso de palio en la que la imagen de una Virgen en cuestión es sustituida por un billete.

R. Yuval Noah Harari ha escrito el libro Sapiens y cuenta que el gran dios es el dinero. Relata una anécdota divertida que dice que cuando el grupo terrorista ISIS entró en Siria, todo lo que oliera a Occidental fue derribado. Cuando llegó al Banco Central de Siria, estaba lleno de billetes de dólares e ISIS no lo incendió. Es lo único de Occidental que no quemó porque es su dios. ¿Quién iba a hacer eso? Nadie. De esa reflexión ha salido esta viñeta. Hay otra muy parecida de unos niños que tuercen la mirada al ver el dinero. Tiene también que ver con otro de los trabajos que llevé al Museo de Arte Contemporáneo, que se llamaba El silenciador. Consistía en un revólver con un silenciador en la punta y hecho con billetes de dólares. Con el dinero nos tapan la boca.

P. En otra aparece un confesionario cerrado y con una hilera de juguetes.

R. Con esa viñeta quise decir que ahí dentro había un niño. La pederastia ha existido. Yo he sido monaguillo y sé de qué va la historia. A mí no me tocaron nunca y por una razón muy simple: mi padre trabajaba en frente de donde yo estudiaba. Además, él tenía relación con todos los curas y sé cómo los demás niños iban a confesarse a su cuarto porque no lo hacíamos en el negocio este del confesionario. En las habitaciones nos contábamos historias de cómo había sido esa confesión. Tengo amigos sacerdotes a los que a veces le molesta este tipo de cosas pero siempre les digo lo mismo: no me pueden negar que ha pasado. En este sentido, la obra que quiero recuperar consiste en cajas de 20 por 20 y se llama Fotodramas. Es una caja que tiene que ver con la caja del espacio escénico donde monto un universo. Siempre pongo una foto antigua con elementos que, al confrontarlos, genera un relato. Un ejemplo: una foto redonda de 1920 de un niño de primera comunión y rodeado de hostias sagradas. Me mancho el dedo de tinta y lo poso en una de las diez hostias, que se llama la huella del crimen. En definitiva, alguien que ha tocado la huella ha tocado también a los niños.

P. ¿Sientes decepción con la Iglesia?

R. Creo que más la Iglesia conmigo porque invirtió mucho en mí (risas). Yo estudio mucho mi mente y qué me ocurre cuando me pasan cosas. Me analizo mucho y ahora estoy muy focalizado en estudiar mis amígdalas, que están en el cerebro y que se desconectan y nos hacen actuar. En Facebook, por ejemplo, hay páginas que vaya tela. Me metí en una que trata sobre fotografías de la Guerra Civil Española. Me aceptaron en el grupo y veo que publican una foto de una republicana y ponía: “Ésta es una chupapollas y todas se entretenían en follarse a los republicanos”. Ante eso me paré a pensar y le pregunté que si tenían datos para asegurar aquello que estaban diciendo. Me contesta diciéndome que todo el mundo lo sabe. Le pregunté que quién era todo el mundo porque quizás yo estaba en otro universo porque no escuchaba hablar así. Estuvimos engachados varios días hasta que me preguntaron: '¿Tú eres comunista? ¿Eres masón?'. Dije que tenía formación cristiana comunista y me rebatieron diciendo que eso era imposible. Hombre, Jesucristo quería el bien de los demás. Luego me decían que si los comunistas habían matado a muchos y que los cristianos a nadie. Me quede alucinado y dije: ‘¿Y la Cruzada?’. Hombre, mataron a muchas personas. Llegó un momento en que me pregunte qué hacía ahí y con quién estaba hablando. Finalmente me echaron del grupo.

Hay una batalla de símbolos enorme

Yo voy anotando cómo me voy sintiendo. En un ocasión hice un folleto y durante la presentación vi a una persona que lo llevaba. Casi al final del acto me dice este hombre que menuda mierda de folleto, que había que denunciarlo porque era asqueroso. En esos términos. La que dirigía la presentación me pregunto que si tenía algo que decirle y sólo le espeté un 'Gracias por tu análisis crítico porque la próxima vez que lo haga lo intentaré hacer mejor’. Pero se ve que al hombre no le bastó y seguía con que era una mierda. Yo pasaba, no entraba y continuó así. Lo tuvieron que sacar de la sala. Hace unos días tuve otra movida con una viñeta.

P. ¿Cuál?

R. Dibujé a un hombre crucificado con el símbolo del comunismo arriba. Me decían que insultaba a los cristianos porque era Jesucristo pero les dije que no porque no llevaba corona, precisamente para no insultar a los cristianos. Ha habido muchos crucificados en la historia de la Humanidad. Ya en el debate entró gente muy divertida que decía que era uno de los ladrones o el Che, pero éste no podía ser porque no murió crucificado. Otros decían que era Espartaco. La gente vio esa viñeta y se sintió ofendido como cristiano. Vamos a ver, ¿os vais a hacer dueños del símbolo de la cruz?

P. ¿Hostias era el título que pensaste desde el primer momento?

R. Qué va. Se iba a llamar La mirilla. El nombre de Hostias se lo puso Antonio Monterroso, el prologuista, ya que le parecía que eran hostias que se daban en el cerebro. Curiosamente, el mes pasado, El Roto -que es mi maestro- expuso en el Museo Reina Sofía una colección basada en Goya. Este autor denuncia tres cosas en Los Caprichos: la violencia, el abuso del poder y la ignorancia. En Hostias he intentado seguir estas tres vertientes pero ampliándolos más al concepto del cambio climático, la violencia sobre la mujer, la diferencia de clases sociales… Un periodista llamó a aquella exposición 39 puñetazos de El Roto. Puñetazo y hostia son sinónimos. Es lo que utilizamos contra alguien. Si se desmaya le damos una hostia para que se despierte. O si vemos que alguien está perdiendo el sentido, decimos: ‘Se merece cuatro hostias’. Mucha gente me identifica a mi con lo que dibujo pero no es así. En este sentido hay que recurrir a los grandes artistas: Scorsese, cuando en El Padrino mata al personaje, nos sentimos todos identificado con él. ¿Scorsese es partidario de lo que hace el personaje que él ha creado? No. Eso es lo que tiene el artista de interesante: es capaz de tocarnos las emociones. Lo que hay que saber es hasta dónde pueden llevarnos.

P. Monterroso dice en el prólogo que “las hostias de Goval son pura poesía”. Supongo que nunca antes un puñetazo fue descrito de una manera tan delicada.

R.  (Risas) Antonio me dice cosas muy bonitas y casi no le presto atención. Pasa como con las parejas. Es un fanático de mi obra en general. Siempre digo que la gente cuando ve mi obra no dice qué bonito, sino qué cabrón. Por eso no me identifico con las corrientes que hay en Córdoba. Para mí, el arte es hacer pensar. Yo respeto todo pero esa es mi forma de ser.

Fui secretario de una cofradía de Linares y dejé de creer

P. ¿Por qué has utilizado viñetas sin ningún tipo de texto?

R. Antonio me insistía en que las mejores viñetas son las que no llevan texto y que cada uno interprete lo que quiera, aunque pienso que a veces el texto puede ser muy interesante. Estas navidades puse una sobre un padre y un niño que venían cargados de regalos y pasaban por el alumbrado de Navidad. El niño le pregunta que por qué ponen tantas luces y el padre le dice: ‘Para que no veamos’. Ese relato textual es el que hace cambiar toda la mirada con respecto a la viñeta.

P. Has sido muy crítico con el espectáculo de luces de Foro Romano.

R. Lo puse en otra viñeta, sí. Además es que esa viene a huevo. El nombre de la calle viene muy bien para el relato de pan y circo. Vivimos en una sociedad del espectáculo porque todo lo que sea redundar en eso, entretiene. Muchos tinglados que se montan en esta ciudad están en esa base porque no hay otra cosa detrás. Recuerdo que cuando era contrario a la Semana Santa me llevaron de nuevo a Radio Linares y dije: ‘Con la llegada de la democracia, a la Semana Santa le quedarán dos afeitados porque la gente estará metida en grupos de teatro, en asociaciones de vecinos y se va a dinamizar'. Así pensaba yo. Hace un tiempo me viene el locutor por la calle Imágenes diciéndome que qué profeta estaba hecho con respecto a esa frase. Le dije que no estaba equivocado y le cuestioné si había llegado o no la democracia. Yo pensaba que la democracia era otra cosa.

P. En Hostias también entras en cuestiones tan íntimas como la frialdad que puede haber en una pareja y la representas con un valla metálica en mitad de una cama.

R. Es así. También hay otra en la que reflejo una cama con dos váteres. Creo que el amor también se refleja cuando eres capaz de admitir los olores del otro. Intentemos admitir que el otro que vive contigo no lo tiene todo perfecto.

P. Justo al lado tenemos el cuadro del Guernika, de Picasso.

R. ¿Qué hemos hecho con ese cuadro? Hemos convertido en un souvenir aquello que en un momento dado fue un grito revolucionario. Cuando era profesor en la Escuela de Arte Dramático iba al Museo del Reina Sofía y cuando veía este cuadro siempre decía lo mismo: 'No tiene que estar aquí porque lo han convertido en un espectáculo'. Hemos convertido el arte en souvenir. Que conste que a mí este museo me parece impresionante y su director, Manuel Borja-Villel, tiene muy claro a qué debe destinarse un edificio de esta índole. Otra cosa es que hablemos del C3A, pero es que no hay dinero. Las tres cosas básicas que tiene que tener un museo de arte contemporáneo son la integración en la ciudad, el aspecto didáctico y la formación. Con respecto a la primera, al C3A todavía le cuesta integrarse en la ciudad. Sobre la segunda, un museo debe tener relatos en su interior que te hagan pensar y tras una visita a este centro me salió unan viñeta que decía: ‘Fui al Museo de Arte Contemporáneo a buscar respuestas y no encontré ni preguntas’. Y, por último, sé que se están dando cursos pero no terminan de encajar. Es un gran centro pero le faltan recursos.

Muchos tinglados que se montan en esta ciudad son puro espectáculo

P. Desde su puesta en marcha ha sido así.

R. Sí, da la impresión de que los recursos no llegan pero también es cuestión de voluntad. Estamos viviendo un momento curioso porque la economía es la que es. Se suben las pensiones 100 euros pero hay 14 millones de pensionistas. ¿De dónde sacamos el dinero? ¡Recortemos! Vale, muy bien, ¿pero de dónde? En España hemos aprendido muy bien lo de los derechos humanos pero los deberes humanos no los aprendemos. La gente debería tener un compromiso de en qué invertir y en qué no. ¿Cuánto nos hemos gastado en las luces de Navidad? Ahora propones invertir una parte en las personas rumanas que viven aquí y te dicen que no, que se vayan a su tierra. Hay que priorizar. Cuando llegué a la Universidad Popular de Jaén detecté que el 80% de lo que se estaba gastando iba a sectores de la población muy favorecidos y ociosos. Detecté entonces grupos de gente analfabeta que no tenían nada. Hice mi inversión y cambié algunas cosas, creando un problema tremendo porque quién me iba a decir que no podía destinar el dinero a enseñar a leer o escribir. La izquierda me decía que sí pero la derecha me criticó. Había cursos de corte y confección para señoras en el centro de la ciudad y ni siquiera cortaban. Luego la derecha me decía que yo tenía que seguir con esos cursos y le decía que muy bien, pero que me dieran más recursos para las personas más desfavorecidas. Y me decían que no. Hay que ser didáctico con el dinero que tenemos.

Tengo amigos muy de derechas que critican la subida del salario mínimo y me dicen que sólo se van a crear parados. Puede que sí o puede que no, no entro en eso, pero les comento que aquí en España hay muchos parásitos que nunca han sido criticados: hijos de millonarios que no dan un palo al agua. La familia de Franco es un ejemplo. Se dedica a vivir de las rentas y se admite como si nada. ¿Por qué no vamos a subir el salario mínimo?

P. Para continuar perpetuando las diferencias de clases.

R. Claro. Algo parecido me pasó en la fábrica Santana Motor que tenía Suzuki en Linares. Hubo una huelga porque se buscaba la subida lineal de todos los trabajadores, es decir, cobrar 2.000 pesetas más. La propuesta de la empresa era que esta subida fuera directamente proporcional: el que ganaba 10, ingresaba cuatro y el que ganara 20, ocho. Hicimos una asamblea para decidir qué hacer y levanté la mano y planteé hacerlo inversamente proporcional: que el que menos ganara tuviera más subida. Allí salí yo cortando orejas (risas). Nadie se lo había planteado antes y yo ingenuamente lo solté. Yo es que soy un provocador (risas). En aquella época mucho más. Pues al día siguiente llega un ingeniero hasta mi puesto de trabajo y me dice que le pareció impresentable mi intervención y me criticaba que yo no valoraba el esfuerzo que él y otros compañeros habían hecho para sacarse su carrera. No le gustaba que el peón y él ganaran lo mismo. Le tuve que contar que yo tenía el mejor expediente de la escuela de maestría y que si quería hacer Arquitectura en Sevilla tenía que hacerlo con una beca. Pero en el mes de junio llegó Santana a la escuela buscando el mejor delineante y mi profesor, Pepe Avilés, me recomendó a mí. Como me negaba llamó a mi padre para que me convenciera. Al final lo hizo y me fui a la fábrica. A aquel ingeniero le dije que mi padre necesitaba dinero en la casa. ¿Qué me vas a hablar de esfuerzo? Yo podría haber sido un gran arquitecto pero la vida me ha llevado por otros derroteros porque he sido pobre.

P. ¿Y cómo llegaste a Córdoba?

R. Aquí hay muchas historias (risas). Entro en Santana como proyectista con 20 años y cometo un error impresionante en un diseño. Me echaron una bronca monumental porque costó muchísimo dinero así que pensé en irme de la empresa a mi vuelta de la mili. Regreso y mi padre me dice: ‘Ve a la cochera’. ¡Me había comprado un coche y yo sin carnet! Vamos, que todavía no lo tengo (risas). Pedí excedencia en la fábrica y me fui a Barcelona. Allí acabo en los años de la movida catalana y viviendo pijamente en casa de mi abuela. Entonces me pregunté qué hacía aquí cuando yo siempre había estado trabajando para tener un sueldo. Me vuelvo a Santana con las orejas agachadas y un año después ya no puedo estar en la fábrica. Allí había un psiquiatra y le dije que estaba muy mal, que no podía seguir, y me contestó que él tampoco. Me aconsejó que me llegara la semana siguiente y eso que hice. Me presenté allí y me dijo que iban a salir las primeras oposiciones que se hacían tras la llegada de la democracia. Antes se entraba por contactos, un sistema muy endémico. Nos preparamos el temario y aprobamos. Para 20 plazas había 2.000 personas, una barbaridad. Pasé la primera plaza y me quedé el número ocho. Después del examen vino la parte difícil, que se conocía como la encerrona y consistía en dar una clase. En mi vida había hecho eso así que los que aprobamos acordamos que no entrara nadie para ver en qué consistía y no tuviera esa ventaja. Sin embargo, cuando llegó el turno del aspirante número siete, una chica dijo que iba a pasar. Menos mal que lo hizo porque yo pasé después. Así vi qué preguntas te podían hacer y pude improvisar. Saqué la plaza y me fui a Almería tres años. Después volví a opositar y lo más cercano de Linares era Córdoba, donde entre en el Instituto Maimónides. Aquella plaza la sacaron para un amigo y cuando llegué me dijeron que ahí no había plaza para mí. Le tuve que decir que había salido en el Boletín Oficial del Estado con mi nombre. Ciertamente era para otro pero yo tenía más puntos porque aunque los dos éramos de la primera oposición, yo me fui a Almería como Jefe de Actividades Culturales.

Hay que ser didáctico con el dinero que tenemos

P. ¿Córdoba es ciudad para jubilados?

R. Soy muy apátrida. Mi núcleo de amigos adolescentes era de diez y los otros nueve están en Linares. Cuando voy me tratan con cierta lástima porque no me pude quedar en Linares (risas). Pero si es que yo no quiero estar allí. Mi mujer ya ni te digo. Ahora que viajo más veo el mundo de otra manera. Yo no tengo ese aferramiento a Córdoba ni a Linares ni a ningún lugar. Cuando voy a Irlanda sí echo mucho de menos el sol, eso sí.

P. ¿Qué concepto tiene tu mujer, bajo la cultura irlandesa, sobre la tauromaquia, un ámbito muy criticado también en Hostias?

R. Ella la critica muchísimo porque su cultura la hace ser muy defensora de la vida aunque tengan la cacería del zorro. Son choques culturales. Mi hija mayor descubrió con ocho años lo que es una plaza de toros y porque fuimos al cine. Pero espérate porque mi abuelo era torero: Antonio Gómez El Compadre.

P. (Risas)

R. Es muy divertido. Vengo del mundo de la tauromaquia y veo con cierta tristeza cuando matan al toro. En mi casa, mis hijas no han visto una corrida de toros en su vida. Han cambiado los conceptos culturales. Mirar la realidad cultural de hace años con los ojos de hoy es un error porque podríamos preguntarnos qué hace el Gran Capitán en Las Tendillas si era un tipo que estafaba a manos llenas. Este hombre no es ejemplo de nada pero la mirada de aquel entonces es diferente: robaba pero generaba trabajo. Lo que viene siendo un Bárcenas pero a niveles insospechados. Por eso la historia hay que mirarla en el contexto en el que se hace. Irlanda es muy diferente. Otro ejemplo son los pubs: nosotros tenemos las calles para salir pero ellos se encierran ahí. Cuando llegué la primera vez, todos los amigos de mi mujer me regalaron una pinta. Ya ves tú, yo no bebo, y le decían a mi mujer: 'Hostia, cojonudo, así te emborrachas y te lleva él a casa'. Obviamente decía que no porque no tengo carnet. Yo soy un fracaso.

Podría haber sido un gran arquitecto pero la vida me ha llevado por otros derroteros por ser pobre

P. ¿Te planteas sacártelo?

R. No tengo tiempo (risas). ¿Tú sabes lo bien que me lo estoy pasando aquí con vosotros? Me pasa lo mismo con el inglés. Como no lo domino, cuando voy a Irlanda no hablo, me cojo mis cosas y me voy al centro a dibujar. En las citas familiares soy un jarrón y tengo la posibilidad de estar en otro universo y de aprender desde otro sentido: desde la mirada. Cuando volvimos en Navidad y nos fuimos a Linares cogí a mi sobrino por banda y decía mi mujer: 'Pobre hombre, la paliza que le ha dado por llevar 15 días sin hablar'. Otro día estábamos en Irlanda, me ve mi hija en una esquina y me dice: '¿Te pasa algo?' y le dije que no, que solamente estaba aquí de jarrón. Le pregunté directamente: 'Si papi pudiera hablar inglés, ¿quién hablaría?' y me soltó 'pues tú nada más'.

P. ¿Has pensado apuntarte a clases de inglés?

R. Muchas veces lo he intentado pero no creo que sea que no tengo tiempo, sino cuestión de interés. Yo tengo interés en otras cosas. Por otro lado, me encantaría perderme por los paisajes de Irlanda. Con el tema del inglés he empezado siete u ocho cursos. Mi mujer dice que saber inglés es coger los chistes y dije: '¿A dónde vamos a llegar?'. Eso son palabras mayores. Además, en Irlanda ya hay españoles por un tubo.

No tengo aferramiento ni a Córdoba ni a Linares

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