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CARNAVAL DE CÓRDOBA
En el reino del Gran Teatro

Comparsa Los reyes de Jerusalen

Rafael Ávalos

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Bravo por los que continúan. Bravo por los que vuelven. Esos que regresan, por unos motivos u otros, después de un tiempo. Porque entre todos, también entre los de aquí y los de allí, hacen posible un certamen mucho mejor. El Concurso de Agrupaciones Carnavalescas todavía tiene mucho potencial por recuperar, pero poco a poco recobra parte de lo que parecía haber perdido. También es verdad que necesita retomar al fin la normalidad después del puñet… asedio del Covid. En cualquier caso, lo único que falla hoy por hoy es la escasa afluencia de público en cada sesión. A ver si en la final del domingo…

La tercera y última función de semifinales fue probablemente la más completa. Dicho esto con el máximo respeto por los demás grupos. Destacaron comparsas, chirigotas y el cuarteto que sobrevivió a la criba de preliminares. Fue precisamente este grupo el que abrió la noche del jueves en un Gran Teatro que apenas se acercó a la media entrada durante toda la noche. ‘Y ahora capasao!!!’ fue la propuesta que esta vez hizo el cuarteto ahora conocido como de Los Pepes -esto es Pepón Hijo y Pepe Polonio-. Ambos y sus tres compañeros de escena aparecieron como un extraño equipo de astronautas o algo así. El hecho es que estaban en el espacio.

Como es habitual, el cuarteto, que encadena ya varios primeros premios, consiguió arrancar las carcajadas con su hilarante historia. Lo mejor, la lucha contra el peligroso gaditavirus -la enfermedad del carnavalero que mira para Cádiz sólo-. Y los puntos de Pepón Hijo, claro. De los cinco sinvergüenzas -en el buen sentido de la palabra- se pasó a otro conjunto premiado en 2022. Se trataba de la comparsa de Montalbán, que esta vez subió a las tablas del Gran Teatro como ‘Lengua de serpiente’. Soldados en la guerra del Carnaval eran sus componentes que completaron un buen pase, de entrada al sonar muy bien. De sus pasodobles sobresalió el segundo, que supuso una nueva crítica a los entresijos negativos del Concurso: “esta fiesta como todo febrero tiene su basurero”.

El jueves fue también de chirigotas, de buenas chirigotas. El capítulo de la modalidad lo abrió la chirigota del Pelos, que también tuvo premio en la anterior edición del certamen. Esta vez la agrupación de la Peña Los Indecisos apareció como ‘Los cotilla’, un puñado de individuos muy chismosos. Tanto lo son que tienen telescopio en una ventana, un retrovisor en la frente y un puñado de herramientas más. Los pasodobles fueron en tono humorístico, lo que siempre se agradece en una chirigota. El segundo fue divertido con mención a otros grupos que participan en el Concurso de este año. En su tanda de cuplés, el primero fue para decir que no les gustan los vídeos en los que la gente se lleva golpes. Todo mientras ellos se daban de porrazos.

No faltó en la tercera semifinal la presencia foránea, en esta ocasión desde Jaén. Fue con la comparsa de Vilches -localidad, no apellido-. El conjunto de la vecina provincia ideó ‘Las ratas’, un grupo de sultanes sin palacio, que cerró una interesante tanda de pasodobles. El primero estuvo dirigido a la clase política, “ratas de alcantarilla” que serán las primeras en saltar del barco: “Y aquí nosotros, aquí nosotros, acabaremos ahogaos”. Y justo después se producía uno de los momentos más esperados, al menos para quienes echaran de menos a José Vacas. Regresó el joven pero uno de los más relevantes chirigoteros de Córdoba. Lo hizo después de siete años. La alegría fue máxima, sobre todo porque su proyecto no perdía lo más mínimo su sello.

‘Los sinceros de Córdoba’, una panda de comidas de establecimientos típicos de la ciudad -la tortilla del Santos, el pinchito del Rafalete y demás-. ¿Por qué eso de sinceros? Pues porque no son alimentos cero. El grupo tiró dos buenos cuplés, el primero sobre la situación actual del Córdoba y el segundo en relación al jurado -¿a Cristo?, que este año es miembro-. Sobre todo fue interesante el juego con palabras como “sopa”, que repetida era “paso”. Su segundo pasodoble fue muy simpático, con los ninjas “de las cosas normales”: el que suelta una flatulencia y disimula, el que se escaquea de pagar… El popurrí, puro estilo Vacas -bendito Yambut, por cierto-.

Ni siquiera en una noche destinada sí que sí al disfrute logró el teatro presentar una mejor imagen de espectadores. Pero eso no deslució actuaciones como la de ‘Los reyes de Jerusalén’ -que en realidad lo eran de una tierra más santa para ellos, Córdoba-. Era la comparsa de Suso y Marcos, que volvía tras su tercer premio en 2020 con ‘El silencio de los corderos’. La musicalidad, el repertorio, la interpretación y el hecho de que pareciera más un espectáculo teatral, hicieron de su pase un puñado de minutos mágicos. Hubo crítica al Ayuntamiento en el primero de los pasodobles -o eso entendió el cronista- y un sobresaliente homenaje al Carnaval de Córdoba. Por sus 40 años, de Concurso, se recordaron nombres como los de Miguel Amate, Paquito Luque o, antes incluso, la Paquera delante de los jodi… grises.

A todo esto, acertada inclusión de voz femenina en el grupo. Y si la chirigota de José Vacas resultó entretenida, no menos lo fue ‘La comparza del Bute’, de Los Nenes de Cañete de las Torres. De tipo, un paleto más feo que pifio cuya intención era ser comparsista. Para ligar sobre todo. También hubo recadito sobre los males que afectan al Carnaval de Córdoba. Hipocresía, rencores y envidia señalaron, e incluso “aristocracia” -esto son aquellos que merecen estar por encima-. Sus cuplés fueron muy buenos y el popurrí, para gozarlo sin más. Ahí quedó ese estribillo de la tanda importante en la modalidad: “Dice una leyenda popular, que todos los feos tienen una tranca descomunal, pues no es verdad, pues no es verdad”. La agrupación lleva ya varias finales y lo cierto es que parece ir cada vez a más.

El teatro, por desgracia, se vaciaba. Y eso que venían ‘Los herederos’ del Carnaval. El primero de ellos, en este caso, es el director de la agrupación. Hijo de uno de los grandes nombres de la fiesta en Córdoba y pregonero este año, Pepín Carrillo. Porque es su hijo Alejandro quien está a la dirección de un conjunto que apareció como una especie de heredero real, pero del certamen. En sus pasodobles, el primero fue un canto a Andalucía, que “Dios soñó” con ella. El segundo fue sobre el bullying hacia una hija, que tanto sufrió que “estuvo a medio paso de echar el telón”.

De nuevo, como sucedió en la segunda función, el patio de butacas mostraba una imagen paupérrima en cuanto a número de espectadores. Aun así la chirigota del Chache supo cerrar un buen pase, que además era muy significativo. ‘Yo soy del surf’, se llamaba la propuesta de Eduardo Molero, que suponía rememorar una de sus más recordadas ideas: ‘De California y no somos naranjas’. Un cuarto de siglo se cumple de ese proyecto. Aunque en la modalidad importan los cuplés, es necesario destacar el segundo pasodoble, dedicado a grandes carnavaleros que ya se marcharon. Y a la inolvidable Rosario Valle, matriarca de los Castilla y aficionada fiel y afectuosa.

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