Como cada Viernes de Dolores en la plaza de Capuchinos

La historia se escribe diferente en la plaza enchinada y de muros de cal. En ella está el Cristo de los Desagravios y Misericordia, de los Faroles popularmente, desde fines del siglo XVIII. Pero el protagonismo lo tiene desde décadas antes Nuestra Señora de los Dolores, la Señora de Córdoba como se le denomina por el gran fervor que genera. Y que es imperturbable aun con el paso de las centurias. Sólo es necesario aproximarse a la plaza de Capuchinos en un día como este viernes para comprobarlo.

El Viernes de Dolores siempre es de veneración en la iglesia hospital de San Jacinto. A sus puertas se congregan durante todo el día centenares de personas, miles incluso si el tiempo acompaña. Las colas representan una estampa icónica del preámbulo de la Semana Santa en Córdoba. No faltaron tampoco en esta ocasión, en que la Virgen tallada definitivamente por Juan Prieto en 1719 lució saya negra y el manto donado por el obispo Albuquerque en 1864.

Como siempre, esta jornada es la de cierre de los cultos que en su honor celebra cada año la hermandad a la que da nombre. Esto es un septenario que alcanzó su Fiesta de Regla a las once de la mañana con una eucaristía presidida por el obispo de Córdoba, Demetrio Fernández. En la misa estuvieron autoridades civiles como el alcalde, José María Bellido; el presidente de la Diputación, Salvador Fuentes, o Jesús Aguirre, el presidente del Parlamento de Andalucía.

También asistió, incluso, en San Jacinto el consejero delegado del Córdoba, Antonio Fernández Monterrubio. Lo cierto es que la devoción en Capuchinos se dio también en la iglesia conventual del Santo Ángel, de la orden que da nombre a tan emblemático lugar. Fue con el besamanos a María Santísima de la Paz y Esperanza, previsto en su desarrollo para todo el día de este Viernes de Dolores. La imagen de Juan Martínez Cerrillo lució su blanco siempre espectacular en una jornada de actividad incesante.