El sello indestructible de Escribano

Entre recuerdos, anécdotas y abrazos, el Zoco ganó un título más en Los Patios de la Marquesa. El club ya no compite en los campos de la provincia, ya no hay chavales con la camiseta amarilla buscando su porvenir -los más talentosos- o construyendo -todos- lazos de amistad capaces de perdurar en el tiempo. Pero la historia no se ha terminado. Directivos, jugadores, entrenadores, colaboradores, familiares y amigos se reunieron en torno a la figura de Rafael Escribano, uno de esos dirigentes que marcaron época en el deporte cordobés por su capacidad para crear algo más que un simple equipo de fútbol. Lo que sucedió este fin de semana lo demuestra. La vida es un campeonato sin calendario, en el que ganas, empatas o pierdes y nunca sabes si habrá partido de vuelta. Pero sigues en el campo soñando con la gran jugada, con el gol magistral que marcará otro como si fueras tú mismo. Ese espíritu de comunidad se mantiene en el Zoco CF, una entidad señera en la ciudad durante los años 80 y 90 que fue cuna de excelentes jugadores y que fundó Escribano.

Unas 80 personas que fueron protagonistas de los avatares del club durante más de once temporadas se citaron para compartir recuerdos sobre el Zoco, equipo del barrio del Naranjo. Lo puso en marcha Rafael Escribano, para unirse a los pocos años con el Naranjito de Antonio Castillo (q.e.p.d.), formando una gran directiva con Miguel Merino, Pablo, Rodríguez, etc. “Más que un club, fue una gran familia, y con el paso del tiempo ha quedado demostrado”, aseguran los organizadores de este homenaje, que resaltan que “el trato recibido por todos los que en su día, más o menos tiempo, formamos parte de este club, fue como el de unos padres o hermanos mayores que quieren lo mejor para los suyos, inculcando unos valores de deportividad y formación humana”.

Los promotores de este acto -Fale Escribano, contando con la colaboración de Miguel Merino y Emilio Cano, además del anfitrión, Pedro Pablo- vieron su esfuerzo recompensado con una jornada de gran emotividad. Rafael Escribano demostró su memoria futbolística y tiró de archivo sentimental para desgranar un discurso en el que no le hicieron falta papeles. El histórico presidente recibió un balón con los colores del Zoco y una camiseta de la época, ambos objetos firmados por los asistentes al acto. No faltaron los mensajes de quienes no pudieron estar presentes en esta ocasión, como el entrenador Pepe Murcia -actualmente dirigiendo al equipo Al-Shahaniya en Catar-, quien envió un vídeo.

Los entrenadores y directivos se dieron cita en casa del presidente para darle una sorpresa, que habían preparado los organizadores en complot con sus hijos, y que “resultó agradabilísima para el presidente, Rafael Escribano, y su señora, que recibía un ramo de flores”, indican. En Los Patios de la Marquesa, tras la entrega de los citados obsequios, tomaron la palabra Emilio Cano -nombrado capitán de la nave del Zoco, por haber pertenecido al club desde alevines hasta juveniles- y Miguel Merino, en representación de los directivos.

En nombre de los entrenadores fue García Llácer el que tomó la palabra para intentar resumir lo que suponía para todos los presentes esta reunión, citando a jugadores que se habían iniciado en el Zoco y que terminaron jugando en la élite del fútbol sala nacional, llegando a ser internacional, como Paquito Utanda; jugar en el Córdoba como Luis Martínez o Peque, actual secretario técnico del Córdoba CF femenino, o alcanzar la Primera División como Valentín, que también lo hizo en el Betis, o Toni Muñoz, que no pudo estar en el acto pero que llegó al Atlético de Madrid y la selección española.

De los entrenadores, mencionó alguna anécdota y dejó bien claro la gran amistad existente entre los que formaron parte del club, como Antonio Sánchez Caler, Carmelo Salas, Antonio Carnero y Eduardo López, además de los que no estaban presentes, Cepas o Paco Hergueta, destacando la gran labor realizada por todos, consiguiendo en los pocos años de existencia el haber llegado a militar en Liga Nacional Juvenil. Todos se emplazaron para una próxima reunión. Que la historia continúe.