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El trono de hierro (candente) del futuro alcalde de la ciudad

Panorámica del Pleno del Ayuntamiento | ÁLEX GALLEGOS

Alfonso Alba

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Hace años, en lo peor de la crisis económica, un alto funcionario del Ayuntamiento de Córdoba se preguntaba cómo alguien podría querer ser alcalde de la ciudad. Le vaticinaba un mandato lleno de sobresaltos, de noches sin dormir, de responsabilidad infinita, y sobre todo un trabajo infatigable para gobernar en Capitulares ante un panorama bastante oscuro. Entonces, era difícil cuadrar presupuestos, los ingresos del Estado habían disminuido, los impuestos apenas llegaban y los grandes proyectos se habían ido definitivamente al garete. Después llegó la reforma de la ley de administración local que estranguló a los ayuntamientos pero que le alivió la deuda. Ahora, recuerda este alto funcionario, lo difícil no es cuadrar un presupuesto, sino sacar adelante un expediente, un contrato, un empleo, una obra o hasta comprar un paquete de folios.

Es probable que este domingo los cordobeses se acuesten sin saber aún quién será su próximo alcalde (o alcaldesa). Quizás, si el recuento es ágil, sepan quién es la lista más votada. Pero todo dependerá a buen seguro de lo que se negocie en las próximas dos semanas, descartado como está que ningún partido alcance la mayoría absoluta. Pero lo que es seguro es que el futuro responsable de Capitulares, la persona que se siente en su trono de hierro (candente), tendrá que afrontar un mandato donde a buen seguro habrá más problemas que otra cosa.

A día de hoy, el Ayuntamiento de Córdoba goza de una excelente salud presupuestaria. Sus arcas están mejor que hace muchos años, con un déficit controlado, unos ingresos garantizados y una deuda cada vez menor. Pero por el contrario, Capitulares tiene menos trabajadores que nunca, la plantilla está muy envejecida, el Consistorio apenas funciona de manera digital, sus sistemas informáticos son de la década pasada y no hay personal suficiente para sacar adelante al ritmo necesario los expedientes de contratación y obras.

En Córdoba, hay pocos puestos políticos que quemen más que la Alcaldía de la ciudad (que todos los partidos desean). El alcalde (o alcaldesa) es considerado responsable de todos los males (o virtudes) de la ciudad aunque no sea responsable de ellos. Que sube el paro, es por su culpa, que baja, gracias a él, que no vienen empresas, mal, que desciende el Córdoba Club de Fútbol, casi que también. El Ayuntamiento es una administración importante para el ciudadano, la más visible y la más cercana. Al alcalde, o alcaldesa, es al único al que se le vota de una manera casi más directa (a pesar de que lo eligen los concejales en un Pleno y no directamente los ciudadanos), pero no representa a la administración más poderosa.

En una ciudad como Córdoba, el peso de su ayuntamiento es muy importante, aunque relativo. Las competencias en empleo, por ejemplo, dependen de la Junta y en parte del Gobierno. Al delegado del Gobierno de la Junta en Córdoba lo elige el presidente Juanma Moreno. A la subdelegada del Gobierno, el presidente Pedro Sánchez. Al alcalde, los ciudadanos. Por eso, el foco ciudadano, político y mediático está sobre el trono de Capitulares, temido por muchos políticos que prefirieron la sombra (y el mando real) pero ansiado por otros, que consideran que es el único lugar donde se puede hacer política de verdad.

Pero, lejos de lo que piensa ese alto funcionario, muchos quieren ser alcaldes (o alcaldesas) y solo uno puede lograrlo. Córdoba ha tenido ya ocho alcaldes desde que regresó la democracia. En junio podrían ser nueve o seguir siendo ocho. Todo dependerá de lo que ocurra hoy. El trono de hierro de Capitulares está ahora mismo esperando inquilino.

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