Villanueva del Duque: el recuerdo del esplendor minero de Los Pedroches
La comarca de Los Pedroches es una tierra marcada por la metalurgia, aunque de aquella riqueza hoy sólo quedan restos arqueológicos de las explotaciones mineras y de la vida que se creó a su alrededor. Este es el caso de Villanueva del Duque y su máxima expresión, las minas del Soldado, que fueron explotadas en la Antigüedad para el cobre, plomo y argentífero, y que revitalizaron en los siglos XIX y principios del XX bajo la Sociedad Minero Metalúrgica de Peñarroya.
El denominado Cerco del Soldado -toma su nombre desde la época romana- es una muestra de lo que fue el pasado minero de este municipio cordobés. Localizado a tres kilómetros del centro de la localidad, en él llegaron a trabajar hasta 2.000 personas, todos hombres y en su mayoría de Villanueva del Duque, aunque también hubo trabajadores de Alcaracejos, Fuente La Lancha y de otros pueblos más lejanos. Sus casi 30 años en funcionamiento arrojaron cifras realmente importantes: 661.948 toneladas de concentrados de galena y 81.439 toneladas de mineral vendible de blenda.
La mejor forma de conocer este coto es a vista de dron ya que la accesibilidad está limitada en todo su alrededor. De los vestigios de su pasado de esplendor, a El Soldado le quedan algunos edificios derruidos, la Estación de Ferrocarril, la Subestación Eléctrica y el Lavadero, por lo que recurrir a fuentes bibliográficas se hace obligatorio para saber cómo funcionaba la vida en esta zona de Villanueva del Duque.
Entre los restos de edificaciones sobresale, junto a la antigua térmica en ladrillo, la Subestación Eléctrica, realizada en hormigón armado con rasgos estilísticos propios de la generación de arquitectos del Madrid de 1925. La Subestación, que abastecía de energía eléctrica a toda la maquinaria de las minas. Aún hoy sigue funcionando, proveyendo de electricidad a los pueblos de Villanueva del Duque, Alcaracejos y Fuente la Lancha.
Pero las minas del Soldado no se constituyeron únicamente como centro neurálgico de empleo, sino que se convirtieron, también, en una zona urbanística. El coto se encontraba estructurado en tres barrios: Tripas, la Subestación y el Cerco. Los dos primeros eran barrios obreros, formados por manzanas de casas en torno a los pozos que eran conocidas popularmente como cuartelillos, mientras que el último era el barrio de los ingenieros y empleados superiores. La sobriedad de las casas obreras contrastaban con la majestuosidad de los ingenieros, de mayores dimensiones, jardines e, incluso, piscina y pistas de tenis.
Uno de los aciertos del consistorio villaduqueño ha sido la restauración de la casa de la Estación, con la que se ha recreado el ferrocarril de la compañía. Desde agosto de 1970 no pasa ninguno por allí. Pero, sin lugar a dudas, el paisaje de las minas está marcado por la gran montaña que deja constancia del Lavadero de mineral. Importantes fueron también los pozos Luisa, Pepita Norte, Pepita Sur, Carolina y Granito.
Por otro lado, el coto llegó a contar con numerosos edificios públicos como un Cuartel de la Guardia Civil, escuelas, un hospital, un sindicato agrícola y una capilla, dedicada a San Juan Bautista. También disponía de economato, cine, fábrica de harina, pósito, campo de fútbol, así como un grupo de pequeños establecimientos como el comercio de Moisés López, el estanco de Cabrera, la carnicería de Santa Cruz, la zapatería de Isaías. También había bares como el Casino de la Amistad, el bar de Pedro Ojea o la taberna de Ramos.
Hoy, las minas de El Soldado constituyen el punto de partida de la Vía Verde del municipio; todo un lugar cargado con historia que permite recordar una de las fuentes de riqueza que hizo prosperar a este municipio de Los Pedroches.
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